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«En casi todas mis obras hay crítica religiosa»

Entrevista a Francisco Gil Craviotto

 Francisco Gil Craviotto es un consolidado escritor que abarca la narrativa desde todos los ángulos. Ha publicado ensayo, cuento, novela, artículos y biografías, y en todos ellos vemos un rasgo de profesionalidad. En su última novela, El oratorio de las lágrimas, Gil Craviotto nos retrotrae a una España pasada pero no olvidada. Con sencillez y cierta dosis de humor compone una historia muy recomendada para cualquier lector. El Heraldo del Henares habla con él respecto a su libro.
    
    EL HERALDO DEL HENARES: El oratorio de las lágrimas se desarrolla en un pueblo imaginario llamado Nelda ¿Es un recurso literario o miedo a descubrir otro lugar que conoceríamos?
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Cuando comencé la novela, a la hora de buscar escenario para la acción, tenía dos soluciones: a) la de Cervantes: “un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme”. b) la de La Regenta de Clarín o A.M.D.G., de Pérez de Ayala: cambiar el nombre real por otro. Opté por esta segunda solución. Yo no podía situar la acción en un pueblo real de la geografía andaluza porque ya se sabe lo que ocurre en estos casos: siempre habría alguien que se daría por aludido y me colmaría de insultos.
    
    EHH: En este pueblo y en el libro encontramos a las dos Españas representadas en las dos historias que nos cuentan sus protagonistas, casi unos Montescos y Capuletos rurales que a través de su visión de la vida nos retrotraen a momentos muy tristes de nuestro pasado histórico.
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Sí, es verdad. Cuando estaba escribiendo la novela y algún amigo me preguntaba qué estaba haciendo, casi siempre respondía lo mismo: “estoy escribiendo una versión hispanizada de Romeo y Julieta”. Con todo, me parece que hay notables diferencias. La principal es el final, que en mi novela en modo alguno es trágico, pero también habría mucho que matizar respecto a los amores de Carmen y Juan. Que Juanito estaba enamorado de Carmen no hay la menor duda, pero que Carmen lo estuviera de Juanito ya no parece tan evidente. Ella sabe perfectamente que ni la familia ni la sociedad van a permitir el enlace de un señorito con la hija de un rojo. Tampoco Juanito tiene carácter para plantarles cara. Así que Carmen vive el instante y saca todo el beneficio que puede de esos amores. No olvidemos que fue ella quien los inició y su finalidad era conseguir ayuda para los de la sierra. Carmen, el personaje más inteligente que desfila por toda la novela.
    
    EHH: Y como eje central “el engaño”. ¿Qué sentido tiene en estas dos Españas un oratorio como el de las lágrimas?
    
 
   FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: No olvidemos la fecha: 1945. Yo, que entonces era un niño con cuatro años menos que Juanito, recuerdo muy bien la cantidad de historias que corrían de cristos y vírgenes que lloraban. Nunca vi ninguna de estas imágenes lloronas, pero sí recuerdo haber visitado, cogido de la mano de mi padre, dos oratorios, uno de ellos muy parecido al que aparece en la novela. Respecto al engaño, que forma parte de la trama de la novela, me parece que, con lo que ha llovido, para ningún lector actual hay engaño: hoy todo el mundo sabe que, cuando una imagen llora, es porque hay un manipulador –manipuladora, en este caso-, que le hace llorar. El interés novelístico no está en indagar si las lágrimas son falsas o no, ya sabemos que son falsas, sino en saber el por qué, quién se beneficia de esas lágrimas y los efectos secundarios que producen: poco a poco la imagen se convierte en la gallina de los huevos de oro.
    
    EHH: Hasta qué punto los hechos narrados que suceden están basados en hechos reales.
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: El oratorio de las Lágrimas es una novela y responde a las características de este género literario. Es verdad que algunas personas, con un sentido halagador, me han dicho que se trata de una pieza histórica. El profesor Emilio Atienza —profesor de Historia— la puso el año pasado como libro de lectura a sus alumnos de bachillerato de adultos. Después les mandó hacer un comentario, que tuvo la amabilidad de regalarme. Entre la catarata de tópicos encontré algunos descubrimientos históricos muy interesantes.
    
    No obstante, repito, se trata de una novela. Una novela con dos acciones, ambas paralelas—–los amores de Carmen y Juan y la lucha de los guerrilleros republicanos que están en la Sierra—, ambas desarrolladas in crescendo, que terminan casi simultáneamente. Para la construcción de la novela he tomado materiales aquí, allá y acullá. Hay dos anécdotas que ocurrieron de verdad, aunque ninguna de las dos en Nelda. Una es el castigo por parte del profesor de religión de la niña con polio y la reacción de sus compañeras que inmediatamente se autocastigaron todas las demás. Ocurrió en Granada y me lo contó la propia interesada. Yo me limité a cambiar el nombre. La otra anécdota, la del viejo que no hizo el saludo fascista al paso de la bandera y fue abofeteado por el falangista, también ocurrió en Granada.
    
    EHH: En esta novela es imprescindible hacer mención a los narradores. Inicialmente existen dos, Juan y Carmen. Con sus memorias vamos conociendo la historia. Sin embargo, el prologuista (FGC) con tus iniciales parece imitar al Cide Hamete Berengeli cervantino. ¿Por qué este interés en la perspectiva narrativa?
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Yo te agradezco que enredes mi nombre al de Cidi Hamete Berengeli, el alter ego de Cervantes. La razón es obvia: Cervantes es uno de los escritores que más estimo. El título de mi novela anterior, La boda de Camacho, también editada por Alhulia, lo tomé de uno de los capítulos del Quijote. Aproveché la circunstancia de que el protagonista es muy rico para colocarle este título.
    
