El conservadurismo de François Fillon, el nuevo líder de la derecha, es la ideología que ha impregnado su vida: desde que nació hace 62 años en Le Mans, junto al circuito de velocidad, hasta que llegó a primer ministro tras una exitosa carrera política que comenzó con solo 23.
Hijo de un historiador y una notaria, Fillon se educó con los jesuitas. Ahora considera que el aborto no es “un derecho fundamental”, aunque así figura en la ley francesa, y que se debe restringir la adopción a las parejas homosexuales.
Su primer viaje tras ser nombrado jefe de Gobierno en 2007 fue para rezar ante la tumba de su primer padrino político, el exministro Joël Le Theule. Dos años después, visitó con su mujer y sus cinco hijos al papa Benedicto XVI.
En la Francia republicana que ha sumado el laicismo a sus tres principios básicos libertad, igualdad, fraternidad—, Fillon afirma que sabe separar fe y política. “Pero tengo un compromiso religioso, tengo una fe, y no aceptaré que el Estado me impida practicarla”.
Como adolescente, cumplió los deseos de sus padres: buenas notas, misa semanal, líder de los boy scouts, montañero…. La única actividad discordante de su prudencia y temprana sensatez fue su afición a los bólidos —que mantiene—, seguramente por verlos tan cerca en el circuito.
Estudió Derecho en París y allí conoció a su esposa, Penelope Clark, de Gales, con la que se casó dos veces —en Francia por lo civil; en Gales por la iglesia— y ha tenido cinco hijos.
Entró en política en 1976 como ayudante del diputado Le Theule, amigo de su madre. A los 27, Fillon se convirtió en el diputado más joven de Francia.
Desde entonces, no se ha bajado de un coche oficial. Alcalde, diputado o senador, presidente de asamblea regional, seis veces ministro, jefe de Gobierno…
Serio, reservado, con poco sentido del humor, según sus colaboradores, redactó el programa para Nicolas Sarkozy y este le designó primer ministro en 2007. Pese a las tensiones entre ambos por el desprecio público que le dedicaba el jefe del Estado —le llamaba “colaborador”—, Sarkozy lo mantuvo en el puesto durante los cinco años de mandato, un gesto excepcional en Francia. En todos sus puestos, Fillon dejó un legado de reformismo liberal.
Las hostilidades estallaron entre ambos nada más dejar el poder. Cuando Sarkoy anunció su regreso a la política activa hace dos años, su exprimer ministro pidió al Elíseo que acelerara causas judiciales contra su exjefe, según publicó el diarioLe Monde, aunque él lo desmintió.
Sus posiciones ante Europa también levantan recelos. Además de proponer el referéndum sobre cuotas de emigrantes, pretende que Bruselas se quede solo con competencias esenciales y devuelva el resto a las capitales. En 1992, votó no en el referéndum sobre el tratado de Maastricht, crucial para el avance político de la construcción europea. Y no se arrepiente. «La historia me ha dado la razón».
Hay una característica de Fillon que le ha diferenciado de sus rivales: siempre ha dicho lo mismo. Y eso en política tiene un valor: es fiable y previsible. Sobre todo en su militancia religiosa.