Un informe elaborado por un gran jurado detalla los abusos cometidos por decenas de religiosos en los pueblos de la diócesis de Altoona-Johnstown entre 1950 y 1990
Uno de los monaguillos amigo de Brian Gergely hablaba en código cuando quería alertarlos del peligro mientras preparaban el altar para la misa junto al sacerdote. «Cuando decía botones rojos sabíamos que el sacerdote se nos acercaba por la espalda y entonces intentábamos alejarnos y dábamos vueltas alrededor de la mesa donde él guardaba los cálices y que se encontraba en el centro de la habitación», explica Gergely, que ahora tiene 46 años.
Entonces solo tenía diez.
Intentaban alejarse de Francis McCaa, un sacerdote con sotana negra y botones rojos, y una figura influyente en Ebensburg, un pueblo del estado de Pensilvania. McCaa es uno de los muchos religiosos católicos mencionados en un demoledor informe elaborado por un gran jurado y que se ha dado a conocer hace unos días. El documento detalla los abusos sexuales contra menores cometidos en la diócesis y pone de manifiesto el encubrimiento sistemático por parte de la Iglesia.
«Estaba frente a la sacristía y McCaa me acorralaba, yo era muy pequeño», lamenta Gergely. McCaa abuso de él en esa habitación y también en el confesionario de la Iglesia donde la familia del menor acudía regularmente. «Mis padres recolectaban dinero para la Iglesia», explica: » Iban puerta por puerta pidiendo dinero. Toda la comunidad tenía a monseñor McCaa en un pedestal».
Otros clérigos mencionados en el informe trabajaban en la escuela donde estudiaba Gergely, que también tuvo que soportar duros castigos corporales.
Más de 50 sacerdotes
Con una población de unos 3.300 habitantes, Ebensburg se ha visto sacudido por los escalofriantes detalles de los abusos cometidos en el pasado. El informe del gran jurado, dado a conocer por la procuradora general del estado de Pensilvania, Kathleen Kane, describe los abusos sexuales contra menores cometidos desde la década de los cincuenta hasta los años noventa en toda la extensa diócesis comprendida entre las ciudades de Pittsburg y Harrisburg.
El informe confirma que más de medio centenar de sacerdotes cometieron abusos sexuales contra cientos de menores. También hace públicos documentos de la Iglesia que hasta ahora habían aparecido ocultos con pagos secretos a las víctimas para comprar su silencio.
Este patrón de abusos, encubrimiento y traslado de los depredadores de una parroquia a otra recuerda los monumentales escándalos descubiertos en los últimos años en Boston, Filadelfia y en otros sitios. El informe da por hecho que las altas jerarquías de la diócesis sabían desde hace décadas lo que estaba pasando como también algunos miembros destacados de la sociedad civil y altos cargos de la judicatura. Muchos de los detalles ya se dieron a conocer a principios de los años noventa, en una conocida demanda civil contra el padre Francis Luddy, un cura que servía en la diócesis. Sin embargo, las autoridades de Pensilvania prefirieron hacer la vista gorda y no hicieron nada. Apenas se habló del caso.
Ahora que se está revelando el alcance de los abusos en la diócesis, el derecho de interponer demandas civiles y penales ya ha prescrito y muchos de los autores de estos horrendos crímenes y sus encubridores han fallecido.
Los padres no les creyeron
Situado a medio camino entre Altoona y Johnstown, en las montañas de Allegheny, el pueblo de Ebensburg no es muy distinto a otras pequeñas comunidades que también pertenecen a la diócesis. Sus habitantes, de fuerte tradición católica, intentan sobreponerse al declive de las industrias tradicionales, especialmente de la industria minera.
Sin lugar a dudas, los actos depravados de McCaa sobresalen en un informe que detalla cientos de abusos similares. Los investigadores consiguieron localizar a 15 de sus víctimas, chicos que sufrieron abusos sexuales entre 1961 y 1985.
«En algunos casos estos niños intentaron informar a sus padres… pero nadie les creyó. El gran jurado siente un gran dolor al constatar la desesperación que sintieron estos menores cuando un sacerdote abusó de ellos y les dijeron que tenían que respetar y honrar a la Iglesia», indica el informe. Algunos padres incluso castigaron a sus hijos por el hecho de verter semejante acusación contra el amigable monseñor, si bien en un determinado momento un obispo, James Hogan, tuvo que escuchar las quejas de un grupo de padres indignados y prometió hacer algo al respecto.
