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¿Y la Conferencia Episcopal?

La reacción furibunda de la derecha política y mediática a la audiencia de la vicepresidenta del gobierno, Yolanda Díaz con el Papa, no hace más que demostrar la idea patrimonialista que tienen de la religión católica en nuestro país, considerándose más católico que el propio pontífice. Idea que se puede resumir en que no es posible que una comunista sea recibida por el Papa y si este viene a recibirla, es que es tan comunista como aquella o está traicionando los principios cristianos de su fe católica. 

Cumbre comunista, fue calificada desde el PP y la extrema derecha desde mandar al “carajo o a destinos aún peores” al Papa a llamarlo “ciudadano Bergoglio” en un intento de restarle representatividad. En la caverna mediática fueron igual de lejos al calificarlo de anti Papa o al afirmar que el espíritu santo se equivocó haciendo que los cardenales eligieran a un Papa catastrófico.

Si la intención del gesto de la audiencia papal estaba enmarcada en la estrategia de dar más visibilidad al proyecto político transversal en el que está inmersa la vicepresidenta Díaz y de soliviantar hasta el límite de provocar las referidas reacciones furibundas e incoherentes en la derecha y extrema derecha, así como, ningunear a la Conferencia Episcopal, se puede decir que se han cumplido los objetivos supuestamente marcados. Pero el árbol no nos puede impedir ver el bosque, la Iglesia Católica es la Iglesia Católica y va más allá de la coyuntura de un Papa más o menos comprometido con los asuntos sociales, más pronto que tarde la institución pretenderá cobrarse el gesto concedido. Tampoco hay que perder de vista que según los barómetros sociales la Iglesia Católica año tras año viene experimentando un descenso en el número de fieles, siendo más acusado en la juventud.

En cualquier caso, no era necesario cometer los excesos en las formas y modos que ha llevado a cabo la vicepresidenta durante la audiencia. La cortesía, la educación y las buenas formas no se deben llevar hasta límites conductuales impropios de la representante de una formación política que, por activa y pasiva, ha exigido relegar a la Iglesia al lugar que socialmente le corresponde y nunca considerarla como interlocutor o agente político. 

Tildar de emocionante al encuentro y referirse al Papa ante los medios de  comunicación como “Santo Padre” representa un exceso del que más allá de la oportunidad estratégica del encuentro, a no pocos habrá incomodado. Sea o no casual situar un análisis político en la escala de los sentimientos individuales, en modo alguno puede representar una valoración política de la audiencia, tal como se ha pretendido hacer ver.

Cuando ya desde mucha de las instancias se aboga por implantar de una vez por todas la aconfesionalidad del Estado recogida en la Constitución y una revisión en profundidad del Concordato, en modo alguno, viene bien para el objetivo tan gratuita plétora.

Y en otro orden de cosas y sin desistir de un tono jocoso y anecdótico que en nada resta importancia al asunto, las imágenes de la entrega de obsequios recordó en gran medida la escena de la película “Su excelencia” protagonizada por Mario Moreno “Cantinflas” en la que en una recepción de embajadores se reparten ilusionados como niños medallas e insignias.

Todo ello nos hace preguntarnos, ¿para cuándo un encuentro de la Ministra de Trabajo con la Conferencia Episcopal, en la que se hable de la precariedad y dignidad en el trabajo o cualquier otra mundanalidad?

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