El ejército y los ataques de los talibán deja sin escuelas a 2,5 millones de niños afganos
La educación sigue siendo una de las grandes víctimas del conflicto en Afganistán. Una guerra que ya va por su quinceavo año y cuyas devastadoras consecuencias está afectando a generaciones enteras de niñas y niños afganos.
Durante 2015 y los primeros meses de 2016, alrededor de 714 escuelas han cerrado sus puertas en 24 provincias, dejando sin educación primaria y secundaria a 2,5 millones de estudiantes, según datos del Ministerio de Educación afgano.
La guerra en las provincias y los ataques de los talibán, para quienes el sistema de educación afgano es una «aberración occidental» así como están en contra de la escolarización de las niñas, son los motivos principales que han llevado a los centros escolares a la clausura.
«Sólo este año han cerrado más de 700 centros escolares», explica Mujib Mehrdad, uno de los portavoces del Ministerio de Educación afgano. La mayoría de escuelas afectadas se encuentran en el sur del país donde los talibán siguen ganando territorio a las fuerzas de seguridad afganas.
«En los 14 distritos de la provincia de Kandahar«, la cuna del movimiento talibán, «ya han cerrado 141 escuelas, mientras que en 11 distritos de la provincia de Zabul han cerrado 140 y en Helmand otras 100 escuelas», añade Mujib.
Asimismo, el portavoz del Ministerio de Educación recalca que en diversas provincias como Kunduz, Helmand o Kandahar, entre otras, el ejército afgano ha ocupado «sin permiso» diversos centros escolares con el objetivo de desarrollar operaciones militares y antiterroristas contra los insurgentes. «Hemos mandado varias cartas al Ministerio del Interior para que cesen este tipo de prácticas», subraya. Pero parece que éstas no han tenido ningún efecto.
El portavoz de Interior, Sediq Sediqqi, apunta que «el año pasado el ejército y la policía se vieron forzados a utilizar centros escolares como bases de operaciones», a la vez que admitió que «según la ley afgana y las directrices del ministerio ningún ejército puede usar escuelas como baluartes militares». Sediqqi no explica si el Gobierno de Kabul tiene previsto implementar medidas para acabar con dichas prácticas.
Por su parte, Dawlat Waziri, portavoz del Ministerio de Defensa, resta importancia a la utilización ilegal de escuelas como fuertes militares explicando que «quizás en las zonas donde se están desarrollando operaciones militares las fuerzas de seguridad utilizaron escuelas durante uno o dos días, a veces coincidiendo con las vacaciones escolares», e insiste que «generalmente nuestras fuerzas no utilizan escuelas como bases militares».
Guerra contra los centros de enseñanza
La guerra de los talibán contra el sistema educativo afgano no es una guerra contra la educación per se sino contra «las escuelas que intentan reemplazar la enseñanza de los valores Islámicos por los valores occidentales«, según uno de sus comunicados que data de 2012. Unos «valores Islámicos» que, por otro lado, están en contra de la escolarización de las niñas o la enseñanza superior de las mujeres.
Por este motivo Seddiqi ha destacado en numerosas ocasiones que «los talibán son los mayores enemigos de la educación en el país» ya que uno de sus objetivos principales es «la eliminación del sistema educativo afgano al que intentamos proteger».
Los ataques talibán contra centros escolares, los cuales se producen por todo el país (el año pasado se documentaron al menos 185 casos) suelen llevarse a cabo por la noche y consisten en la quema o destrucción con explosivos y granadas de mano de los edificios donde se alojan las escuelas. Sin embargo, a veces el grupo liderado por el mulá Mansor utiliza tácticas más drásticas como quemar con ácido a mujeres y niñas o la utilización de veneno.
Ésta última es una táctica que los talibán han empleado en varias ocasiones contra escuelas para niñas, como la de Habibul Mustafa en distrito de Enjil, en la provincia deHerat al noroeste del país, en la que en septiembre del año pasado envenenaron a 180 niñas y varios profesores utilizando gases tóxicos.
Según un estudio de 2014 realizado por la organización International Crisis Group los grupos yihadistas afganos «tienen entre sus objetivos principales a las instituciones educativas en general, y las de enseñanza para niñas en particular». Para ello utilizan tanto la violencia arbitraria contra las escuelas como la intimidación o el asesinato de los padres que insisten en educar a sus hijas.
«La gente está loca», declaró a CNN Razia Jan, fundadora de una escuela para niñas a las afueras de Kabul. «El día en que abrimos lanzaron una granada en el recinto y mataron a 100 niñas. Además, cada día alguien cuenta una nueva historia sobre una mujer cuya cara ha sido quemada con ácido, o de cómo envenenaron el agua de una escuela».
Diputados contra la educación femenina
Sakena Yacoobi, la conocida como ‘madre de la educación para las mujeres’ en Afganistán, quien durante el régimen talibán dirigió varias escuelas ilegales en las que se educaron al menos 3.000 mujeres, explicó que de los 8.35 millones de estudiantes de primaria y secundaria sólo «el 32% son niñas». Una cifra confirmada por el Ministerio de Educación en 2013 que, a día de hoy y a causa de la escalada del conflicto y de la reducción de la ayuda internacional podría haberse reducido drásticamente.
Por su parte, Arne Strand, experto en Afganistán y analista del Instituto Michelsen con base en Oslo, Noruega, argumenta que incluso «en el Parlamento afgano hay muchos diputados que están abiertamente en contra de la educación de niñas y mujeres». Para Strand la animadversión contra la educación femenina es «un problema cultural» muy arraigado en la sociedad afgana y que, por lo tanto, «tardará mucho tiempo en solucionarse».