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Las órdenes religiosas se mueren

Albino García, prior de la extinta comunidad jesuita de Palencia. (David Brunat)

Las grandes congregaciones viven una debacle en España debido a la falta de jóvenes dispuestos a la vida casta y monacal. Solo la ayuda de personal seglar les permite sobrevivir

Casi todas las órdenes religiosas en España están gastando todos sus bienes en el cuidado de sus enfermos y ancianos. Se están muriendo, literalmente, porque no son capaces de atraer a los jóvenes. Algunas órdenes suman 800 años de historia, como los dominicos, agustinos y franciscanos. Otras más de 500 años, como los jesuitas. Pero en 20 años, 30 a lo sumo, podrían convertirse en un vestigio de la historia, víctimas de un país que vivió abrazado al catolicismo y en cuestión de unas décadas se ha secularizado casi por completo.

«Hemos de estar dispuestos a saber ir muriendo», sentencia José Ignacio González Faus, teólogo, profesor y destacado jesuita. «Es un fenómeno que tiene muchas causas y sería simplista reducirlo a una sola. No es exclusivo de España, sino de toda Europa. Algunas causas son el paso, en España precipitado, de una sociedad nacionalcatólica a otra laica; la aparición de una sociedad ‘líquida’, sin más valores reales que el dinero y el consumo; la culpa de la Iglesia por no saber evolucionar a tiempo. Y en España también una cristianofobia sutil. Conviene no dejarse ninguna».

Reciente encuentro de la Compañía de Jesús en España con su Padre General, Arturo Sosa. (InfoSJ.es)
Reciente encuentro de la Compañía de Jesús en España con su Padre General, Arturo Sosa. (InfoSJ.es)

En los pasillos de la residencia jesuita de Palencia reina el silencio. La biblioteca está vacía, los muebles e imágenes sagradas han sido empaquetadas y donadas a otras comunidades. La Compañía de Jesús llegó a esta ciudad en 1577 y se marchó este sábado. Una misa de despedida en la iglesia de San Francisco puso punto y final a la relación de la compañía con la ciudad.

«Es una decisión muy triste, pero nosotros ya no podemos más. Solo quedamos ocho jesuitas, uno de 95 años, otro de 93, 91, 85. No tenemos edad para dar clases en las escuelas y tenemos las fuerzas físicas que tenemos. Dejamos un legado de cuatro siglos y a mucha gente que continuará nuestra labor desde fuera. Espero que en el futuro, cuando la gente pase frente a la residencia y la iglesia, diga ‘mira, aquí estuvieron los jesuitas'», dice con aire de nostalgia Albino García, prior de la comunidad.

Sacristía de la iglesia de San Francisco, en Palencia, casa de los jesuitas. (D.B.)
Sacristía de la iglesia de San Francisco, en Palencia, casa de los jesuitas. (D.B.)

La Compañía de Jesús tenía a inicios de este año a ocho novicios formándose en España. De estos, solo la mitad darán el paso definitivo y aceptarán, de por vida, los votos de castidad, pobreza y obediencia. La Orden Franciscana no superaba hace unos meses los cinco novicios. Los agustinos se reforzaron también con cinco el último curso, solo dos españoles. Los dominicos hicieron la gesta de dar hábitos a seis jóvenes en 2016, cuatro de ellos latinoamericanos. Es decir, un puñado de jóvenes para tomar el testigo de cientos de frailes cuya edad media supera los 70 años. Los números hace muchos años que no salen.

«Todas las órdenes estamos en el mismo saco, conozco a varios agustinos viviendo en pisos de ancianos, por ejemplo. El nuevo ritmo de vida nos ha sobrepasado. Antes la familia era de un modo, pero ahora lo religioso está en segundo plano. Quien conserva las parroquias e iglesias son solo las generaciones mayores. Nosotros no tenemos relevo, pero las diócesis no están mucho mejor», prosigue García, quien a sus 74 años es el segundo más joven de su ya extinta comunidad. En adelante, seguirá su labor en Burgos. Tres compañeros se mudarán a la comunidad de Villagarcía de Campos (Palencia) y otro a La Coruña.

