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Pastores y barones: peronismo e integración de las Iglesias Evangélicas al Estado en Argentina

Un recorrido de casi dos décadas: de Duhalde, pasando por Néstor Kirchner, hasta Alberto Fernández. Contención y control social, con foco en el conurbano, sin perder de vista que es una política de Estado.

En el Semanario de Ideas de Izquierda, en 2019 publicamos el artículo “Relaciones peligrosas: Iglesias evangélicas, kirchnerismo y macrismo”. Un recorrido sobre la relación de las mismas, con los Gobiernos y el Estado, desde el 2002 en adelante.

En esta entrega, reeditamos y actualizamos el mismo, ante la asunción de un nuevo Gobierno, poniendo el acento en cómo están avanzando las Iglesias Evangélicas, con el peronismo en el poder, en la integración e institucionalización en el Estado. Un recorrido necesario para conocer dónde se asienta su poder real. Nuestro foco estará puesto en el gran Buenos Aires, pero sin perder de vista que es una política nacional de larga data, que retomó Alberto Fernández.

Frente a un nuevo 8M, donde las Iglesias Católicas junta a las Evangélicas se organizan nuevamente, para impedir que conquistemos el derecho al aborto, seguro y legal, es relevante sacar a la luz la fortaleza de las mismas por su relación con el Estado y la política del peronismo, en particular, en medio de la crisis nacional.

El inicio de una política de Estado

En “Pan y palabras. La inserción evangélica en la gestión pública en Argentina” (2015), Marcos Carbonelli demuestra cómo durante la presidencia de Eduardo Duhalde se dio un salto cualitativo en la relación con las Iglesias evangélicas. Cómo se pasó de las redes de asistencia religiosa paralelas al Estado a redes anexadas a la acción estatal, con el objetivo de crear andamiajes para el control y la contención social en un marco de alta desocupación y pobreza. Y para graficar ese momento, toma la inclusión de las federaciones evangélicas [1] en la Mesa del Diálogo Argentino en 2002, convocadas en su momento por el gobierno. Marca allí un punto de inflexión de tipo simbólica. Por un lado por su inclusión, pero condicionada, ya que las mismas se encontraban subordinadas a la jerarquía de la Iglesia Católica.

Pasada la crisis, e incluso en los años de crecimiento económico y con el kirchnerismo ya en el Gobierno, esta relación entre el Estado y las Iglesias evangélicas dejó de ser simbólica. Por el contrario, se profundizó y comenzó un proceso de integración e institucionalización, con epicentro en el conurbano bonaerense.

En “Desde el barrio: perspectivas cerca de la actividad política de pastores evangélicos en el conurbano bonaerense” (2009), Carbonelli destaca el testimonio del pastor César Castets de Malvinas Argentinas. El mismo da cuenta del primer encuentro en 2005 con Alicia Kirchner, quien por entonces estaba al frente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Se conocen y comienza una relación política, según el pastor “por el hecho que a la Iglesia viene mucha gente” [2].

Leonardo Álvarez de La Cava, pastor en el municipio de San Isidro, es quien relata el primer encuentro, esta vez, con el expresidente Néstor Kirchner. Lo describe como “la primera persona que confió en nosotros, unos pastores que nadie conocía”, que se materializó en una reunión en mayo de 2006 donde “él hizo que bajara un equipo conformado por especialistas de diferentes ministerios al barrio” [3].

Allí comienzan las primeras experiencias, donde pastores de Iglesias Evangélicas empiezan a administrar la asistencia social, que “obtiene[n] del Ministerio de Desarrollo Social y el Ministerio de Salud de la Nación”, para realizar actividades “extraordinarias” [4].

Sobre esta base, es que los pastores empiezan a disputar espacios de gestión a nivel municipal, en las intendencias gobernadas por el peronismo en el conurbano bonaerense, y estos últimos se las conceden.

Pastores y barones

Según la periodización de Carbonelli, en el 2007 Julio Alak, quien era por ese entonces intendente de La Plata, designó una oficina al Consejo Pastoral local, a los fines de legitimar sus tareas centradas en la asistencia social. En noviembre de 2009, Pulso Cristiano, aseguró que cuando era el intendente de La Matanza, Alberto Ballestrini, recibió por primera vez a una comisión de la Federación Pentecostal FECEP y reconoció la labor social de las iglesias evangélicas. En marzo de 2010, la Asociación Pastoral de Zona Norte del Gran Buenos Aires firmó con la Municipalidad de Tigre un acuerdo de ayuda económica para tarea social de los pastores. Y también, pocos meses más tarde, dirigentes evangélicos le ofrecieron su colaboración al ministro de Desarrollo Social bonaerense, en la gestión de Daniel Scioli, para la implementación de diferentes programas sociales, cuestión en la que el ministro se comprometió a trabajar de forma articulada [5].