    Vuelvo al tema de la pregunta: los narradores. El pequeño prólogo, firmado con mis iniciales, que precede a la novela propiamente dicha, no tiene más finalidad que hacer verosímil todo el resto. Había que explicar cómo habían llegado hasta mis manos los cuadernos manuscritos de Carmen y Juan: en el primer caso entregado por ella misma: en el segundo hallado en el fondo de una cómoda.
    
    EHH: Tanto Carmen como Juan son dos narradores excepcionales. Mientras Carmen es analítica y crítica; Juan es más descriptivo. Con ambos contemplamos las dos partes de un todo. ¿Era importante para ti explicar todos los puntos de vista?
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Sí, más de una persona ya me comentado que tanto Carmen como Juan redactan demasiado bien para su edad y cultura. Es una licencia que el lector debe aceptar. Si me hubiese limitado a imitar los escritos de dos adolescentes de quince años, en zona rural y en aquella época, hubiese sido imposible llevar a cabo la novela. No había más solución que echarles una mano, pero dejando que sean ellos quienes se expresan. Estilo llano, sin cultismos ni pedanterías y procurando que el lector vea ciertas diferencias entre ambos.
    
    EHH: En tus trabajos existe una gran carga de crítica religiosa, que aquí utilizas con elegante humor. ¿Crees que hemos avanzado algo desde esa época que describes en tu novela?
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Sí, es cierto: en casi todas mis obras hay crítica religiosa. Quizás sea la compensación o revancha a los siete años que padecí de internado en un colegio de frailes. Era como la cárcel por el simple delito de ser niño. Ya ves si se parece que ahora a los reclusos les llaman “internos”.
    
    Me preguntas si creo que ha habido algún progreso entre la época de mi novela y la actualidad. Naturalmente que sí. Entonces, en la zona rural, los amos del pueblo eran el cacique y el cura. Por supuesto que hemos superado tal calamidad, pero aún falta mucho trecho para que se pueda hablar de un país aconfesional y completamente liberado de su pasado inquisitorial. Todavía pagamos entre todos, católicos y no católicos, los fastos del papado —se ha visto bien claro hace un mes—, los catequistas que van a los colegios —incluidos los públicos—, a fanatizar a los niños, etc. Puede que, si continúan en el mundo las escandaleras de curas y frailes pedófilos, se llegue mucho antes a un estado verdaderamente laico.
    
    EHH: Con esta novela has tenido amables críticas, como la de Antonio César Morón Espinosa, que te pone a la altura de Pío Baroja.
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Pío Baroja ha sido uno de mis grandes maestros. De Cervantes ya he hablado y de Voltaire no hace falta que hable porque todo el que haya leído alguno de mis libros habrá visto que mi ironía tiene mucho de volteriana. Respecto a las críticas yo le agradezco muchísimo a Antonio César Morón su aguda y pormenorizada crítica —casi un ensayo—, pero hay otras críticas que también tengo que agradecer: la de Remedios Sánchez, la de Fernando de Villena, la de Alberto Granados, la de Gregorio Morales, la de José Lupiáñez… Y también esta oportunidad que tú me das de poder expresar en tu revista digital mis ideas y pensamientos.
    
    EHH: ¿Algún proyecto entre manos?
    
    FRANCISCO GIL CRAVIOTTO: Después del Oratorio de las Lágrimas he publicado en la editorial Carena de Barcelona un libro de relatos, El Siglo que se nos fue, integrado por siete relatos que transcurren en siete momentos del siglo XX —otra vez aparecen las dos Españas— y ahora estoy embarcado en un ensayo crítico sobre Octave Mirbeau, un escritor muy poco conocido en España. Fue a raíz de las escandaleras de los curas y frailes pedófilos, cuando me vino a la cabeza escribir algo sobre la novela Sebastián Roch de Mirbeau. Es la historia de un niño, Sebastián, que entra interno en el colegio San Francisco Javier de Vannes (Bretaña) y un cura lo viola. Fue publicada en 1890. La primera obra literaria que se publica sobre el tema. Después pasé al estudio de otras obras de este autor y ya voy por noventa páginas sobre la novelística de Mirbeau. También tengo entre manos la biografía de uno de los pintores más importantes de Granada: José Hernández Quero.
    
    EL AUTOR:
    
    Francisco Gil Craviotto también es autor de las novelas Los cuernos del difunto (edit. Albaida) y La boda de Camacho (edit. Alhulia). Ha escrito las biografías Mesa de León, un periodista entre dos siglos (edit. Albaida) y Villar Yebra: su vida, su obra. (Col. “El Defensor de Granada”. Caja Granada).
    
    En el género del relato corto Mis paseos con Chica (edit. Alhulia) y La mano quemada. El ensayo Aquellos periódicos de nuestros abuelos (Catálogo exposición Seco de Lucena) así como cuentos infantiles como El caballero sin miedo (primera edición; edit. Port Royal; segunda. Edit. Ave María) o La princesa y el dragón. Es traductor y periodista, y publica habitualmente en la prensa granadina.
    
    Entrevistas coordinadas por Carolina Molina y Miguel Baquero.

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