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Bergoglio en Portugal 2017

El Papa reaviva la «farsa y el negocio» del milagro de Fátima con la canonización de dos niños

El Papa viaja a Fátima, el primer santuario de Europa en número de peregrinos, y hará santos a dos niños que vieron supuestamente el milagro
«Es evidente que se trató de una experiencia religiosa de niños y al estilo de los niños», dice el teólogo portugués Anselmo Borgues, «y todos los niños son santos porque son puros e inocentes»
Este fin de semana irá medio millón de personas: los alojamientos han inflado sus tarifas hasta alcanzar los 3.000 euros por dos noches

Este viernes, el Papa Francisco ha viajado al santuario de Fátima (Portugal) para celebrar el centenario de las «apariciones» de la Virgen a tres pequeños pastores, a quienes reveló varios secretos (las dos guerras mundiales, el auge y caída del comunismo o el atentado contra Juan Pablo II).

El sábado, en el primer santuario en número de peregrinos de Europa, Bergoglio canonizará a dos de esos niños, Jacinta y Francisco Marto, que murieron poco después de las visiones marianas. Lucía, la otra vidente de Fátima, sobrevivió, se hizo monja y vivió hasta 2005 como la custodia de los secretos de la Virgen.

No son los primeros menores en subir a los altares, y tampoco serán los últimos, pero la canonización de los niños de Fátima ha vuelto a desatar el debate. ¿Se puede canonizar a un niño? ¿Acaso no todos los niños son «santos», por su pureza, ingenuidad e ignorancia? El Código de Derecho Canónico no impone ninguna edad mínima para la canonización, solo demostrar la santidad de una vida ejemplar y, posteriormente, sendos milagros (uno para la beatificación, salvo que se trate de un mártir; y otro, para la canonización).

«Todos los niños son santos porque son puros e inocentes», destaca el filósofo y teólogo portugués Anselmo Borgues. A lo largo de la Historia, la Iglesia ha canonizado a muchos menores. Sin embargo, una creciente corriente teológica postula que estos niños, como muchos otros canonizados, no pudieron tener tiempo de tener una vida que sirva de ejemplo a los demás. Su única virtud fue la de estar en el momento adecuado en el instante preciso. Ser «elegidos» por la Virgen como altavoz y mensajeros de sus palabras.

Salvación de un niño en Brasil

En el caso de Jacinta y Francisco Marto, que fallecieron apenas unos meses después de las supuestas apariciones, el milagro que los llevará a la santidad es, curiosamente, el de otro niño, el brasileño Lucas Baptista, cuya historia había estado envuelta en el secreto hasta ahora.

El padre del niño dijo que en 2013, su hijo, entonces de cinco años, cayó desde una ventana en la casa de la familia en Brasil mientras jugaba con su hermana menor, Eduarda. Seis metros y medio de caída. Los padres y las carmelitas brasileñas rezaron a los pastorcitos por la salud de su hijo. «Él está completamente bien… sin efectos posteriores. Lucas está como antes del accidente», dijo su padre, presente junto al menor en Fátima y que estará presente en la canonización. «Los médicos dijeron que no podían explicar su recuperación».

«Sinceramente –reprocha Borgues– espero que esta canonización sirva para llamar a que se salven a todos los niños del mundo, para acabar con la violencia, los abusos, el tráfico, el trabajo infantil y la explotación de todos los niños del mundo. Que se acabe, de una vez por todas, con la tragedia de que mueran de hambre 10.000 niños al día en el mundo… Si se concretase este salvamento de los niños, ése sí que sería el auténtico milagro de Fátima».

¿Realmente se apareció la Virgen a los pastores en Fátima? Cien años después, la pregunta ha dejado de ser un tabú en el país, e incluso en el seno de la misma Iglesia. Así, Borgues no duda de que «los tres pastorcitos hayan tenido una verdadera experiencia religiosa» en el lugar donde hoy se encuentra el santuario. «De hecho, no consta que fueran pagados para decir que habían visto a Nuestra Señora».

«Pero es evidente que se trató de una experiencia religiosa de niños y al estilo de los niños y en un contexto histórico especial, en el que la Iglesia estaba perseguida por parte de la Primera República en Portugal, el mundo estaba en guerra (los pastorcitos seguramente habrían oído hablar de la I Guerra mundial y de cómo los soldados partían a la guerra) y se vivía en un contexto religioso, que implicaba las llamadas misiones populares, con predicadores ‘misioneros’ que venían de fuera y que, desde lo alto de los púlpitos, aterrorizaban a los fieles con sermones sobre el temor de Dios y el terror del infierno», recuerda el teólogo, quien sostiene que «los niños oían todas estas cosas en la iglesia y en casa».

«Aquí, lo decisivo es hacer una distinción fundamental entre apariciones y visiones», subraya el experto de la Universidad de Coimbra, quien explica que «una aparición es objetiva cuando, por ejemplo, estamos hablando con una persona y llega otra, ambos vemos a la tercera persona que llega. Si estuviésemos cuatro o cinco personas, seríamos cuatro o cinco a ver y constatar la llegada objetiva de esta otra persona».

«Evidentemente, no fue eso lo que sucedió en Fátima y, en este sentido, está claro que Nuestra Señora no se apareció en Fátima a los pastorcillos. Si fuese una aparición, todos los presentes verían y constatarían su presencia, algo que no sucedió ni podía suceder, pues María no tiene un cuerpo físico que pueda mostrarse empíricamente». Solo los tres pastores podían ver a la Virgen, aunque la última de las supuestas apariciones, en octubre de 1917, congregó a varias decenas de miles de fieles en la explanada donde hoy se erige, imponente, el santuario.

Ocho millones de peregrinos llegarán este año a Fátima. Casi medio millón solo este fin de semana, siguiendo al Papa. El negocio de hoteles, vuelos, restauración, entradas, estampitas es sobrecogedor. Cien años después de las apariciones, Fátima se ha convertido en un foco de devoción mariana, conocido en todo el mundo, pero también en un «mercado de la fe». Por vender, hay quien en Fátima vende hasta «aire bendito», dice el teólogo.

La aglomeración de fieles se ha notado en los alojamientos, que han inflado sus tarifas hasta alcanzar los 3.000 euros por dos noches, cuando en cualquier otra fecha –sin visita papal– pueden situarse en torno a los 150 euros. Semejante abuso ha propiciado la publicación de un manifiesto Contra la acreditación del milagro de Fátima, firmado por miles de portugueses, y postulado por el sacerdote Mário de Oliveira, quien niega tanto la veracidad de las apariciones (como mucho, podríamos hablar de «visiones» de los niños) como el negocio en que, un siglo después, se ha convertido Fátima.

Oliveira explica que su movimiento no se opone a la visita del Papa, aunque sí rechaza la «farsa y el negocio» que hay detrás del «fenómeno Fátima»,y piden a Francisco que «desmonte el mito» y «expulse a los mercaderes del templo».

Y es que Fátima se ha convertido en un jugoso negocio, para touroperadores y para vendedores de rosarios, velas y material litúrgico, que en el santuario se compran a un precio mucho más elevado que el de mercado.

La imagen de los creyentes acercándose de rodillas hasta la basílica de Nuestra Señora del Rosario es una estampa habitual de Fátima, como lo son las miles de figuras de cera que se ofrendan a la Virgen y que tienen formas variopintas: cabezas, pies, piernas, ojos, páncreas e incluso cosas más extrañas, como casas y coches.

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