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Vírgenes

¿NO es de lo más chocante que se discuta tanto acerca del celibato de los curas sin que a casi nadie se le pase por la cabeza el de las monjas?

No se trata de elucubrar sobre el sexo de los ángeles, pues es evidente que las monjas sí lo tienen, pero aún hoy parece tan inexistente como el de aquellos supuestos seres celestiales. (Y cuando se descubre su sexo, demasiado a menudo es para violarlo, a veces por hombres que también han hecho juramento de castidad).

Es evidente que, en la Iglesia católica, estas mujeres consagradas a Dios están muy lejos de las prerrogativas de los hombres consagrados a Dios. A ellas apenas se las escucha más que hablando de repostería, pero de todas formas es muy improbable que ninguna reivindique, y menos públicamente, el derecho y la conveniencia del sexo. Supongo que quienes deciden 'meterse a monjas' ya han interiorizado una educación religiosa en la que la represión del sexo es primordial especialmente para las mujeres.

Sabemos que la Iglesia considera el sexo como pecado salvo cuando se practica como medio para la procreación. Esta condena mórbida ha hecho un daño difícil de estimar, pero sin duda ha sido mayor entre las mujeres. Seguramente casi todos tenemos entre las mujeres próximas (empezando por las de la familia: madre, tías, abuelas) ejemplos de personas que han vivido una vida peor (que han pasado a peor vida, podríamos decir) por esa causa, y a menudo sin conciencia de ello. El nacional-catolicismo franquista también fue criminal por esta masacre sexual ejercida sobre la población, en especial sobre la femenina.
El principal símbolo de la represión sexual específicamente femenina lo tenemos en la Virgen, en las Vírgenes. El catecismo vigente de la Iglesia católica sigue presentándonos a la madre de Jesús como la «segunda Eva» que redimió a la mujer del comportamiento nefasto de la Eva original, la primera mujer sobre la Tierra, la desobediente con hambre de conocimiento. Y, junto a la sumisión, la característica más reseñable de esta segunda Eva, hasta el punto de darle 'nombre', es la virginidad: María, dócil, quedó embarazada y parió a Jesús siendo virgen, se afirma en el Catecismo. Esta visión virginal de la madre de Dios tuvo un éxito popular enorme, quizás en parte porque es un mito edificado sobre ancestrales y extendidos mitos matriarcales. Y, unido a las necesidades de diferenciación local, dio lugar a miles de 'advocaciones' que son visiones diversas de la misma persona: la Virgen del Rocío, la de las Angustias, la de la Misericordia, etc., etc. A cual más milagrosa. A cual devoción más apasionada, más fervor popular.

Me he referido a la Virgen como un mito, lo que quizás requiera una breve explicación. Para empezar, es un mito porque datos históricos serios sobre la madre de Jesús sencillamente no existen. E, incluso para quien otorgue a los Evangelios un alto valor histórico, le será difícil sostener sobre ellos lo que dice el Catecismo vigente: «la virginidad real y perpetua» de María. En segundo lugar, parece claro que, como otros mitos cristianos, el de María se gestó sobre mitos paganos anteriores. Por otro lado, las personas con cierta cultura científica lo saben, aunque generalmente prefieran no decirlo: evidentemente, la madre de Jesús (la 'nueva Eva') no fue virgen. Y, no menos evidentemente, Eva no existió, es otro mito. Por fin, que se haya comprobado con rigor científico, ninguna 'Virgen' (y ningún otro ser) ha hecho un milagro. En resumen: no sabemos nada relevante de la madre de Jesús (no podemos decir siquiera que era «buena» ni que era «mala»), pero sí sabemos que no era virgen y que no ha hecho milagros. Y que con su mito (sostenido por los rasgos positivos de un amor específicamente femenino, maternal) se ha hecho un daño formidable a millones de personas, sobre todo a las mujeres. Ha servido para violar su autonomía y su percepción de la realidad, para enemistarse con su propio e «impuro» cuerpo… para hacerlas menos felices o más desgraciadas. Me parece, en definitiva, un símbolo ominoso, que merece el rechazo de quienes anhelan la emancipación femenina, la emancipación humana. Mi alegato contra las Vírgenes no es producto de una antipatía irracional, sino fruto de una defensa apasionada de los derechos humanos: los derechos sexuales y los derechos femeninos en particular. Las mujeres educadas bajo el influjo de ese símbolo virginal suelen casarse con un vestido blanco, sin la más mínima conciencia de que eso suponga una sumisión, una humillación respecto a la pareja masculina. Por el contrario, lo hacen a menudo con una ilusión enorme, alimentada desde la infancia. Ya a las niñas se las viste de pre-novias (hasta lo cantaba Juanito Valderrama: «lo mismito que una novia») virginales en las primeras comuniones, que son un punto álgido en el adoctrinamiento infantil católico. Precisamente merece un rechazo especial la perpetuación de ese perverso mito irracional (junto a otros relacionados) quizás de la única manera posible: a través de la educación infantil. Lo que es aún más grave: de la educación infantil pública, mediante las clases de Religión.

