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5.195 ‘referendums’. O menos

Yo creo que lo de Rouco Varela es un milagro, pero eso me pasa porque soy una persona de fe: a veces oigo voces. Aunque quizá no sea más que un brote. Lo de Rouco, digo. Una crisis más aguda que la del resto de la urbe y del orbe, y se halle en modo democrático, como define a su estado la asociación ciudadana No Nos Resignamos.

Porque parece mentira lo que ha cambiado este hombre: antes silenciando casos de pederastia dentro de uno de sus senos, el del arzobispado de Madrid (condenado por ello en 2006 por la Audiencia Nacional), y ahora haciendo proselitismo de la democracia desde su otro seno, el de la Conferencia Episcopal. Antes prosperando en el sacerdocio en pleno franquismo y ahora encabezando manifestaciones callejeras con gorrita de visera. Es lo que tiene la transición.

Bueno, a lo que iba: que yo venía a ser la voz del pueblo, a decir que estoy de acuerdo con Rouco Varela. Estamos (como nos recuerda, incansable, este ciudadano más) en una democracia, así que yo (léase el pueblo) también tengo mis derechos; por ejemplo, a cambiar: si antes tenía la manía de llevarle la contraria, ahora digo que estoy de acuerdo con él, en lo de los referéndums (por mor de mis veleidades romanas, y mientras me lo permita Manuel Seco, no pienso escribir referendos, vive Dios). De hecho, se me ocurren casi tantos referéndums como preguntas parlamentarias a Cayetana Álvarez de Toledo, la diputada del PP que ha realizado 5.195 en un día, después de ser acusada por sus propios compañeros de falta de dedicación. Digamos que se puso en modo pregunta. Pide Rouco un referéndum sobre el matrimonio gay, que es algo que a él ni le va ni le viene, así que yo voy a pedir, para empezar, un referéndum sobre la ordenación de mujeres en la Iglesia católica, que es un tema que ni me viene ni me va. Simplemente para ponernos, Rouco y yo, en igualdad de condiciones (¡es que me encanta la democracia!, ¡es que tengo verdadero vicio con ella!).

En cuanto a referéndums que me van más, el primero que me viene a la cabeza, en lo que a corte episcopal respecta, es el que preguntaría a los ciudadanos qué opinan sobre la contribución económica del Estado español, es decir, laico, al mantenimiento de la Iglesia católica y, en fin, yendo al grano, si están, los contribuyentes, dispuestos a seguir pagándola. También de corte talar sería aquel referéndum que preguntara a los ciudadanos del Estado español, es decir, laico, si estarían de acuerdo con una reforma del censo católico, según la cual sólo quede apuntado el que desee permanecer en él y automáticamente fuera quien no comulgue con las ruedas de sus molinos. Entre los católicos que queden censados por voluntad propia se podría celebrar referéndum tras referéndum, para que Rouco estuviera contento y ocupado, pero ya sería sólo sobre asuntos que a los apóstatas no nos incumben, a Dios gracias.

Lo que sí nos incumbe a muchos (incluido algún católico, cosas de la democracia) es lo que se perpetra en este país contra los animales, el maltrato al que con sistemática saña y puntual bendición son sometidos. Mientras que Rouco Varela se enciende con la gente que es feliz y se casa con quien le da la gana, se queda sin embargo frío viendo, por ejemplo, cómo le abrasan los ojos, la cara y el lomo al toro de fuego de Medinaceli, que brama desgarradoramente de dolor y, atado, torturado, sufriendo como un Cristo en la cruz, intenta sin éxito ni compasión huir de sus verdugos. Se practica por estas fechas con la connivencia, la complicidad, del cura del pueblo y del presidente de la Conferencia Episcopal. En muchos otros pueblos de la católica, apostólica y romana España se llevan a cabo pecados similares, innumerables prácticas de sadismo en nombre y en honor de vírgenes y santos. Miles de toros y vaquillas martirizados para diversión de los parroquianos y vergüenza de Dios. Y aún se atreve Rouco a dar lecciones de moral. Tiene razón el arzobispo: referéndum ya. Pero ya. Que cada minuto que pasa hay víctimas.

Y, puesto que la cosa está que arde, un referéndum para preguntar a los ciudadanos sobre la institución monárquica. Sin que cunda el pánico, por favor: tranquilidad, buenas maneras, unas urnas y unas papeletas. Lo que es la democracia, vaya. Porque lo otro, los privilegios, no lo son. Por mucho que lo diga la transición, digo la Constitución. ¿O es que la transición va a ser eterna? ¿O es que la Constitución es intocable? Pues dos referéndums más. Uno: "¿Cree usted, ciudadano de a pie, que es ontológicamente posible que una transición sea eterna?". Y dos: "¿Diría usted, ciudadano de sangre roja, que es ontológicamente posible que algo llamado Constitución sea intocable?". Y aún nos quedan 5.000 y pico referéndums. O más.

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