Tampoco sobre la ineficacia o nocividad de esta cuestión para la educación se ha pronunciado la Pedagogía como ciencia. Sí lo hicieron, relativamente, intelectuales y pedagogos distinguidos que jalonan la historia de la educación de la conciencia, como Guillermo de Ockham en la Edad Media, un antecedente del laicismo, o Condorcet en la Francia posrevolucionaria, alguna de cuyas propuestasen este sentido no hemos superado.
Para que hoy algún autor actual lo haga, casi se hace preciso que esté ideologizado (por ejemplo, que sea laicista, progresista, sociocrítico, ateo, antisistema, etc.). Nosotros reivindicamos un pronunciamiento diáfano de la Pedagogía como ciencia y, para ello, exhortamos a la investigación científica en este sentido. También para esto razonaremos desde el enfoque de la educación
radical e inclusiva que se propone.
Nuestra perspectiva se basa en observaciones relacionables con la formación. Algunos argumentos abiertos a un debate fundamentador podrían ser:
– Las religiones, especialmente las religiones con uno o varios dioses y/o con una o más divinidades, son entidades construidas ad hoc; esto es, intencionalmente, a lo largo del tiempo, normativa, dogmáticamente, etc.).
– ‘Saben’ lo que dicen con certeza. Por eso, eluden tanto la duda como el reconocimiento de que ignoran por completo lo intangible a lo que se refieren.
– Ahí radica su mayor problema: la naturaleza de su andamiaje determinativo coadyuva a su clientela a optar por la dualidad: o bien por la fe ciega, o bien por el reconocimiento de una estafa organizada y articulada sobre un programa de inducción a la ficción vivido como real. La primera actitud permite su continuidad como sistema egocéntrico. La segunda se omite, pese a poder llegar ser su reconocimiento una de las características de un sistema maduro (Herrán, 2011c).
– El discurso de las religiones con un Dios y/o divinidad construidos ad hoc se basa en un saber asegurado y con garantías incomprobables paulatinamente inventadas y con harta frecuencia manipuladas a conveniencia. Al hacerlo, su discurso transcurre de fuera a dentro, sin presentar vacilación o titubeo. Debe convencer: para ello ha de atravesar el estrato de razón analítica y crítica e inocularse directamente en el ámbito de la creencia emocional como credo. Para quienes se identifican con ello, ese saber innegable es, además, la única verdad. Y todas estas religiones están convencidas de lo mismo. Por mor de su ego colectivo, son como niños de cuatro años jugando al fútbol o detrás de una pelota: cuando van corriendo tras ella, todos creen que son el centro del juego, todos que los demás les acompañan, y todos piensan lo mismo.
– La verdad de las religiones con Dios requiere que sus ismos graviten políticamente en torno a un punto de vista (inter)subjetivo, sesgado y narcisista con base en doctrinas y para el adoctrinamiento, fomentadas, emitidas y avaladas por una organización rentable o eficaz encargada de su dirección y gestión. Estas jerarquías son estructuras egocéntricas, lo que les aleja de su propia educación y acerca a la incoherencia.
– Como estas religiones basan su saber en el creer, su metodología es opuesta a la ciencia. En efecto, primero concluyen y luego apoyan o fundamentan sus suposiciones con lo que más conviene, sea social o arbitrario. Después, elaboran sus creencias, vía mal uso de la creatividad, de modo que finalmente sus productos son bebidas zero, esto es, sin un miligramo de incertidumbre o inseguridad.
– El resultado genera en los usuarios identificados, necesariamente, un vacío esencial que sólo ellas manifiestan poder volver a llenar. Su diseño es como el de los refrescos concebidos para producir más sed cuanto más se bebe, con la única intención de ser quienes más venden. Poco les importa el daño a la salud que su ingesta produce, y que podría certificar cualquier médico o dietista no vendido a esa marca o las afines. La prioridad es que este vacío inducido no se reconozca, que no pase a la conciencia.
