El presidente de EEUU, Donald Trump, da un discurso en la Marcha por la Vida de Washington.
Antes de llegar a la Casa Blanca en el 2016 siempre se había mostrado partidario en sus intervenciones públicas del derecho a decidir de las mujeres. Pero ahora Donald Trump no solo se convirtió ayer en el primer presidente de Estados Unidos que participó en la Marcha por la Vida, que protesta desde hace 46 años en contra de la legalización del aborto en el país, sino que durante su mandato ha impulsado el movimiento pro vida en busca de votos.
Durante su discurso de ayer en el Mall de Washington aseguró que los «niños no nacidos nunca han tenido un mayor defensor en la Casa Blanca», y acusó a los demócratas de tener una posición «radical y extrema» sobre el aborto. «Me atacan porque estoy luchando por vosotros, y estamos luchando por aquellos que no tienen voz», arengó el presidente en medio de los aplausos y vítores de los asistentes, unos 100.000 según los organizadores.
Fueron diez minutos en los que el presidente estadounidense trató de poner en valor algunas de las medidas que ha ido adoptado desde que empezó su mandato para «apoyar a las familias y proteger a los no nacidos», así como los derechos de los trabajadores del sector sanitario de oponerse al aborto por razones religiosas. «La libertad religiosa está siendo atacada en todo el mundo, y muy especialmente en nuestro país», lamentó Trump.
La realidad es que su posición hace dos décadas era diametralmente distinta. En 1999 se describió a sí mismo en una entrevista en televisión como «muy pro-choice» y defensor de los derechos reproductivos de las mujeres. Pero cuando decidió luchar por la Casa Blanca en el 2016 aseguró que su posición había «evolucionado» y criticó el aborto salvo en casos de violación o incesto, en busca de apoyos en los sectores más conservadores del país.
Entonces necesitaba el respaldo de los votantes evangélicos para poder ganar a Hillary Clinton las elecciones y ahora que busca revalidar su mandato quiere consolidar esos apoyos durante su campaña para la reelección en los comicios de noviembre. Y lo está haciendo no solo con palabras y discursos, que viniendo de la clase política bien se las podría llevar el viento, pero también con gestos y decisiones de gran calado.
Durante su Administración, Donald Trump ha ratificado una ley que prohíbe el uso de fondos federales para realizar abortos o financiar organizaciones internacionales que lo apoyen, ha restringido las subvenciones a grupos como Planned Parenthood, la principal organización que apoya el derecho al aborto en Estados Unidos, y ha nominado a dos magistrados conservadores contrarios al aborto para formar parte de la Corte Suprema.
Precisamente este año el Alto Tribunal, que dispone ahora de una mayoría conservadora tras la entrada de los jueces Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, volverá a debatir sobre el aborto, que fue legalizado en el país en 1973 tras el histórico caso de Roe contra Wade, y deberá pronunciarse sobre una ley aprobada por el estado de Luisiana que prohíbe el aborto después de las seis semanas de gestación.