El pasado viernes 21 de octubre, en el contexto del “Desayuno anual de oración” el presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski , consagró el Perú al Sagrado Corazón de Jesús. Hay una multitud de hechos sorprendentes que se dan cita en este suceso. El primero es la sorpresa. Efectivamente, nadie se lo esperaba, era la primera vez que un presidente participaba de este evento, y al dirigir las consabidas palabras, pronunció solemnemente y bajo juramento la fórmula de consagración. No menos sorprendente es el silencio mediático que ha seguido ante tan sorprendente hecho, un horroroso vacío que se antoja inexplicable.
Si uno revisa los principales medios de comunicación, como pueden ser los diarios El Comercio y La República, en realidad los únicos dos grupos fuertes que se reparten la prensa impresa del país, no se mencionó el hecho al día siguiente. ¿Por qué ese silencio?, ¿no es acaso noticia que el Presidente consagre el Perú al Sagrado Corazón? Más incluso, cuando acababa de haber una encendida polémica sobre el “Estado Laico”, especie de dogma implícito de la política moderna, ¿no suponía la actitud de Kuczynski una clara respuesta al respecto? Es decir, mostrar por la vía de los hechos la mente del presidente. ¿No era lógico que se aprovechara la coyuntura para reabrir el debate? De hecho, de eso viven los medios, de la noticia, ¿por qué ocultarla o silenciarla? Quizá por eso el Cardenal pidió que se leyera el texto de la consagración en todas las misas dominicales, como una forma de paliar ese vacío informativo, curiosamente la misma que utilizaron los obispos alemanes para dar a conocer la encíclica de Pio XI que condenaba el nazismo.
Lo lógico es que los defensores del “Estado laico” lanzaran un grito al cielo pidiendo la cabeza del Presidente, denunciando que no se sienten representados por tal acción, más aún, que se sienten discriminados. Por su parte, los defensores de la tradición peruana (que, a decir verdad, no tienen demasiada presencia en los medios), deberían felicitar al Presidente por su valiente gesto de fe, reconociendo que al hacerlo, representa en realidad a la inmensa mayoría del pueblo peruano. Es curioso que no haya habido eco, repito, cuando sí lo ha habido, por ejemplo, de su participación en la Misa del Señor de los Milagros o en la de Santa Rosa. ¿Por qué ahora no?
Pero también resulta sorprendente la actitud del Presidente. No sólo el hecho de Consagrar el Perú al Sagrado Corazón, sino la coherencia de su gobierno con tal consagración, la cual pide expresamente perdón por las veces en que los gobiernos hayan actuado en contra de los Diez Mandamientos, y jura gobernar conforme a los mismos (“Ofrezco a Dios Todopoderoso mis pensamientos y decisiones como Presidente para que los utilice para el bien de nuestro país y siempre estar consciente de los Diez Mandamientos al gobernarlo”). Sin embargo, algunos de los hechos de su incipiente gobierno van justo en la línea contraria. La legalización del aborto terapéutico o la distribución gratuita de la píldora del día después por un sistema de salud quebrado e ineficiente, son solo dos ejemplos.
Muchas preguntas quedan en el aire. ¿Es incoherente?, ¿no se da cuenta?, ¿está viejito y siente “pasos en la azotea”, es decir, la necesidad de dar cuentas a Dios por sus decisiones?, ¿no gobierna él realmente?, ¿debe demasiados favores políticos? ¿Cuál es el Pedro Pablo auténtico, el de la consagración o el que bromea con la píldora del día siguiente? ¿Busca quedar bien con los católicos, dándoles “una de cal por las que van de arena”?, es decir, participando en las manifestaciones de fe multitudinarias del Señor de los Milagros o Santa Rosa, Consagrando al Perú, pero gobernando en modo diametralmente opuesto a lo que exigiría su condición de católico si fuera coherente.
No podemos juzgar las intenciones del Presidente, sólo él las conoce, sólo él sabe si se trata de una concesión populista, de un poco de pomada ante todo el paquete de leyes que se viene con su gobierno, un modo de curarse en salud y granjearse el apoyo de la gente de fe sencilla, o por el contrario, un gesto auténtico donde pide ayuda a Dios para gobernar y expresa sinceramente su deseo de consagrar el Perú al Sagrado Corazón de Jesús. Si su deseo es auténtico y desea ser coherente, se impone necesariamente un cambio de línea política. La conciencia de Kuczynski la conoce sólo él, pero las acciones que tome a partir de ahora las conoceremos todos y en base a ello podremos juzgar de la sinceridad o el oportunismo político del acto. Lo que no deja lugar a dudas, sin embargo, es que a partir del 21 de octubre de 2016, Perú está Consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.