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¿Se debe limitar que los trabajadores lleven velo u otros símbolos religiosos?

El dictamen europeo que avala a las empresas que prohíben a sus trabajadores el uso visible de cualquier signo «político, filosófico o religioso» ha abierto el debate sobre si puede limitarse la libertad individual de portarlos y sobre si todos esos símbolos son igualmente rechazados o aceptados socialmente. ¿La cuestión habría llegado a Europa si en lugar de un velo las empleadas llevaran crucifijos? ¿Habría sido este un motivo para despedir a alguien en algún país europeo? ¿Hay conflicto entre la neutralidad en los espacios públicos y la libertad religiosa de cada uno?

«El pronunciamiento abre la puerta a que haya discriminación ante unos ciertos signos religiosos. Creo que nadie va a decir nada a nadie que lleve símbolos considerados como aceptables socialmente. No está en el mismo punto del debate si alguien lleva un crucifijo o un velo, al menos en el contexto europeo», interpreta Josep Lobera, profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid.

El dictamen hace referencia a cualquier símbolo aunque se produce a raíz de dos casos en cuyo centro del conflicto está la voluntad de dos empleadas de llevar hiyab en el desempeño de su trabajo, sobre los que concluye que la prohibición no supone discriminación.

El pronunciamiento alude a la «neutralidad» como elemento que puede justificar la prohibición de los símbolos, de hecho, es la dirección que siguen las normas de las empresas que supuestamente vulneraron las trabajadoras. Normas que, dice el tribunal, imponen a los empleados «una neutralidad indumentaria». Afirma que la prohibición de los símbolos puede constituir una discriminación si ocasiona desventaja a una religión concreta, pero «puede justificarse objetivamente con una finalidad legítima» como la intención del empresario de seguir «un régimen de neutralidad».

Pero, ¿qué significa neutralidad? «Vivimos en un mundo en el que las empresas pueden obligar a sus trabajadores a vestirse de una determinada manera. Puede obligar a las mujeres a llevar tacones y falda y como parte de esa lógica se condiciona el pañuelo en ciertos trabajos. No lo acepto en ningún caso, pero pasa», argumenta Lobera.

Limitar los símbolos en algunos trabajos

Para Miriam Hatibi, integrante de la Red de Mujeres Musulmanas, «se tiende a tirar a una cierta uniformidad y a tener miedo a los símbolos religiosos porque creemos que van a afectar al trabajo o a otras personas». Los colectivos laicos, como Europa Laica y Unión de Ateos y Librepensadores, sostienen justo esta tesis aunque solo en ciertos ámbitos y trabajos, donde sí son favorables a que se limiten los signos porque «mandan un mensaje», como en los colegios o en los cargos públicos.

El límite está para este colectivo en «cuando los símbolos afectan a la libertad de conciencia en lo público» porque apuesta por «una estricta neutralidad del Estado respecto a las confesiones religiosas para acabar con determinados privilegios y con la manifestación religiosa en espacios públicos», como los crucifijos en las escuelas o las medallas a vírgenes.

«En lo individual, en general somos partidarios de que los funcionarios no reflejen una confesión determinada, pero posiblemente no será lo mismo un médico en un hospital trabajando con adultos que una maestra», expresa Juan Picó, portavoz de Europa Laica.

Este argumento no es válido para Miriam Hatibi, que sostiene que «un símbolo religioso solo afecta a la persona que lo está llevando», incluso si esa persona está representando a sus ciudadanos. «Pero tiene una individualidad. No es negativo, si no que es diversidad de religión. Eso no significa que se olvide del resto de ciudadanos», responde. La postura confronta con la de los colectivos laicos que no obstante reconocen «que la línea de lo que se debe limitar o no es difusa y depende de las situaciones».

Manifestaciones que trascienden a lo religioso

Desde Redes Cristianas también se sienten, como colectivo religioso, interpelados por el dictamen europeo y comparten que, sin prohibir, «las manifestaciones religiosas en el espacio público deberían reducirse al mínimo». También se preguntan si partiendo del contexto español habrían llegado a Europa casos similares relacionados con otros signos.

«Posiblemente no, porque para Europa es mucho más normal. ¿Se vería mal que una monja llevara el hábito en el espacio público? Se disculparía. Porque en España lo tenemos más integrado», asegura Raquel Millavabarrena, una de las portavoces de Redes Cristianas, consciente de la dificultad de encajar este debate en un estado aconfesional como el español. «Somos favorables a hablar, crear unos acuerdos sobre cómo debe separarse el Estado de la Religión para no tener que estar permanentemente discutiendo sobre esto».

Esta integración de los símbolos hace que, en muchas ocasiones, trasciendan lo puramente religioso. ¿Dónde poner el límite? ¿Cómo discernir si las motivaciones que llevan a una persona a utilizar un determinado símbolo son religiosas, políticas, filosóficas, identitarias o de otro tipo?

¿El velo significa opresión?

El sociólogo Josep Lobera sitúa en la base de este conflicto en el miedo «a lo diferente». «Esto esconde algo que no es racional sino emocional y es el rechazo al otro. No se hace con otras religiones o culturas. Una monja no nos supone una amenaza. ¿Por qué sí nos sentimos amenazados cuando lo que cubre la cabeza es un velo islámico?».

Hatibi afirma que la clave también radica en la visibilidad de ciertos símbolos, como el hiyab, «que la sociedad no está acostumbrada a ver en el espacio público». Sin embargo, también hace referencia a la islamofobia y «a la tendencia que hay general a rechazar todo aquello que tenga que ver con el Islam. La islamofobia está ahí y se manifiesta con algo tan visible como una mujer con velo», afirma.

«Además hay una parte importante de la población que tiende a rechazar el velo porque identifica una supuesta opresión o desigualdad entre hombres y mujeres», identifica Hatibi. La activista feminista argelina Wassyla Tamzali es una de las voces contrarias al velo más escuchadas. Aunque también lo circunscribe a un elemento identitario, aseguraba en esta entrevista de El País que se trata de un «signo absoluto de dominación».

Hatibi, que lleva hiyab, insiste en que «mucha gente habla sin conocer la religión y sin mirar más allá». Muchas de estas opiniones, asegura, «parten de una postura eurocéntrica y probablemente atea que no entiende la fe. Que piensen que yo estoy oprimida es un error, esto es mucho más profundo, llevarlo me hace feliz en la religión que práctico y es mi propia libertad».

Para Vega, de Ateos y Librepensadores, el velo «puede tener connotaciones de poder cuando ves a una mujer con él y al lado un hombre vestido de occidental. Aunque dependerá de cada caso porque si detrás de eso no hay obligatoriedad no tengo nada que decir». Hatibi entiende que los juicios sobre que las mujeres musulmanas lo lleven o no con argumentos que tienen que ver con el machismo «supone controlar el cuerpo de la mujer pero desde el otro punto».

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