Para el investigador se consolidó esta articulación entre las Iglesias evangélicas y las entidades estatales bajo una doble vía: en la percepción de subsidios para continuar con sus múltiples obras (entre las que describe de tipos educativas, asistenciales, recreativas) y en la asunción de un rol creciente como intermediarios de programas de políticas públicas [6].

En un reciente artículo publicado por María Pía García Bossio, titulado “Pentecostalismo y política en Argentina” (2019), la autora da cuenta de la existencia al día de hoy, en la provincia de Buenos Aires, de una veintena de direcciones municipales de culto. Detalla que las mismas están concentradas en el Conurbano, La Plata y alrededores, con excepción de la oficina de cultos de Bahía Blanca; y que la mayoría de estas direcciones municipales mantienen vínculos fluidos con las Iglesias evangélicas locales, o tienen en la actualidad un director o directora evangélica pentecostal.

Y destaca que en los municipios gobernados por peronistas “la mayoría de los directores de culto son pastores o miembros destacados de comunidades evangélicas pentecostales” y que muchos de ellos «comprenden que la opción de acceso a cargos políticos por vía electoral es difícil, casi imposible si pensamos en partidos confesionales, por lo que iniciaron un proceso de acceso al poder `desde abajo´, buscando obtener cargos públicos no electivos, tanto en las provincias como en los municipios, particularmente en líneas medias de la estructura estatal” [7].

Pero si los pastores emprendieron un proceso de acceso al poder “desde abajo”, hace falta también destacar que el kirchnerismo y el peronismo le abrió las puertas “desde arriba”.

Carbonelli hace una buena síntesis de qué gana cada sector en esta alianza peligrosa:

“los políticos peronistas (pero también de otros partidos), se acercan a los referentes evangélicos, porque conciben su fuerte inserción en el territorio como un capital político de valor incalculable, en la medida en que éste implica una relación estrecha con los habitantes del barrio, capacidad de movilización y una imagen a priori guarnecida de la crítica habitual a la clase política. […] Por otro lado, los líderes evangélicos buscan contactarse con los “políticos profesionales” porque asumen su preeminencia en el acceso a los planes sociales y porque representan una puerta de acceso insalvable en lo que respecta a la competencia electoral: ninguno de los casos analizados aventuró otra forma de participación que no fuera a través de una estructura partidaria” [8].

El caso emblemático de La Matanza

En el caso del municipio más poblado y de mayor densidad electoral de la provincia de Buenos Aires, la ex intendenta Verónica Magario fue incluso más allá que sus otros pares. El 15 de noviembre de 2018, junto a Fernando Espinoza, se reunieron con el presidente y miembros del Consejo Directivo Nacional de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélica de la República Argentina (Aciera). La institución informó que en “el encuentro la intendente bonaerense reconoció y agradeció la labor que llevan adelante las iglesias evangélicas en su distrito” [9].

Allí fue cuando se comprometieron, por primera vez, a crear una Subsecretaría de Culto en el municipio, y que ese cargo lo ocuparía un miembro de la institución que estaban visitando. El anuncio fue en acuerdo con la Iglesia Católica. Y lo hicieron, justamente, mientras los mandatarios llamaba a las jerarquías de ambas instituciones religiosas a la “Mesa de Diálogo Social”, junto a empresarios y dirigentes sindicales burocráticos del distrito, cuando la crisis económica y social empezaba a agravarse, con el objetivo de reforzar los mecanismos de contención y control social.

Fue en 2019 cuando Magario finalmente firmó e hizo efectiva la disposición para la creación de la primera Sub Secretaría de Culto de toda la provincia de Buenos Aires de un municipio. Según sus propias palabras, la misma tendría como objetivo “articular la inversión social del Ejecutivo con la tarea de contención que las iglesias de distintos credos ya vienen desarrollando en distintos barrios matanceros. […] resultaba indispensable crear un espacio donde todos los credos puedan organizar su tarea junto al Estado municipal” [11]. La integración a nivel municipal se convirtió en un hecho consumado. La Subsecretaría y los recursos asignados, quedaron a cargo de Gabriel Ciulla, pastor evangélico de la Iglesia Camino de Vida de la localidad de Laferrere, que preside, a su vez, la Junta de Consejos Pastorales del Partido de la Matanza.

