Si por algo va a pasar a la historia de España el ministro del interior, Jorge Fernández Díaz, -y es probable que también encuentre su hueco en la historia de la Humanidad- será por haber impulsado, aunque sea involuntariamente, un pleito que esclarecerá definitivamente la existencia de la Virgen o, al menos, su existencia jurídica. La sección quinta de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional, formada por los magistrados José María Gil Sáez, Fernando de Benito Moreno, Ángel Novoa Fernández y el emérito Tomás García Gonzalo, llevan casi año tratando de dictar sentencia sobre la demanda presentada por una asociación defensora del laicismo contra la concesión de en 2014 de la medalla el mérito policial a la Virgen María Santísima del Amor al objeto de que “guíe a la Policía en la difícil misión que tiene encomendada”. Imagínense por un momento que la Audiencia Nacional dictamina que no se puede honrar a alguien que no existe; que lo que hizo Fernández Díaz fue algo así como querer distinguir a Superman; quien verdaderamente ha hecho mucho por reducir los índices de delincuencia, sí, pero en su jurisdicción: Metrópolis, ciudad imaginaria gemela de Nueva York.
Oscar López-Fonseca, del diario digital Voz Pópuli, es el periodista que destapó el caso y el que ha hecho un seguimiento más detallado del proceso judicial más disparatado que probablemente hayan abordado los jueces españoles en las últimas décadas. El asunto se parece a aquellos interminables debates medievales que trataban de determinar cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler. Esos debates absolutamente improductivos que sirvieron para acuñar la expresión “discusión bizantina”, que eran las que entretenían a la iglesia de Bizancio mientras el turco estaba a las puertas de la ciudad con la sentencia de muerte lista prendida de la punta de su cimitarra.
Lo último que se sabe de este debate medieval en la España del siglo XXI es que la sentencia iba a salir “después” de las pasadas elecciones autonómicas y municipales de mayo. Pero aún estamos esperando. En el Vaticano deben estar mordiéndose las uñas puesto que si los jueces españoles deciden denegar la condecoración por falta de base jurídica, la lógica escolástica entraría en acción y resultaría que al no existir la causa no podría haber existido el efecto. Ya me entienden. Si no hay madre, no debería de haber hijo. Lo cual resultaría francamente engorroso. La inesperada desaparición de determinadas primeras piedras sobre las que se edificó la Iglesia, dejarían toda la construcción como un castillo en el aire. Es lo mismo que ya les advertía San Pablo a los Corintios hablando del dogma de la resurrección de los muertos: “Si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana es también nuestra fe”. Yo tenía un profesor de religión en el colegio de los Dominicos que andaba un tanto preocupado con esa contingencia. Como diría el cómico José Mota: “Ya sé que no, ¿pero y si sí?”.
Jorge Fernández Díaz, devoto antes que ministro, decidió condecorar en enero de 2014 a la Virgen, pero no contaba con que la asociación Europa Laica y el Movimiento Hacia Un Estado Laico (MHUEL) iban a acudir a los tribunales en abril de ese mismo año. Según detalla el periodista Óscar López-Fonseca, el caso llegó en un primer momento a manos de Ana María Jimena, titular del Juzgado Central de lo Contencioso Administrativo número 7. Esta juez fijó fecha para una vista oral –es de suponer que sin llamar a declarar a la condecorada-. Iba a ser el 11 de junio, justo el día en que en Jaén celebran la Virgen de la Capilla porque en la noche que dio paso a ese día, pero de 1430, la Virgen en persona se les apareció, dicen las crónicas, a unas 300 personas.
Ese 11 de junio del año pasado, por contra, no apareció el juicio de la Virgen por ningún lado. Y eso fue porque a última hora el Ministerio del Interior maniobró para tratar de suspender la vista. Y lo hizo alegando que la Virgen del Amor no era “funcionaria”, por lo que era obligatorio que la causa fuera tramitada y fallada por una sala de tres magistrados. Así que la juez envió el asunto a la sección quinta de la Audiencia Nacional. Algo ya empezamos a saber: que la Virgen no es funcionaria pues, implícitamente, la magistrada así lo reconoció al trasladar el caso a una instancia superior. Eso tiene, de momento, una ventaja: el Gobierno ya se ahorra la devolución de una paga extra.
Desde entonces, el ministerio ha ido tratando de colocar palitos en las ruedas del proceso abierto a la Virgen en España, una iniciativa judicial que nos valió un amplio reportaje de recochineo en The Wall Street Journal, el periódico que sólo profesa devoción al dinero.
Alguna ayuda le salió en el camino a Jorge Fernández Díaz. La pasada primavera, la cofradía malagueña que custodia la imagen pidió presentarse como codemandada, lo que obligó a abrirle hueco en el proceso y, en consecuencia, alargarlo aún más. Desde entonces seguimos esperando un fallo judicial que seguro sentará precedente. Pero puede ser explotivo. Si la Virgen resulta que no tiene entidad como para ser condecorada por el Estado Español igual se desata un efecto cascada de proporciones planetarias y acabamos teniendo que aplicar un ERE de extinción a toda la empresa gerenciada en estos momentos por Jorge Mario Bergoglio. Y ya me dirán ustedes cómo reinsertamos en el mercado laboral a tanto párroco.
Pero si resulta que sí, que se puede condecorar a la Virgen puesto que tiene existencia jurídica, el asunto puede ser aún peor. Se me ocurre que entonces, como sujeto de derecho, también se la puede demandar, por ejemplo, por incumplimiento de contrato, en caso de que hubiese desatendido alguna petición hecha por alguno de sus más fieles creyentes. Y, por tanto, habrá que condenarla. Imagínense: si con la Pantoja ya se lió parda, qué podría pasar en un caso así. Además: ¿la sentencia afecta sólo a la Virgen Santísima del Amor exclusivamente o también a la de Covadonga, Montserrat, la del Carmen, la de Candelaria, etcétera? ¿Recibirá el mismo tratamiento la Santina que la Moreneta, habrá equidad, equilibrio religioso-territorial? Aquí tenemos otro argumento más para caminar hacia la desintegración del estado español. Va a ser que Jorge Fernández Díaz calculó mal y que el celo devoto del ministro del Interior puede ocasionar un auténtico cataclismo que no va a purgar ni con cien mil años en el Infierno. Si es que quedase allí abajo algo de sitio libre para meter a más políticos, claro.