Ayer, el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, adornado con la banda tricolor distintivo de su cargo, visitó la Basílica de Nuestra Señora de la Salud en la ciudad y, junto con otras oraciones en las que invocaba la protección de la Santísima Virgen, consagró la ciudad y toda la región del Véneto -restos de lo que fuera la Serenísima República de Venecia- al Inmaculado Corazón de María diciendo: “Consagramos la Ciudad de Venecia y nuestras tierras vénetas a Tu Inmaculado Corazón”.
Vivimos días extraños, en los que los obispos se comportan a menudo como funcionarios, y los políticos recurren a la ayuda del Cielo.
Los obispos italianos se mostraron durísimos en sus ataques contra Matteo Salvini por blandir un rosario en un mitin y pedir para Italia el auxilio de la Virgen. Y en la presente crisis, la Conferencia Episcopal Italiana no solo ha suspendido las misas públicas en todo el país, sino que en una medida rápidamente rectificada llegó a ordenar el cierre de las iglesias.