El propio periodista Andrés Fidanza sentenció cuando se conoció esta noticia que “el evangelismo se convirtió en un eslabón más de la asistencia provista desde el Estado. Tanto a nivel municipal como bonaerense” [12].

Como si fuese poco, Magario también estableció por ordenanza municipal el “Día de las Iglesias Evangélicas” en el distrito. Fecha en la que desde ese entonces se hacen festivales apoyados por la municipalidad a los que concurren los funcionarios locales. El año pasado llegaron al colmo de abrirles las puertas de la Universidad Nacional de La Matanza para dicha celebración. Fue así que las Iglesias Evangélicas utilizaron para un festival religioso el predio de la institución superior, vulnerando la laicidad de la educación pública [10].

Pero este hecho no fue aislado. Natalia Hernández, Secretaria de Mujer y Géneros del Suteba La Matanza y militante de la agrupacón Marrón-Pan y Rosas, nos informó que «mientras el Ministro de Educación nacional, Nicolás Trotta, declaró que hay que respetar la mirada de las Iglesias ante la Ley de Educación Sexual Integral, en las escuelas pública se siente la alianza del municipio con las iglesias. Por ejemplo, llevan manuales de la secretaria de medioambiente que contienen textos de Bergoglio, cuestión que las docentes alertaron. O hasta desde el Consejo Escolar entregan alimentos para los estudiantes, entre ellos los alfajores VIMAR, que contienen en sus envoltorios citas evangélicas. Esto sumado a escraches y otras acciones donde las docentes que impartimos contenidos de la ESI somos denunciadas. Echos que desde el sindicato y nuestra agrupación denunciamos y enfrentamos a menudo junto a nuestras compañeras de trabajo».

Con la bendición de Bergoglio

Este avance cualitativo en la integración de las Iglesias evangélicas al municipio, como afirmábamos antes, fue en acuerdo con la jerarquía católica. Ya que el mismo papa Francisco fue quien promovió que las gestiones peronistas de los distritos bonaerenses trabajen en común con ambas instituciones religiosas, para sofisticar el andamiaje de control y contención social previamente existente (y en el marco de la creciente pérdida de practicantes por parte de la Iglesia que encabeza).

Pero el objetivo central era claro: impedir que se manifieste, vía estallidos y diversas acciones, la crisis social que involucraba (e involucra) a millones de pobres urbanos hacinados en el conurbano, que se profundiza en un país que está bajo el control del FMI.

Esta política de Bergoglio y el peronismo, se dio en paralelo a establecer relaciones más estrechas con las burocracias de los llamados «movimientos sociales», en especial con los denominados “cayetanos”, que hoy están siendo integrados al Estado, vía el Ministerio de Desarrollo Social de la nación. Como a su vez, estuvieron en consonancia con el rol jugado por la burocracia sindical [13] de la CGT y CTA, que no enfrentaron los ataques del macrismo a las condiciones de vida de los trabajadores y sectores populares, como hoy frente a la carestía de la vida.

El comienzo de un trabajo en común entre la Iglesia Católica y las Evangélicas, se expresó también recientemente. Esta semana mantuvieron una reunión entre la Conferencia Episcopal y Aciera, para organizar en común acciones durante el mes de marzo, para impedir que las mujeres conquistemos después de años de una persistente lucha el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

Fortunato Mallimaci, director del Programa Sociedad, Cultura y Religión del Conicet, ya en 2018 aceptó que en el debate parlamentario de ese año los evangélicos pusieron la calle y los católicos pusieron el lobby. Una verdad, de la que se tiene que hacer conciente el movimiento de mujeres, para delinear una estrategia que esta vez permita conquistar nuestro derecho.

Como a su vez es necesario conocer cómo el Estado, de la mano del peronismo en el Gobierno, fortaleció el poder real de las Iglesias Evangélicas, y sigue subsidiando a la Católica. Lo que permite que hoy usen ese mismo poder contra los derechos democráticos de las mujeres. Sin obviar que durante los cuatro años del macrismo, Carolina Stanley desde el Ministerio de Desarrollo de la nación, y María Eugenia Vidal, desde la Gobernación, continuaron con el legado peronista (hasta cediéndoles por primera vez un espacio propio en la televisión pública estatal), que retomó el nuevo presidente Alberto Fernández.