Emilio Vega y Albino García en el exterior de la iglesia de San Francisco de Palencia. (D.B.)
Emilio Vega y Albino García en el exterior de la iglesia de San Francisco de Palencia. (D.B.)

Seglares al rescate

Las órdenes religiosas reconocen la situación de emergencia. Saben que en breve será una rareza ver religiosos con sotana en España, ya sea dando clases en escuelas e institutos, ayudando a pobres y migrantes o dando consuelo espiritual a quien lo necesite. Por eso, desde hace años se apoyan en personal seglar para sostener sus actividades, en especial la docencia. Así se aseguran cierta continuidad en el tiempo de sus escuelas, sus asociaciones benéficas y ONG. La visión espiritual de la orden, sin embargo, corre el riesgo de diluirse hasta perder su esencia. Ese, más que el envejecimiento, es el gran miedo de todas ellas.

«No somos importantes. Desde luego, no con el peso de otras épocas o de otra sociedad. Y en ese sentido no lo digo con pena ni con nostalgia. Seguimos teniendo un peso grande en el mundo de la educación. También creo que es muy significativo el compromiso social, por ejemplo con los temas de migraciones, la denuncia de los CIE (ahora mismo se está presentando en distintas ciudades el informe anual sobre dichos centros, tras presentarse el pasado 7 de junio en el Senado). No debemos pensar en revertir la situación a un estado anterior, sino en encontrar el camino hacia un futuro donde podamos seguir teniendo una misión, un lugar y una palabra que decir», indica José María Rodríguez Olaizola, portavoz de la Compañía de Jesús en España.

Toma de hábito de seis dominicos en Sevilla en 2016. (Dominicos)
Toma de hábito de seis dominicos en Sevilla en 2016. (Dominicos)

«En el lado de los sacerdotes diocesanos [las parroquias] no hay una debacle tan absoluta porque aún hay vocaciones ligeras. En 30 años quedarán solo la mitad, eso es grave pero replanteable. Pero lo de las órdenes religiosas es terrible porque necesitan tener gente. La Iglesia puede tener un sacerdote para una docena de pueblos, pero una orden es más compleja, requiere de muchas personas para formar una comunidad, convivir y llevar a cabo su misión. Hay órdenes que ya son conscientes de que van a desaparecer», explica José Ramón Navarro, periodista experto en formación religiosa. «El 80% de los conventos de religiosos estaban en España, siempre fue un gran vivero. Ahora hablamos de que quizá se cierra un convento a la semana», señala.

Cuesta imaginar a un adolescente actual dispuesto a pasar el resto de su vida rigiéndose por los valores de los frailes mendicantes de hace cinco siglos. Incluso de hace cincuenta años. «Antes en una familia de seis hijos ya se sabía que uno iba para fraile, no hacía falta que nadie viniera a explicarte por qué. Pero hoy, si un hijo único dice que quiere ser religioso le ponen una zancadilla. Antes ibas por las escuelas y salían novicios de 30 en 30. Ahora en las escuelas no es que no haya niños con vocación, es que ni siquiera hay religiosos. Todos son profesores laicos, aunque muy bien preparados. Ahora los niños y padres de familia no han visto una sotana y un fajín en su vida. Es muy duro», explica el prior jesuita de Palencia.

La docencia es el gran pilar en el que se sustentan las órdenes más importantes. (Ciudad Ciencia)
La docencia es el gran pilar en el que se sustentan las órdenes más importantes. (Ciudad Ciencia)

Navarro incide en este cambio social: «La situación económica en la España de posguerra favorecía que una familia de agricultores mandara a uno de sus hijos a una orden para darle una educación y que se desarrollase como persona. De ahí el gran incremento de todas las órdenes en los años 50 y 60, vocaciones todas procedentes de entornos rurales. Esos niños son precisamente los que hoy aguantan las órdenes en edad de jubilación. España ya no sufre esa necesidad económica y la sociedad ha evolucionado mucho. Hoy nadie quiere comprometerse de por vida con nada, y menos para entrar en un monasterio, vivir célibe y ser pobre», resume.

