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Volantazo del Papa en su ‘política’ con Cataluña

Tras años eligiendo obispos no alineados con el ‘procés’, nombra ahora arzobispo a un cura que colocó una ‘estelada’ en su iglesia

La sorpresa saltó este sábado, cuando el Bollettino de la Santa Sede publicaba la designación del sacerdote Joan Planellas Barnosell como nuevo arzobispo de Tarragona. Viene a sustituir a monseñor Jaume Pujol Balcells, a quien Roma sólo había concedido tres escasos meses de prórroga a su renuncia por edad, cuando lo normal son entre 10 y 12 meses. Parece indudable que su desafortunada gestión en el tema de la pederastia clerical, con aquellas declaraciones del «mal momento» de un sacerdote implicado, han acelerado el proceso de remoción. Planellas no aparecía en ninguna quiniela, a pesar de ser un sacerdote importante en Cataluña. No en vano era el Decano de su Facultad de Teología.

El nuevo arzobispo de Tarragona protagonizó una polémica con la esposa de Albert Boadella que fue exhaustivamente recogida en 2015 en el portal Germinans Germinabit. El cura Planellas, como párroco del pueblo de Jafre, tenía colocada la bandera estelada en la torre del campanario de la iglesia. Motivo por el cual la esposa de Boadella, Dolors Caminal, escribió una carta al obispo de Gerona, Francesc Pardo, en la que denunciaba dicho hecho, así como que hubiesen tocado las campanas durante 15 minutos a las 17.14 horas del día 11 de septiembre, tal como proponían los separatistas. El obispo la invitó a una entrevista personal para exponerle «su versión y visión de los hechos», a lo que Dolors Caminal le contestó que «os motivos que tenga el obispo debe explicarlos públicamente, no entre las paredes de su despacho».

Pero la respuesta más hosca la dio el párroco Planellas, ahora nuevo arzobispo: «Estos señores no son de la parroquia. La estelada se puso porque el pueblo la pidió. Y no puedo ir contra el pueblo. Que se pongan la bandera española en su casa, si quieren».

Desde el pasado sábado, este cura es un primado de las Españas, que es el título que le corresponde a la Sede de Tarragona, según una antiquísima tradición que confirmó el Papa León XIII. Un primado de las Españas con estelada incorporada. Paradoja de un nombramiento que ha causado sorpresa.

El nombramiento es extraño porque hasta este momento la política de designaciones episcopales del Papa Francisco había sido muy cicatera con la cantera sacerdotal catalana. De las cinco elecciones de obispos de Cataluña efectuadas por Bergoglio, solo uno -y auxiliar- había sido catalán. Los otros eran dos valencianos -Giménez Valls en Lérida y Benavent en Tortosa-, un aragonés -Omella en Barcelona- y un mallorquín -el auxiliar Vadell-. Asimismo, las declaraciones del Papa respecto al independentismo catalán no habían sido nada favorables. En una entrevista televisada con Henrique Cymerman manifestó aquello de que «había que agarrarlo con pinzas» y se puso a distinguir los casos de las colonias, como única causa justificativa del derecho de autodeterminación.

Así, el nombramiento de un arzobispo independentista significa una ruptura con la política vaticana que hasta este momento se llevaba con Cataluña. La explicación de su nombramiento tiene que ver con la pederastia y los abusos sexuales del clero. El hoy arzobispo electo de Tarragona realizó, ya un poco talludito, su tesis doctoral en la Pontificia Universidad Gregoriana entre los años 2002 y 2004, donde coincidió con el jesuita Luis Francisco Ladaria, hoy en día cardenal- prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Dicha Congregación -antiguo Santo Oficio- se encarga de la investigación de los temas de abusos sexuales del clero. Fue la que encomendó a Planellas la investigación de una asociación denominada Seminari del Poble de Déu, con arraigo en varias diócesis catalanas. Después de su investigación, el cardenal Omella disolvió el «seminario» y dos años después suspendió a divinis a los curas diocesanos de dicha asociación.

En total, 17 curas catalanes se hallaban involucrados en ese movimiento, al que se acusó de sectario y de orientaciones sexuales desordenadas. Esa investigación unió los nombres de Omella y Ladaria con el del teólogo Planellas. Sin embargo, a Roma -y a Omella y Ladaria- se le escapó un detalle importante: la estelada de Planellas en sus parroquias gerundenses.

Al cabo de una escasa hora y media que se hubiese publicado el nombramiento en el Bollettino, el periodista Pablo Planas publicaba en Libertad Digital un artículo titulado «Bergoglio nombra arzobispo de Tarragona al cura separatista radical del pueblo de Albert Boadella». A partir de ahí, un sinfín de piezas, tuits y retuits se volcaban en el espacio digital, causando la indignación de un gran número de católicos y, especialmente, de aquellos creyentes catalanes que no comulgan con los propósitos secesionistas y que viven muy escamados con las esteladas y los lazos amarillos en los templos y las soflamas independentistas de una parte del clero.

A ellos les ha sentado como un golpe bajo la designación de Planellas. Una innegable sensación de desánimo y abandono ha cundido en ese sector mayoritario del catolicismo catalán. Además, el primer comunicado del nuevo obispo, en el que habla del reto de la iglesia catalana, añadiendo que es «un reto que sólo podremos cotejar adecuadamente si creemos en la unidad pastoral de las Iglesias con sede en Cataluña» no permite albergar esperanzas. El temor a un Setién catalán se ha instalado entre los fieles. O Planellas se aleja de toda tentación independentista o su pontificado parece dispuesta rodearse de polémica.

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