El histórico acuerdo para el nombramiento obispos alcanzado entre China y El Vaticano representa un indudable triunfo para Pekín, según señalan expertos y religiosos asiáticos, ya que abre el camino hacia un futuro reconocimiento diplomático por parte de la Santa Sede y a arrebatarle a Taiwán a su principal aliado en Europa, mientras que el papa Francisco, gran impulsor del acercamiento, está cosechando críticas por no haber exigido a cambio que se acabe con la persecución contra los católicos de las autoridades chinas.
«Es difícil no ver un primer paso» hacia la restitución de las relaciones diplomáticas, interrumpidas desde 1951, indica en declaraciones a AFP el especialista en China de la Universidad de Nottingham Jonathan Sullivan, sobre el acuerdo provisional firmado este sábado.
Aunque apenas han trascendido detalles concretos del acuerdo, la Santa Sede ha confirmado que Francisco reconocerá a siete obispos chinos y a un octavo a título póstumo nombrados por Pekín que hasta ahora no contaban con el aval vaticano, un gesto que apunta hacia la unificación de los doce millones de católicos de China, que en estos momentos se dividen entre la Iglesia Patriótica Católica, creada en 1949 y controlada por las autoridades de Pekín, y la Iglesia romana, cuyos fieles deben mantenerse en la clandestinidad.
Sin embargo, son numerosas las voces que señalan que El Vaticano no ha conseguido a cambio ninguna garantía sobre la libertad religiosa, formalmente reconocida en la Constitución china, si bien determinadas confesiones son perseguidas, como el islam o el catolicismo. En este último caso, la persecución se traduce en la detención e intimidación de curas y obispos, el derribo de iglesias alegando que son ilegales , la confiscación de cruces o la obligación de sustituir retratos de Cristo por el del presidente chino, Xi Jingping.
Críticas a la Santa Sede
La política del Gobierno comunista busca una asimilación de lo religioso a la idiosincrasia china, de forma que, por ejemplo, los templos deben exhibir la bandera nacional y ocultar los símbolos religiosos hacia el espacio público. Así lo recordaba el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, este viernes, denunciando que Pekín «cierra iglesias, quema biblias y obliga a los fieles a firmar papeles por los que renuncian a su fe».
Así, no es extraño que los fieles católicos chinos se pregunten qué ha logrado El Vaticano a cambio de reconocer a los obispos chinos: «Estamos muy decepcionados por la decisión del Vaticano de firmar un acuerdo de este tipo con el Gobierno chino. Le falta transparencia», criticaba este domingo, según recoge Efe, el presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la Diócesis Católica de Hong Kong, Porson Chan, que reclamaba a la Santa Sede «que garantice que el Gobierno chino respetará la libertad de los católicos en China».
«El Vaticano debería pedir al menos al Gobierno chino que libere a todos los obispos y sacerdotes detenidos y desaparecidos, y detenga la intimidación contra ellos», exigía el líder de la diócesis católica en Hong Kong. También el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, considera el acuerdo una falta de respeto a aquellos católicos encarcelados u obligados a vivir en la clandestinidad en los últimos años.
La directora de la organización no gubernamental Human Rights Watch en China, Sophie Richardson, ha sido aún más dura en su cuenta oficial de Twitter: «Es impresionante la profunda falta de preocupación de la Santa Sede por los católicos perseguidos en China», escribía tras conocer el acuerdo.
Preocupación y esperanza entre los fieles
La preocupación también era palpable entre los católicos de base: «Quizás este acuerdo arregle la cuestión de los siete obispos, pero no cambia en nada el verdadero problema ni la situación de la Iglesia», recalcaba la agencia AFP un sacerdote del culto romano, que convive con la clandestinidad.
Porque los fieles que deciden entregar su devoción al culto vaticano acuden a misas que se celebran en casas, aunque cambian regularmente de lugar para evitar ser detectados por el Gobierno por miedo a ser detenidos por participar en ceremonias no oficiales. Una de ellas es Xu Yang, nombre ficticio de una católica consultada por Efe, que, pese a todo, confía en el papa Francisco: «Si lo decide el papa así, debe tener su razón. Lo que tenemos que hacer es obedecerle».
Algunas fuentes avanzan que, aunque el Gobierno comunista tendrá ahora potestad para designar a los obispos, también reconocerá la autoridad del papa -algo que hasta ahora no hacía- para pronunciarse sobre estos nombramientos.
De hecho, también hay católicos que confían en que el acercamiento permita acabar con la división y con las persecuciones: «Las dos partes empiezan a dar un paso adelante. Esto puede ser importante para la integración de los católicos en China», asegura a Efe Xiao Li, católica residente en Pekín.
Una amenaza para Taiwán
«Es cierto que se destruyen decenas de iglesias, al menos parcialmente. Pero otras miles siguen en pie o se están construyendo», asegura a AFP el sinólogo italiano Francesco Sisci, de la Universidad Popular de Pekín. «No será fácil, pero si El Vaticano no intenta hacer algo ahora, ¿cuándo lo hará?», se pregunta Sisci, antes de apostillar que «las dos partes tienen mucho que ganar».
Para China, incluso, hay un aspecto que va más allá de la cuestión religiosa: la posibilidad de arrebatarle a Taiwán a su principal aliado diplomático, puesto que El Vaticano es uno de los 17 países, y el único en Europa, que reconocen a la República de China, el Gobierno establecido por los nacionalistas chinos en la isla, que Pekín considera parte de su territorio.
Para establecer relaciones diplomáticas, China exige a cualquier país que no reconozca a Taiwán, por lo que el Gobierno de Taipei tiene razones para la inquietud, aunque este sábado aseguraba que la Santa Sede le ha dado garantías de que no hay un cambio de postura. “»No está en el orden del día, pero China no oculta su intención de apropiarse del principal aliado de Taiwán», señala Jonathan Sullivan.
Sería «un golpe muy duro para la diplomacia taiwanesa», asegura a AFP el especialista en religiones de la Universidad de Hong Kong Ying Fuk-tsang. Pero sería también el único camino para que Francisco, que desde que llegó al trono de Pedro en 2013 ha multiplicado los gestos hacia Pekín, consiga hacer realidad su sueño confeso de visitar China como papa.