GALES es uno de los cuatro países que conforman el Reino Unido, junto a Escocia, Inglaterra e Irlanda del Norte. Y al igual que las naciones federales, cada país tiene un ministerio de educación propio y define sus propias políticas educativas.
En Gales, como en otros países europeos, ha surgido una figura legal en la educación escolar muy cuestionada que se llama el Veto parental. Como su nombre lo dice, significa que los padres de familia pueden pedir a una institución educativa excluir a sus hijos de una clase que consideren polémica, que pueda afectar la formación familiar del hijo o que, a criterio de los padres, afecte las convicciones personales o familiares.
El veto parental se ha utilizado sobre todo, para excluir a los niños de las clases de religión, y se afirma que va en favor de la libertad religiosa que debe imperar. Pero en los últimos años también se ha utilizado para pedir que se retire a los estudiantes de las clases de educación sexual.
Por medio de una Ley que comenzará a regir, desde el 2021, el gobierno galés, eliminará el veto parental con el argumento que “los menores puedan aprender en la educación pública todo aquello que les ayude a discutir y entender sus derechos y los deberes de los demás”. Durante ocho semanas se abrieron las consultas públicas para escuchar las voces de diferentes sectores. La Ministra de Educación del país Kirsty Willams afirma que los padres tienen derecho al cuidado y la protección de sus hijos, pero a la vez se debe permitir a las escuelas del país la capacidad de procurar una educación amplia y equilibrada.
Al principio se pensó que las clases de educación sexual serían las que iban a generar mayor debate, pero resultaron ser las de religión. El gobierno considera que se debe eliminar la cátedra de educación religiosa orientada al cristianismo, por una cátedra que se llamará “Religiones, valores y ética”. Una visión secular que busca enseñar la historia de las diferentes religiones y vincularla con temas de relevancia como la ética y la construcción de valores, no religiosos, más enfocados en la ciudadanía.
Según fuentes del Ministerio de Educación de Gales, el país tiene 200 colegios religiosos que forman parte de la red de colegios públicos, y las polémicas vienen de ambos extremos ideológicos. Los conservadores y religiosos que no ven con buenos ojos que se elimine la enseñanza de la religión cristiana y se pase a una visión laica, y por otro, a de los grupos liberales y agnósticos que perciben con desconfianza como implementarán los colegios religiosos la cátedra del tema y el sesgo ideológico que le puedan imponer.
El asunto se torna complejo porque los promotores de eliminar el veto parental son los mismos que lograron las clases de sexualidad, planificación familiar y consentimiento de relaciones sexuales. El avance de la obligatoriedad en los temas de educación sexual se considera positivo, ya que en la vecina Inglaterra se aprobó la misma cátedra pero los padres podrán retirar de la misma a sus hijos menores de 15 años si lo consideran procedente.
La alta jerarquía religiosa del país ha presentado su oposición a la retirada del veto parental, y a la vez muestra preocupación por el giro que tomará la enseñanza de la religión. Lo cierto, es que 200 años después de la revolución inglesa, de la separación de la iglesia y el Estado, es hora que los Estados superen las presiones religiosas para la enseñanza en la escuela, y los debates que surgen hoy en países europeos demuestran que el camino para avanzar en las reformas educativas tomará tiempo.