Hogan se reunió con el fiscal del distrito, Gerald Long, su ayudante, Patrick Kiniryt, que en la actualidad son jueces en esa zona. No se presentaron cargos. McCaa fue apartado de la diócesis y sustituido por otro cura que también aparece en la lista de pederastas del informe. McCaa se jubiló en 1993 y murió en 2007. Hogan murió en 2005.
Gergely estaba presente en el juzgado de Ebensburg el viernes pasado, cuando tres legisladores del Estado pidieron en el vestíbulo de mármol que se impulsen medidas concretas.
Los tres prometieron hacer esfuerzos por impulsar nuevas leyes, encalladas desde hace años en Harrisburg, la capital del estado, que pongan fin a la prescripción en los casos civiles de abusos sexuales contra menores. También quieren proponer una ley que establezca un margen de dos años para que las víctimas de abusos pasados puedan demandar a la Iglesia.
«En este barrio, estos casos son como un cáncer», señala el senador del Estado David Burns: «No hay nadie que no conozca a una víctima, aunque tal vez no lo sepa». El fiscal general todavía no ha cerrado la investigación y todavía pueden salir a la luz nuevos detalles. Creen que solo en un pueblo como este McCaa pudo destrozar a varias generaciones de muchachos.
«Tal vez los ciudadanos no se han dado cuenta de la profundidad del daño que McCaa y sus cómplices han causado a esta comunidad. Tenemos muchos casos de drogadicción y de detenciones por conducir bajo los efectos del alcohol, creíamos que esto se debía a la elevada tasa de desempleo y de pobreza, pero podría estar relacionado con los abusos y con el hecho de que muchos de estos chicos no consiguen superarlos e integrarse en la sociedad. Afecta las relaciones familiares y también las relaciones sexuales y a menudo las víctimas necesitan años para atreverse a denunciar a sus depredadores», asegura Burns.
El senador explica que no tiene motivos para suponer que los abusos cesaron en el periodo que no cubre el informe y cree que también deben investigarse estos años.
«Corrí desnudo por la rectoría»
John Salveson, fundador del grupo de presión Foundation to Abolish Child Abuse (Fundación para terminar con los abusos contra menores) y otros grupos de activistas, como el Survivors Network of Those Abused by Priest (red de supervivientes de abusos sexuales cometidos por sacerdotes) han pedido a Barack Obama que lleve a cabo una investigación de alcance nacional.
El legislador estatal Mark Rozzi, cuyo distrito no pertenece a la diócesis de Altoona-Johnstown, ha pedido que un gran jurado investigue a todas las diócesis de Pensilvania. Rozzi afirma que su campaña a favor de una investigación no ha contado con el apoyo de muchos de los legisladores del estado: «huían y se escondían en sus oficinas y se negaban a hablar conmigo». El legislador tiene 44 años. Cuando tenía 13 sufrió abusos sexuales por parte de un sacerdote, Edward Graff.
Cuando Graff invitó a uno de sus amigos a la rectoría se percató de que no era la única víctima. Rozzi recuerda que Graff le indicó a su amigo que esperara en el pasillo mientras a él se lo llevaba a la ducha y lo violaba. «Recuerdo que estaba frente a la pared de la ducha y pensé que podía quedarme y soportarlo o simplemente huir». Lo empujó y salió de la ducha, agarró su ropa y le dijo a su amigo que corriera. «Recuerdo que corría desnudo por el pasillo de la rectoría. El padre nos gritaba. Le dije a mi amigo que nadie podía saber lo que había pasado». Huyeron aterrados.
Rozzi se convirtió en un atleta de éxito en la universidad pero tenía problemas psicológicos y pesadillas sobre curas que lo perseguían y lo violaban, sueños que intento calmar con marihuana. Dice que gracias a su esposa, a la que conoció en la universidad, pudo conservar la cordura.