La cuestión es esta: la Medicina se pronuncia y afirma que las bebidas carbónicas no son saludables. ¿Por qué la Pedagogía no hace lo propio con claridad, pensando en este y otros saberes para la educación y la formación?
Quienes desarrollan su saber sobre un creer o quienes sólo creen que saben que saben, no pueden cuestionarse. Su maquinaria adoctrinadora, compuesta de medias verdades, certidumbres, dogmas, tergiversaciones y motivaciones narcisistas, egocéntricas y políticas duales, no funcionan con ese combustible. Toda aquella enseñanza que no incorpore la duda como principio didáctico consolida el ego, cierra la razón, no abre la conciencia.
Las alas del ingenio de cera del padre de Ícaro no podían acercarse al sol. No sólo no eran confiables. Es que no eran válidas. Más adelante, quedarán como anécdota histórica en los libros de mitología. El problema es el precio deformativo que durante el camino se paga y que, con frecuencia, afecta a toda la vida.
Como decimos, la Pedagogía no se pronuncia, tampoco denuncia, ni ayuda a ver esta posibilidad. Con la mirada puesta en la formación, nuestra conclusión es que hay argumentos de sobra para su pronunciamiento, como ámbito científico, contrario a la enseñanza de las religiones, especialmente los mono o politeísmos con Dios, dioses y divinidades varias, al menos en los centros que se tengan a sí mismos como educativos. La razón es obvia: no tiene sentido su enseñanza para la formación, porque su destino no es la educación, nunca lo ha sido. Es el adoctrinamiento. Y nada hay más lejos de la educación que el adoctrinamiento.
En todo caso, siendo realistas y puesto que lo que se propone es sólo planteable de forma gradual, las religiones y sus confesionalismos podrían ser soluciones provisionales –desde su relativa validez como escuelas o vías de ego y de conciencia a la vez-, durante un tiempo. Pero dejando claro que el camino de la conciencia no termina ni es ‘hacia ellas’, sino, en todo caso, puede ser ‘desde ellas’ y hacia un estado interior -que pudiera estar, en algunos casos, hasta agradecido hacia ellas-, descondicionado y consciente que, necesariamente, es el camino en soledad. Dicho de otro modo, su permanencia en ellas requiere una identificación y un condicionamiento incompatibles con la educación o la formación plena o el autoconocimiento, del mismo modo a como con flotador no es posible bucear ni nadar bien, aunque, a lo mejor, se aprendiese a nadar con él.
Quizá la Pedagogía no se haya pronunciado hasta ahora sobre este saber por falta de voluntad. Quizá haya sido porque no se disponga de fundamentación pedagógica que asocie la naturaleza de la educación y la formación plenas, el constructo egocentrismo o ego (personal, colectivo, sistémico, institucional y docente), la conciencia, el autoconocimiento y el estado consciente. Si fuera así, se confirmaría que a la Pedagogía le faltan las vocales del abecedario para la educación esencial, y que aún no se ha dado cuenta de ello. También es posible que nosotros estamos equivocados.
Agustin De La Herrán Gascón.
Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Didáctica y Teoría de la Educación Facultad de Formación de Profesorado y Educación. Universidad Autónoma de Madrid.
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Este texto es parte del libro “Fundamentos para una Pedagogía del saber y del no saber”, que puede descargarse gratuitamente de: https://goo.gl/owwaW4
Se propone un cambio radical en el enfoque de la educación y una alternativa para la Pedagogía, desde una ampliación de la mirada hacia el mismo fenómeno.
Parte I: DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO
Introducción
La normalidad en la educación como substrato del problema
Algunas explicaciones por las que la educación se basa en el saber y por ello se limita
A modo de conclusión
Parte II: ALTERNATIVAS
Introducción
Un significado amplio de ‘saber’
Saber más allá del ser humano
Saber como ciencia y sabiduría
Para una cartografía del saber
Saber y ser
Saber y despertar
Enseñanza, mente y conciencia
Crítica a dos saberes escolares pseudoeducativos: bilingüismo y religiones
A modo de conclusión