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Ni dogmas ni religión: en qué creen los jóvenes que nacieron tras el 2001 en Argentina

Tienen de 15 a 18 años, y la mayoría se define como ateo o agnóstico. Se profesan seguidores de la energía, las redes sociales o sus pares. Qué cuestionan.

i en los dogmas impuestos, ni –muchos de ellos– en las religiones tradicionales. Los hijos de la crisis de 2001, adolescentes de 15 a 18 años, dicen que, aunque traigan creencias adquiridas en los hogares o por cuestiones culturales, en su naturaleza está el cuestionamiento y prefieren trabajar para saldar las diferencias.

“Soy agnóstico, creo que está la posibilidad de que exista algo, quizá las energías, transmitir buenas o malas, pero no creo que ninguna religión lo explique”, se define Maico Martini Oro, un adolescente sanjuanino que participará, junto a otros 71 jóvenes, del parlamento juvenil que organiza el Inadi a partir de mañana y que presentará, esta vez, un proyecto de ley contra la discriminación por motivos religiosos (ver aparte). Algo similar piensa Sasha Heise, que vive en la provincia de Buenos Aires: “Mis creencias se basan en las energías: en que todos las tenemos y que, de cierta manera, se puede transmitir de forma positiva o negativamente. Creo en la reencarnación, en la vida después de la muerte, también. Estoy en desacuerdo con muchos de los principios que suelen inculcar (las religiones tradicionales) o la forma en que lo hacen. Pero no soy atea, ya que profeso mis propias creencias, que no son las más normales, pero que hay que respetar también”, asegura.

La discriminación por temas religiosos es uno de los principales motivos de denuncia por ciberbullying en el Inadi. Según un informe del Observatorio de esa institución, que abarca entre 2008 y 2017, la religión es el segundo motivo de discriminación en internet: es el 15% de las denuncias, antecedida solo por la diversidad sexual (21%) y precedida por los temas relacionados con nacionalidad y migraciones (10%).

“La adolescencia, si es sana, es un período de búsqueda y cuestionamiento. Cuando se es chico, las verdades que damos por sentadas son las que en general nos transmiten en nuestra casa quienes ejercen la función de progenitores. La adolescencia empieza a generar cuestionamientos por los contactos con otras cosas que a veces los padres no pueden controlar. Algo que hoy, con internet y las redes sociales, está más disminuido aún: se va perdiendo esa autoridad y es lógico que allí empiecen también a buscar definiciones del mundo”, puntualiza Damián Setton, especialista en sociología de la religión e investigador del Conicet.

Definidos

“Creo que en unos cuantos años las religiones van a dejar de existir y vamos a ser un poco más críticos, a manejar el mundo basados en lo que vivimos, lo que vemos; vamos a evolucionar”, agrega Oro. Las redes y quienes las hacen forman también parte del sistema de creencias de muchos jóvenes. Para la sanjuanina Luana Tello, por ejemplo, “los mensajes de algunos músicos que sigo, como Athenas o Sebastián Yatra, me ayudan a inspirarme, a creer en un mundo mejor”. Su compañero, Leonel Sarli, puntualiza: “Creo que las redes sociales son una puerta que abre a otra.  YouTube es uno de los portales, por ejemplo, al mundo de influencers. Siento que hoy en día los jóvenes los imitamos mucho”, agrega. Para Setton, el mundo de las redes es algo que los adultos deben considerar especialmente: “Si realmente un adolescente está expuesto a las redes, solo buscará cosas que tienen que ver con lo que uno ya piensa. Si uno escucha dos personas con opiniones contrarias, en lo que se cree es en quien dice lo que uno ya piensa anteriormente”.

En la mira

Otros, por su parte, sí dicen sentirse observados por profesar una religión tradicional: Giselle Barrios, de Salta, dice: “Soy evangélica, de las que dicen ‘aleluya’ y lamentablemente en mi propia comunidad religiosa muchos se creen superiores a otros que son ateos o agnósticos y critican a otros, más preocupados por hablar de los tatuajes o de la vestimenta que del amor y la gracia”. “En lo personal, creo en Dios y soy católica. Pero para mí, en cuanto a la fe, nosotros los adolescentes estamos cuestionando bastante, estamos perdiendo su valor. Somos conscientes de que tenemos la libertad de pensar, de creer”, cuenta Luz Salazar Rodríguez, de Tucumán. Para Aníbal Gutiérrez, director de Promoción y Desarrollo de Prácticas contra la Discriminación del Inadi, “es fundamental que los jóvenes desde la creencia o no a un culto sean capaces de construir una sociedad inclusiva”. “Hoy llama más la atención alguien que dice que cree en Dios”

“Admiro el cuestionamiento de los jóvenes de hoy. Yo pertenezco a ese grupo, pero esos mismos cuestionamientos llevaron a desvalorizar algunas creencias. Hoy llama más la atención alguien que dice que cree en Dios a quien dice que no, que no cree, que no se identifica con ninguna religión”. Quien habla es Brisa Sansone, quien participará desde mañana junto con otros 71 adolescentes de entre 15 y 17 años de la quinta edición del Parlamento Federal Juvenil del Inadi, que incluye una sede porteña y otra en La Plata, y termina el viernes. Los chicos fueron seleccionados por sus ensayos sobre las distintas temáticas que trabaja el instituto, y el proyecto de Sansone, entre los más de mil enviados desde todos los puntos del país, se tratará este año. Plantea el “rechazo a toda forma de discriminación religiosa, hostigamiento, violencia y exclusión”, y apunta a “desarrollar acciones para cumplir derechos de convivencia solidaria y respetuosa de la diversidad religiosa” en todo el país.

La historia de la joven es particular: nació en Salta en enero de 2002, en plena crisis, y cree haber vivido los primeros tres años de vida sin identidad, ya que su DNI tiene una numeración con 46 millones, que usan quienes nacieron en 2005. No recuerda nada de esa época y no preguntó nunca sobre esos años a su familia actual, la que la adoptó cuando estaba por cumplir cuatro años y la llevó a vivir a San José del Rincón, en Santa Fe. Vive con una familia católica y se quiere convertir al judaísmo, inspirada en las charlas con su hermano mayor ya que ambos asisten a un colegio de la comunidad judía. “Sufrí discriminación por mis creencias y creo que la discriminación viene con una máscara; la de la burla, del humor negro. Hay mucho desconocimiento”, asegura.

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