Ysidro Pérez, ateo de 66 años, tardó diez en lograr borrarse del registro católico
El bautismo no es como un medicamento, que, por ley, viene acompañado de un prospecto que avisa de sus efectos secundarios. Ysidro Pérez, leonés de 66 años, lo lleva grabado en su mente desde que, el 25 de enero de 1999, se puso en contacto con el Obispado de Astorga (León) para intentar apostatar. "Habiendo abandonado toda religión y por haber dejado de ser creyente, suplico al obispado que dé por presentado este escrito, se sirva en admitirlo y dé por formulada mi declaración de apostasía", escribió hace 12 años. La Iglesia tardó casi diez años en contestar a su ruego.
El 17 de septiembre de 2008, recibió la primera nota del Obispado de Astorga: "Hemos recibido su carta". A punto de cumplirse el décimo aniversario de la petición, e indignado por el retraso, Ysidro no supo si interpretar el arranque de la misiva con ironía, indignación o como una mofa de la curia. En el escrito, el obispado le instaba a dirigirse a la Diócesis de Madrid (la que correspondía a su lugar de residencia), en lugar de a la del bautizo. "En este obispado de Astorga se harán las gestiones que desde Madrid nos indiquen. No dude que su solicitud será acogida y atendida lo mejor posible", zanjó la representante de Astorga.
La respuesta de la Vicaría general de Madrid le advirtió, una semana después, de que el bautismo es "indeleble": los libros bautismales "no son ficheros ni bases de datos, sino un registro que da fe de un hecho histórico". En otras palabras: no iban a borrar su nombre del historial de la Iglesia. "Pero el bautismo es algo que decidieron mis padres", critica Ysidro. Tras una nueva solicitud, el Arzobispado de Madrid le confirmó, el 21 de octubre de 2008, que su nombre ya no figuraba "en ningún listado, fichero o base de datos de la Iglesia".
El retraso en la respuesta no fue el único problema que tuvo Ysidro con el clero. Décadas atrás, tras marcharse al exilio en 1963 a Suiza y Francia, se casó en Inglaterra. "Lo hice por la Iglesia, por respeto a mi madre. De lo contrario, se habría llevado un disgusto", explica. "Pero al intentar divorciarme, me hicieron gastar un dineral: entre unas 700.000 pesetas para el abogado y el procurador. Ahora, estoy cansado de estafas", concluye.