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Ruanda considera insuficiente la disculpa de los obispos por el genocidio y pide la del Vaticano

Miembros de la Iglesia católica participaron en la planificación y ejecución del genocidio, que se saldó con 800.000 muertos y el Gobierno considera la carta de los obispos «una expresión individual de remordimiento», no un reconocimiento de la Iglesia, por lo que piden las disculpas del Vaticano

El Gobierno de Ruanda tildó de «inadecuada» la disculpa emitida recientemente por obispos de la Iglesia Católica del país por el genocidio de 1994, resaltando que «dada la escala de los crímenes, estaría justificada una disculpa de Vaticano».

El domingo, obispos católicos de Ruanda publicaron una carta de disculpa por el papel de miembros de la Iglesia en la planificación y ejecución del genocidio, que se saldó con 800.000 muertos.Los tribunales de Ruanda y el tribunal especial de Naciones Unidas juzgaron a numerosos sacerdotes por su papel durante las matanzas.

Por ello, el Gobierno ruandés dijo que «apunta la reciente iniciativa de nueve obispos católicos de disculparse, de forma general, por algunos de los actos cometidos por miembros de la Iglesia durante el genocidio».

«Este paso es bienvenido, como expresión individual de remordimiento. Sin embargo, es profundamente inadecuado y sólo sirve para recalcar lo lejos que está la Iglesia de reconocer total y honestamente sus responsabilidades morales y legales», añadió.

En este sentido, argumentó que «al disculparse en nombre de unos pocos individuos, los obispos parecen dar el paso de exonerar a la Iglesia Católica en su conjunto», según informó el diario ruandés KTPress.

Por ello, recalcó «la importancia de combatir la ideología del genocidio«, asegurando que «continuará participando en un diálogo franco y abierto con líderes de la Iglesia para que haga frente a su pasado sin excusas ni miedo».

El 6 de abril de 1994 el avión en que viajaba el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana (miembro de la mayoría hutu) fue derribado por un misil. El incidente fue el inicio de un genocidio en el que murieron más de 800.000 personas, la mayoría de ellas miembros de la minoría tutsi y hutus moderados.

La masacre se extendió durante cien días ante la retirada del país de la misión de Naciones Unidas (UNAMIR), que retiró del país a la mayoría de efectivos después de que diez cascos azules belgas fueran asesinados el 7 de abril.

Ante la desprotección internacional, las matanzas se cobraron en tres meses la vida de al menos 800.000 personas, en su mayoría asesinados con machetes y otras armas blancas. En este mismo periodo se cometieron entre 250.000 y 500.000 violaciones, según la ONU.

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