En septiembre, la Virgen del Val fue objeto de una polémica soterrada muy intensa que, no obstante, se cerró en el último segundo con un acuerdo que no se sabe cuánto durará: el Gobierno no participó en la procesión de la Patrona de Alcalá y los concejales no la subieron al Ayuntamiento, como acostumbraba la tradición. Pero al menos la Virgen procesionó y subió, con cofrades, a la zona noble de Consistorio.
Ni los ediles de Somos Alcalá ni los de IU participaron en todos los actos, atendidos con escrupuloso respeto institucional por el alcalde, Javier Rodríguez Palacios (PSOE), y buena parte del PSOE, no sin cierto runrún en la calle: el primer edil entregó la vara de mando a la Alcaldesa Perpetua entonces, pero en el aire quedó un poso de tensión que no parece haber escrito su último capítulo.
Santa Águeda lo ha tenido un poco más fácil y su preciosa tradición de designar alcaldesa por un día se ha desarrollado como siempre, sin ningún cambio ni improvisación como los que sí sufrió en septiembre la Patrona. Y Jacqueline Trillo, una de las almas del colectivo Caje, pudo gobernar así durante 24 horas. Un honor muy merecido para una mujer que ha hecho del asociacionismo y la ayuda a los necesitados una bandera vital sincera y sin medallas.
Pero tanto entonces como ahora queda la sensación de que el Gobierno de Alcalá tiene una asignatura pendiente a despejar, definitivamente, en un sentido u otro: o mantiene las tradiciones, de sustentoreligioso; o se distancia de ellas. Mientras, se impone la impresión de que, nunca mejor dicho, está en misa y repicando: de un lado mantiene el veto al Obispo, más de la mitad del Gobierno ignoratodo lo que tenga que ver con la Fe aunque sean las Águedas o la Virgen del Val e introduce novedades en ritos casi ancestrales para adaptarlos a una versión particular semilaica.
De otro, quiere que la inmensa cantidad de cofrades y seguidores de ese mundo tan arraigado en Alcalá, no vea al Gobierno tripartito como un enemigo aunque Somos e IU no hagan nada para evitarlo. En ese alambre baila el alcalde, que personalmente sí hace todos los esfuerzos por agradar a unos sin molestar a otros. La cuestión es si ese equilibrio será siempre posible o, con la Semana Santa, se romperá.
Mientras, las Águedas han vivido su gran día y la estampa que en el pasado protagonizaron Bartolomé González y Javier Bello, ambos del PP; la ha encarnado ahora Javier Rodríguez, del PSOE: la entrega de la vara de alcalde durante un día a la mujer que, a juicio de la Casa de Castilla-León, mejor representa a Santa Águeda, quizá la primera feminista de la historia.
Tradición cristiana
Este matiz sin duda ayudó a darle todo el respaldo institucional a un acto que, sin embargo, es profundamente religioso. La tradición cristiana presenta a Santa Águeda como virgen y mártir. Rechazado por la joven, que había decidido consagrar toda su vida a la fe, el senador Quintianusintentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencerla de todos los modos posibles. Pero Águeda no cedió y en venganza el senador la enclaustró en un prostíbulo donde milagrosamente conservó su virginidad.
Encolerizado por la resistencia de la joven, Quintianus ordenó que la torturaran y que le cortaran los senos. Aunque en una visión vio a san Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo y arrastrada por las calles de la ciudad siciliana de Catania. Se cuenta, además, que lanzó un gran grito de alegría al expirar, para dar gracias a Dios.
De acuerdo con esta tradición, la imagen de santa Águeda se presenta llevando en su mano unabandeja con sus pechos, igual que Santa Lucía lleva sus ojos. Y se le reconoce como la patrona contra los males de los pechos, los partos difíciles y los problemas con la lactancia.