Las mujeres ultraortodoxas tienen condicionados muchos aspectos de su vida diaria en base a la interpretación de los textos sagrados judíos, que establecen desde que sean ellas quienes sustenten económicamente a las familias a que no puedan cantar en presencia de hombres
Un reputado rabino ordenó recientemente a los varones y mujeres ultraortodoxos que caminaran por aceras diferentes en algunas calles de Jerusalén y de Bnei Brak, un suburbio religioso de Tel Aviv. El motivo de esta orden, que finalmente no prosperó, era evitar el roce o el mero contacto visual entre hombres y mujeres.
En los autobuses públicos que cubren rutas con salida o destino en los barrios religiosos de todo Israel es normal que la parte trasera del vehículo esté reservada para las mujeres, mientras que en la parte delantera viajan los hombres. Esto es así para que los hombres no vean a las mujeres si levantan la vista.
El judaísmo es una religión hecha para que el hombre no peque, y las mujeres deben intentar que sea así. Una mujer, por ejemplo, no puede cantar en presencia de hombres puesto que los estaría incitando al pecado. En cambio, sí que puede cantar si la audiencia es exclusivamente femenina. Si un hombre se cruza con una mujer por la calle a menudo mirará al suelo o al cielo para evitar ver el cuerpo femenino, que invita al pecado.
Una mujer casada no puede salir a la calle sin cubrirse el cabello, porque también estaría incitando al hombre a pecar. Su cabello solo lo puede ver su esposo, así que cuando sale a la calle debe cubrirlo con un pañuelo o con una peluca, o bien rapárselo a cero. Ciertamente, la peluca puede resultar para los hombres más excitante que el cabello natural de la mujer, pero eso no tiene nada que ver con la interpretación literal de la ley judía que prohíbe explícitamente que no se les vea el cabello propio, no la peluca.
En el gobierno israelí hay dos partidos ultraortodoxos que forman parte de la coalición que sustenta al primer ministro Benjamín Netanyahu. Tienen una enorme fuerza política puesto que su salida de la coalición dejaría al gobierno en una situación muy precaria, y aprovechan esta circunstancia para conseguir sus objetivos.
Una parte considerable de las mujeres ultraortodoxas trabaja para sustentar a la familia, que suele ser muy numerosa, mientras el marido dedica todo su tiempo a estudiar el Antiguo Testamento y el Talmud, uno de los libros más controvertidos de la historia y que se estudia con ahínco en todas las escuelas rabínicas.
Las mujeres ultrortodoxas que trabajan, aunque están cargadas de hijos, lo hacen con satisfacción personal, con orgullo, con el convencimiento de que están haciendo algo positivo para sus familias puesto que permiten que sus esposos acudan a las escuelas rabínicas desde la mañana a la noche. Desde niñas se les ha educado de esta manera y es algo que no se cuestionan.
La población judía ultraortodoxa constituye aproximadamente el 11% de la población de Israel. Suele vivir concentrada en barrios específicos en las grandes ciudades y también hay asentamientos ultraortodoxos en algunas colonias judías de los territorios palestinos ocupados. Acostumbran a ser familias que con frecuencia pueden alcanzar los ocho hijos o más.
Las mujeres ultraortodoxas se visten con extrema modestia, de manera que solo muestran el rostro y las manos cuando salen de casa. Cuando tienen la menstruación tienen prohibido el contacto con sus esposos y al término del periodo deben bañarse en un baño denominado ‘mikva’ siguiendo un ritual de purificación.
En las comunidades ultraortodoxas las mujeres no escogen a sus esposos. Son los padres los que hacen de mediadores y los rabinos quienes santifican la unión. A menudo, cuando tiene lugar la boda, las mujeres y sus parejas apenas se han visto hasta entonces. Muchas de estas familias son pobres y viven de las ayudas que reciben del estado.
Un caso dramático es el de las ‘agunot’, que son mujeres a las que sus esposos se niegan a conceder el divorcio. Estas mujeres, aunque viven separadas, no pueden contraer matrimonio religioso con otro hombre puesto que en Israel es el rabinato el que controla estrictamente los matrimonios y no es posible casarse sin haber obtenido antes el divorcio formal.
“Palizas, brutalidad sexual, crueldad, privación de los derechos, uso de la mujer como un mero objeto sexual: todo eso está en el Talmud”, escribió el periodista Kadid Leper en un artículo publicado en Hair en 1997. Leper estudió muchos años en una escuela rabínica antes de hacerse secular.
“Según la ley judía, el lugar de las mujeres está en los cubos de basura, junto con el ganado y los esclavos. De acuerdo con la religión judía, los hombres adquieren a sus esposas como esclavas para toda la vida a cambio de darles alimentos y vestidos, y a cambio de ofrecerles el acto sexual”, añadía Leper.
Aunque existen otros muchos testimonios en la misma línea, las autoridades israelíes ignoran este asunto puesto que un enfrentamiento con los ultraortodoxos no es algo que desean. En realidad, existen comunidades ultraortodoxas que viven dentro de Israel pero formando una especie de estado separado, con sus propias normas, que son las que interpretan los rabinos sentados frente a los textos religiosos.