Los jesuitas, además, se encuentran con un problema agregado, fruto, paradójicamente, de su visión progresista y apego a los problemas sociales: si hoy un joven siente la vocación de ayudar a los más necesitados, a los migrantes, refugiados y marginados en los lugares más recónditos del planeta, dispone de un gran ramillete de ONG a las que aportar su trabajo altruista, sin las fuertes restricciones personales y sentimentales que exige militar en la Compañía de Jesús. Lo mismo se aplica a otras órdenes de carácter más contemplativo en monasterios y conventos.

Un grupo de franciscanos visita al Papa Francisco.
Un grupo de franciscanos visita al Papa Francisco.

«Solo las órdenes nuevas están teniendo algo de tirón entre los jóvenes. Un ejemplo es Iesu Comunio, donde todo son chicas jóvenes con las que cualquier joven se puede identificar. Por eso es normal que si un adolescente tiene vocación religiosa opte por entrar en estas nuevas congregaciones en lugar de en una comunidad llena de jubilados. Un chico en clase puede conectar con un profesor de 30 años que le explica lo que hace en las misiones, pero no con un hombre de 70 años que le cuenta batallitas. Es muy difícil romper ese ciclo ya para las órdenes tradicionales», apunta Navarro. El caso de Iesu Comunio es un símbolo claro de la debacle: ha despertado un enorme interés de los medios de comunicación y cierto asombro social por algo tan obvio hace unos años como es que un centenar de jóvenes ingresen como novicios en una orden religiosa.

Jóvenes monjas de la congregación Iesu Comunio.
Jóvenes monjas de la congregación Iesu Comunio.

Así, mientras estas órdenes menores proliferan, la mayor congregación de religiosos de España, la jesuita, disminuye a un ritmo de 60 bajas anuales, ya sea por fallecimiento o renuncia. Hoy cuenta 970 miembros en nuestro país, que llegó a superar los 4.000 efectivos. A nivel global su salud es algo más fuerte: unos 16.000 jesuitas se reparten por los cinco continentes, lejos de los 36.000 que llegaron a vestir el hábito de San Ignacio de Loyola en su etapa de mayor esplendor entre los años 50 y 60.

«Quizás sea esa la única manera de ‘desoccidentalizar’ el cristianismo y crear un cristianismo más asiático y más africano», lanza entre optimista y resignado González Faus. «Un solo ejemplo: en Vietnam, con muchos menos católicos que España, hubo un año que tuvimos 100 solicitudes para entrar en la Compañía. Solo admitieron a 15, pero el dato es significativo de ese desplazamiento lento del cristianismo«.

Trabajador del Servicio Jesuita a Refugiados en Venezuela. (SJR)
Trabajador del Servicio Jesuita a Refugiados en Venezuela. (SJR)

«La colaboración con los laicos es algo que avanza», admite Rodríguez Olaizola, portavoz de los jesuitas. En España se calculan unos 10.000 laicos trabajando o colaborando de algún modo con la compañía, y ya son pieza fundamental para su existencia. «También es cierto que necesitamos repensar nuestras presencias. Es posible que no tengamos que seguir en los mismos lugares. Es más, hay nuevos lugares donde vemos que tenemos que estar, como es Internet. Estos días, por ejemplo, nos despedimos de Palencia. Ahí tenemos que ser muy lúcidos a la hora de discernir dónde debemos, podemos y tenemos que estar, y dónde hemos cumplido ya nuestro ciclo».

Mientras en Palencia los ocho religiosos hacen las maletas, la misión jesuita se desplaza a los nuevos puntos de conflicto como el Mediterráneo o los centros de refugiados del subcontinente indio. España, para bien o para mal, ya no es ni vivero ni prioridad para todos ellos.

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