Alberto y la continuidad del legado kirchnerista

García Bossio destaca la “importancia [de] las asociaciones y federaciones evangélicas, ya que presentan un interlocutor viable para el Estado que, acostumbrado a los vínculos históricos con la Iglesia católica, prefiere establecer diálogos con representantes de grandes grupos más que con cada iglesia o pastor en particular. Esto es especialmente evidente en el caso de Aciera, que reúne a un número importante de iglesias pentecostales y que se ha convertido en la vocera oficial de las posturas políticas del evangelismo pentecostal respecto a la política” [14].

Esta realidad se expresó también con el nuevo Gobierno. Fue el último diciembre, días después de asumir, que en la Casa Rosada recibió a los representantes de las Iglesias Evangélicas nucleadas en Aciera. “Celebro que la Alianza sea parte de la convocatoria de Argentina contra el Hambre. Conozco muy bien todo lo que hacen, les agradezco” (…) “los evangélicos trabajan sobre valores, no enfatizando dogmas” [15], fueron algunas de las palabras de bienvenida del flamante primer mandatario frente a los máximos exponentes de dichas instituciones.

Y desde Aciera destacaron como “histórico” que los hubieran recibido a solo 17 días de asumir. “Es la primera vez que nos convocan a debatir una política de Estado” [16], ya habían declarado cuando fueron convocados previamente para empezar a delinear su inclusión en políticas gubernamentales.

Según Viviana Mariño, periodista de Tiempo Argentino, “el acercamiento con Fernández fue impulsado por el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, a través de un viejo conocido. El pastor Bernardo Affranchino (Iglesia Cristo para Todos) está vinculado al diputado y ex viceministro desde hace más de una década cuando buscó su asesoría para capacitar a los fieles de su congregación que realizaban trabajo territorial. El religioso ofició de puente para acercar a la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (Aciera) al frente peronista-kirchnerista” [17].

El objetivo del presidente en la reunión era incluirlas dentro del programa estatal “Argentina contra el hambre”. Apoyándose en que, según la institución, cuentan con 15 mil iglesias, 6 mil templos sólo en el conurbano, sin dudas uno de los lugares donde se encuentran los sectores más vulnerables [18].

Pero el plan gubernamental no tenía ni tiene como objetivo erradicar un problema estructural propio del capitalismo, como es la pobreza, empezando por atacar las ganancias de los más poderosos, rompiendo los lazos de sumisión al capital financiero internacional. Sino que apuestan a contar con el apoyo de instituciones como Aciera, para que desde el Estado y cediéndoles recursos, administren una asistencia estatal elemental (ni hablar si lo comparamos con las ganancias de los bancos, el agro u otros grandes empresarios), garantizando la contención de los sectores populares, que por sus propias condiciones de vida, potencialmente pueden jugar un rol explosivo en la crisis.

Este desarrollo territorial y proliferación de líderes evangélicos vinculados a los partidos tradicionales, Carbonelli lo enmarca en la crisis de representación política pos-2001. Y da cuenta de un paulatino retroceso de la figura del clásico “puntero” del peronismo “que intercambiaba un plan a cambio de una movilización” reemplazado por un mayor protagonismo de los pastores en los barrios. La diferencia, según él, es que las Iglesias se pudieron expandir sobre sectores más amplios, no solo por gestionar planes y programas sociales, sino también por ser “gerenciadores” de la relación entre las demandas barriales (como cloacas, obras, alimentos, artículos escolares, ropa) y los municipios, siempre manteniendo relación con el peronismo en el poder. A cambio también exigen beneficios para sus templos, como por ejemplo la eximición de impuestos y ayuda material para la refacción de sus iglesias, que muchas intendencias le han otorgado.

¿Esta experiencia en el conurbano es la que Fernández pretende nacionalizar incluyendo a las evangélicas dentro de un programa estatal nacional? ¿Cómo se desarrollará esta alianza frente a un nuevo debate parlamentario sobre el derecho al aborto en medio del desarrollo de una crisis social? ¿Qué rol jugará el movimiento de mujeres en debilitar esa alianza? Estás son algunas de las preguntas que se nos abren en esta nueva coyuntura.