Tras intentar por todos los medios que Pensilvania impulsara medidas contra los abusos a menores, Rozzi, que entonces tenía unos 30 años, decidió pasarse a la política. Tres de sus amigos de la infancia, que también habían sido víctimas de abusos sexuales por parte de curas, se habían suicidado; el suicidio más reciente sucedió el viernes santo del año anterior.
Empezó a beber con diez años
Brian Gergely empezó a beber a los diez años, después de ser manoseado por McCaa. Las malas notas y dos condenas por conducir bajo los efectos del alcohol terminaron con su sueño de ser abogado. Ahora es terapeuta de niños con necesidades especiales. Reconoce que tiene problemas para conservar una pareja y está soltero. En 2006 intentó ahorcarse.
El obispo que sustituyó a James Hogan, Joseph Adamec, ahora está jubilado y declaró ante el gran jurado. El informe lo acusa de haber permanecido impasible ante los numerosos abusos en la diócesis y de haber ignorado a las víctimas. El informe indica que los líderes de la Iglesia intentaron desprestigiar a las víctimas y a sus familias. Adamec no estaba en su casa el viernes por la tarde y no pudo ser entrevistado para este reportaje.
Sí estaba en su casa, situada al lado de la rectoría, monseñor Michael Servinsky, de 69 años, que habló con The Guardian en un vestíbulo decorado con retratos del Papa y del actual obispo de la diócesis. Servinsky fue citado a declarar por el gran jurado ya que no contactó con la policía en 2001 y en 2002, cuando dos curas reconocieron haber abusado sexualmente de menores, uno de chicos y el otro de chicas. Servinsky cree que no obró mal.
«Creo que el gran jurado ha ido a por el obispo Joseph, que no se merecía estas acusaciones. Él intentó que las victimas fueran indemnizadas (económicamente). Hablan del obispo Hogan como si hubiera manipulado el sistema legal y no es así. Estamos hablando de otros tiempos. Todo esto paso hace 40 o 50 años», afirma.
Sin embargo, reconoce que los abusos contra menores no tienen justificación. Explica que algunos curas habían sido apartados y a otros los habían jubilado «porque si los echaban no tenían ingresos y esto no sería justo». Al preguntarle si estos curas deberían estar en la cárcel, Servinsky subraya que la pedofilia es un problema que se remonta a mil años atrás y que en 2016 todavía existe: «¿Qué conseguiríamos poniéndolos en la cárcel?»
«A pesar de que existe la pena de muerte todavía se cometen asesinatos», concluye: «La mayoría de las víctimas que nos contaron lo sucedido no querían que se iniciara una investigación penal. No querían declarar en un juicio».
«Estupefacción y asco»
A unos tres kilómetros de su casa, la catedral basílica del Sagrado Corazón tiene vistas al centro de Altoona. Unos 100 feligreses asistieron a una misa de cuaresma el viernes por la tarde. Muchos de los curas mencionados en el informe del gran jurado sirvieron en esta catedral y según el informe, varios chicos fueron violados en su interior.
Tras abandonar la catedral en compañía de su hijo adolescente, Tina, una profesora de educación física que nació y creció en Altoona, y que prefiere no dar su nombre completo, explica que la asistencia ha sido tres veces más alta de lo normal, ya que los feligreses han querido mostrar su apoyo a la diócesis.
En el interior, el padre Dennis Kurdziel explica tras terminar la misa que las revelaciones del informe del gran jurado le han provocado «estupefacción y asco». Lamenta que ahora pese la sospecha sobre todos los que llevan sotana, sea fundada o infundada. «Me deja sin aliento. Ha sido un golpe muy duro, reconoce.
El actual obispo de Altoona-Johnstown, Mark Bartchak, se disculpó el jueves pasado. Sin embargo, los legisladores estatales Burns, Rozzi y John Wozniak indican que su sinceridad debe ser juzgada por sus hechos y no por sus palabras.
Kurdziel subraya que estos delitos no deben prescribir: «Si tenemos la posibilidad de ayudar y proteger, debemos hacerlo. Considero que como cura tengo una responsabilidad, no un poder». Le preguntamos qué debería hacer un joven feligrés si un servidor de la Iglesia intenta tocarlo de forma inapropiada, y no duda en afirmar que debería «darle una bofetada, tan fuerte como sea posible, y buscar un policía».
Traducción de Emma Reverter