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Hacia una generación sin velo

Jóvenes marroquíes comienzan a dejar de usar el velo mientras otras lo mantienen por convicción o por la «obligatoriedad paterna»
El ‘Coloquio Internacional Marruecos y Cervantes en la obra de Tetuán’, celebrado a finales de abril en la ciudad marroquí, dejó patente que «el futuro es femenino» en el país

Quieren ser Quijotes, viajar, luchar, soñar y contárselo al resto, porque es «una generación que puede abrir la mente a otra gente»; así define a sus contemporáneos Hanae Trola Skalli, estudiante de Filología Hispánica en la Universidad Abdelmalek Essaâdi de Tetuán. Hanae es hispanomarroquí -su padre, gaditano, se enamoró de una tetuaní- y no lleva velo, pero su elección no es fruto de su doble nacionalidad sino una opción que también escogen quienes sólo tienen pasaporte marroquí.

Cuando estaba terminando abril, la Facultad de Letras y Ciencias Humanas celebró el ‘Coloquio Internacional Marruecos y Tetuán en la obra de Cervantes’, y hubo aforo completo en el salón de actos. Entre los alumnos, «las mujeres son un grupo mayoritario», sostenía Abderrahman El Fathi, el profesor que propició el encuentro, «y esto muestra que el futuro es femenino en Marruecos».

Una de sus colaboradoras en el departamento, Nesrim Elkhammal Laakel, traductora e intérprete de español, tampoco lleva el ‘hiyab’. Lo llevó durante años hasta que decidió no hacerlo más. «Lo ponía hasta que un día trataron muy mal a una amiga por no llevarlo en una institución; ese día busqué en el Corán el versículo que obliga a las mujeres a llevarlo, pero no encontré ninguno».

Los docentes también resaltan el fenómeno. Cuando las jornadas cervantinas terminaban, uno de los moderadores en la ponencia hablaba así: «¿Te has fijado en que pocas chicas usan velo? Pues las que lo llevan, en su mayoría lo hacen por obligación paterna…».

Una afirmación que corrobora la propia Nesrim cuando analiza por qué, en la juventud marroquí, algunas chicas deciden quitarse el hiyab y otras seguir llevándolo: les obligan en casa. «Son aquellas que emigran a ciudades europeas las que terminan por usarlo más, porque no se sienten parte de la ciudad que les acoge y tampoco de la ciudad de origen, una situación que deja campo abierto a los extremos porque eso es lo que ofrecen precisamente: pertenencia al grupo y ser alguien».

Para la hispanomarroquí Hanae, sin embargo, «Marruecos tiene ya mentes más abiertas». «Quizá yo no coma cerdo, pero voy a discotecas y, en este congreso sobre la obra de Cervantes se intenta precisamente esto, que se nos conozca por la cultura y no por el yihadismo».

Habla Hanae de un Marruecos «en el que hacen falta buenos periodistas, porque todavía hay censura, y la gente corriente no puede verlo», dice Hanae que su «canal favorito es La Sexta y que le gustan Jordi Évole y Ana Pastor«. «Hace poco vi cómo la periodista hablaba con el ministro Margallo sobre la gestión de la muerte de los espeleólogos; nosotros no podemos hablar así…».

Otras lo llevan por convicción. Rian Meriama, que también participaba del coloquio, decidió ponerse el velo hace un año y piensa que quienes no lo llevan están «disfrutando del tiempo antes de la treintena o de casarse». «A mí me gusta, me siento cómoda, aunque llevemos ‘hiyab’ lo hemos modernizado, hacemos vida normal, yo me siento bien conmigo misma», cuenta.

La estudiante Mariam Maimouni, que quiere ser profesora de español en el futuro, también menciona «la obligatoriedad paterna». Comenzó a estudiar español «porque desde pequeña mostraba interés por la lengua». «Me gusta mucho España, en Marruecos muchos piensan que es el paraíso y, antes, muchos emigraban porque creían que era un país rico, ahora vemos que hay muchos españoles que vienen aquí para vivir en Tetuán», reflexiona.

Maimouni sólo se «pone el velo en el momento de rezar, porque es obligatorio», pero el resto del tiempo no lo lleva. Cuenta que está bastante habituada a que, «en reuniones de amigas o en familia», le pregunten: «Mariam, ¿cuándo piensas hacer el ‘hiyab’, o no lo vas a hacer nunca?». Ella responde: «Si lo haces es porque estás convencida, hay que asegurarse de ello para que Dios lo acepte;lo que vemos es que muchas lo llevan sólo porque sus padres sugieren que están obligadas».

Reconoce que «a veces hay malos entendidos entre chicas que llevan ‘hiyab’ y otras que no lo hacen» y apunta que «hay muchos miserables que se disfrazan con el ‘khimar’ [un velo grande que cubre también el pecho y a veces llega hasta las rodillas] para cometer delitos y hacerlo más ocultos».

Pese a casos como el descrito en el párrafo anterior, los hombres más jóvenes también viven esta época de cambios con naturalidad. En su perfil de Facebook, Maimaouni colgaba fotos del congreso, de ella con sus amigos y amigas (algunas con velo y otras no). Entre sus «mejores amigos» está Ayatallah Haidour, un joven de 20 años cuyo padre «fue inmigrante en España hasta que murió».

«Recuerdo el olor de España cuando venía a visitarnos en los meses de verano, no sé decirte a qué olía exactamente, pero en mi memoria es así como huele tu país», rememora. Dice que su primer conocimiento sobre Miguel de Cervantes fue el de los «dibujos animados que veía cuando era peque». Y el apócope es suyo. Tal es su control del castellano.

«Él quería que yo estudiase en el colegio Jacinto Benavente de Tetuán porque era totalmente español, pero era muy caro y, al final, me dijo que no podíamos». Así que buscó unas clases particulares y, en cuanto pudo, se matriculó en Filología Hispánica.

«Mi padre era marinero, mi madre es analfabeta. Yo estoy muy preocupado por el futuro de mis hermanos pequeños. En 10 años me imagino viajando… De momento, estudio. Los miércoles es mi día preferido porque es cuando tengo clase con el Profesor Fathi».

La oportunidad perdida del español

Durante buena parte del siglo pasado (1913-1956) Tetuán fue la capital del protectorado español de Marruecos. La española de origen tetuaní Nieves Martínez se acuerda bien de su infancia en el país y lamenta que se «perdiera la oportunidad de hacer del español lengua oficial». El profesor Abderrahman El Fathi también se queja: «Entendemos que la situación en España es difícil pero el coloquio que hemos organizado sobre Cervantes merecía un apoyo claro;la juventud marroquí está ansiosa por conocer, por escuchar, por aprender… Sólo nos hacen falta más libros y programas que animen a la lectura, para poder invertir en paz y en tolerancia».

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