Divide y reinarás

La alianza ya histórica del peronismo, sobre todo bonaerense, con las evangélicas, se da en el marco del rol fundamental que juegan también y sobre todo las burocracias sindicales de tradición peronistas, así como las burocracias políticas que dirigen los llamados “movimientos sociales”, como los “cayetanos” ligados a Bergoglio. Estos tres sectores crecieron en su integración al Estado, forma en la que buscan de conjunto controlar y contener a los trabajadores, precarios y desocupados, para que no puedan organizarse en común e imponer una salida propia e independiente frente a sus flagelos, estableciendo alianzas también con el movimiento de mujeres.

En pleno auge económico, lejos de protagonizar un proceso de transformación social progresivo, el primer kirchnerismo jugó un rol clave para reforzar, integrar e institucionalizar los mecanismos de control y contención social, a través de las Iglesias evangélicas, sobre los sectores populares que padecen la pobreza estructural, herencia neoliberal que no se ha revertido. Así es que siguió los pasos que inició Duhalde y empezó a tejer un complejo andamiaje, coordinado con el previamente existente –al que nos referíamos antes– a disposición de mantener el statu quo. Ese andamiaje, con el nuevo gobierno, tiende a perfeccionarse. Y fortalece el poder real de las iglesias evangélicas, que hoy se organizan con la Católica, contra los derechos de las mujeres, como el aborto.

Entonces, cuando hablamos de que es necesario reforzar la movilización de las mujeres para enfrentar a los antiderechos; cuando exigimos a las centrales sindicales paros efectivos para conquistar junto con otras demandas de las trabajadoras ya sean sindicalizadas, precarias o desocupadas; cuando planteamos la separación de la(s) iglesia(s) del Estado; estamos de fondo cuestionando el corset que desde los agentes del Estado, contiene y divide a los trabajadores y trabajadoras, negando que sus distintos sectores, son parte de una misma clase. Con el objetivo de que no se unifiquen y enfrenten el poder real que nos niega derechos. Pero que no tenemos que olvidar que también actúa, sobre todo, para evitar una salida independiente frente a la crisis en curso, donde está en juego una mayor decadencia, dependencia y atraso, producto de la sumisión al imperialismo y el capital financiero internacional, que en general primero afecta a las mujeres trabajadoras y de los sectores populares.

*

[1] Alianza Cristiana de Iglesias Evangélica de la República Argentina (ACIERA), Federación de la Confraternidad Evangélica Pentecostal (FeCEP) y la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE).

[2] Carbonelli, Marcos, “Desde el barrio: perspectivas acerca de la actividad política de pastores evangélicos en el Conurbano Bonaerense”, Ciencias Sociales y Religión, Vol. 11, N.° 11, 2009.

[3] Carbonelli, Marcos, “Pan y Palabras. La inserción evangélica en la gestión pública en Argentina”, Religião e Sociedade Vol. 35, N.°2, 2015.

[4] Ídem.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] García Bossio, María Pilar, “Pentecostalismo y política en Argentina”, Nueva Sociedad, democracia y política en américa Latina, marzo-abril 2019.

[8] Carbonelli, Marcos, “Desde el barrio…, op. cit..

[9] “La intendente Verónica Magario visitó ACIERA”, aciera.org, 15/11/2018.

[10] “El peronismo abre las puertas de la Universidad de La Matanza a las Iglesias evangélicas”, La Izquierda Diario, 29/11/2019.

[11] “Crearon la Subsecretaría de Culto municipal para institucionalizar el nexo con las iglesias por la contención social”, El1Digital, 27/05/2019.

[12] “Magario se acerca al evangelismo y suma a un pastor a su gabinete”, Perfil, 7/09/2019.

[13] “Francisco y sindicatos, asuntos separados”, Ideas de Izquierda, 21/10/2018.

[14] García Bossio, María Pilar, op. cit.

[15] “El Presidente recibió en Casa Rosada a las iglesias evangélicas nucleadas en Aciera”, ariega.org, 27/12/2019.

[16] “La Iglesia Evangélica y el nuevo gobierno: Es la primera vez que nos convocan a debatir una política de Estado”, Tiempo Argentino, 22/11/2019.

[17] Ídem.

[18] “Alberto Fernández se reunió con representantes de las Iglesias evangélicas”, La Izquierda Diario, 28/12/2019.

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