Sin embargo, es claro que las Vírgenes gozan de gran devoción popular. Contra esto no puedo más que mostrar mi razonado desagrado: ni quiero ni puedo pedir que desaparezca. Tampoco pido que un Ayuntamiento o cualquier otra instancia pública proclame o apoye ideas, afectos y desafectos como los aquí expuestos, por muy argumentados que estén: no deben hacerlo. Como tampoco deben las administraciones y sus representantes -como tales- participar en las devociones marianas ni en otras similares. Que un Ayuntamiento participe en la coronación de una Virgen, que salga en procesiones, que una Virgen sea la patrona de una ciudad, que el Ejército rinda honores a otra, Todo esto es incompatible con un Estado aconfesional. Es decir, cada vez que se hace algo de esto (aunque la mayoría lo apoye), se está actuando contra la Constitución y se están vulnerando derechos fundamentales de los ciudadanos.

 
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Con la libertad de los hijos de Dios

(En respuesta a Juan Antonio Aguilera Mochón)

Carlos A. Galán Moreu,/alumno de la UGR. Granada.

 

Sr. Director de IDEAL: Le envío la siguiente carta, en respuesta al artículo publicado por el profesor Juan Antonio Aguilera Mochón el pasado sábado.

Sr. Aguilera: Una vez más nos deleita con uno de sus artículos de opinión o, mejor dicho con una de sus críticas destructivas a todo aquello que tenga que ver con la Iglesia Católica.

En esta ocasión le ha tocado a la pobre Madre de Dios y a las monjitas.

A Nuestra Buena Madre le echa Vd. la culpa nada más y nada menos de haber hecho un «daño formidable a millones de personas sobre todo a las mujeres», de haber servido para «violar su autonomía y su percepción de la realidad», para enemistarlas «con su propio e 'impuro' cuerpo Para hacerlas menos felices o más desgraciadas».

Le recomiendo que se pase Vd. por cualquier templo que tenga por titular a la Madre de Dios y Madre nuestra en cualquiera de sus múltiples advocaciones (Angustias, Perpetuo Socorro, Gracia, Inmaculada, Auxiliadora) y pregunte a cualquier mujer que vea por allí: verá lo dolida que se siente, lo reprimida que está los desgraciada e infeliz que vive por culpa de la Virgen. Aunque claro, olvidaba que seguramente la interrogada será una pobre víctima del 'adoctrinamiento infantil católico'. En serio Sr. Aguilera, si Vd. hace lo que le digo, verá lo que es querer a la Madre de Dios.

También asegura Vd. que «no se sabe nada relevante de María pero sí sabemos que no era virgen y que no hizo milagros». ¿En qué quedamos Sr. Aguilera? ¿Se sabe algo o no? Yo creo que saber si fue o no virgen, si hizo o no milagros sí que es saber algo relevante, no se Vd.

Pero es que el mensaje de Cristo es más grande que todo mensaje humano, como dice S. Pablo a los Corintios, lo más tonto de Dios supera toda sabiduría humana.

No llevemos la fe al territorio racional, empírico, lógico: vamos a fracasar en nuestro intento de comprender racionalmente a Dios. Lo bonito de la fe es que es un salto al vacío que uno se atreve a dar libre y responsablemente. Si comprendiéramos con la cabeza las cosas de Dios, si tuviéramos la certeza científica y racional de que Dios existe, no tendríamos la libertad para decidir si dar o no ese salto al vacío y ya no habría tal vacío, estaría relleno de ciencia y sabiduría humana y no de experiencias y palabras de Dios.

Yo, libre y responsablemente, opto por dar ese salto, opto por confiar en Dios y caminar sobre las aguas con la confianza que da saber que si pierdes el equilibrio y comienzas a hundirte, basta pedirle ayuda a Él y te estrechará la mano y te sacará del agua evitando que te ahogues.

Vd. opte libre y responsablemente por lo que quiera Sr. Aguilera, pero por favor, déjenos en paz a los que hemos decidido lo contrario que Vd. por mucho que le sorprenda. Deje Vd. en paz a las mujeres que libre y responsablemente han decidido entregarse generosamente y por completo a Dios, a su reino y a su misión aquí en la tierra y respételas porque es repugnante lo que dice de que «cuando se descubre su sexo, demasiado a menudo es para violarlo, a veces por hombres que también han hecho juramento de castidad»; deje en paz a los hombres que igualmente libres y responsables deciden, llevándole la contraria a la sociedad, darle un sí generoso a Dios haciéndose servidores de Dios y de los hombres; y déjenos Vd. en paz a 93 jóvenes y a mí, que en el día de Pentecostés (27 de Mayo) recibimos al Espíritu Santo a través del Sacramento de la Confirmación y que decidimos así, libre y responsablemente, ser Iglesia y testimonio vivo de Jesucristo y del Evangelio.

Si Vd. ha elegido ya su opción vívala, viva su vida tranquilo y feliz y déjenos a los demás vivir la nuestra en paz. Y por último me permito la licencia de darle un consejo: no se obsesione con nosotros, no lo haga, no le merece la pena: estamos locos, pero eso sí, libre y responsablemente locos.

 

Ideal, 28-5-07

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Vírgenes

José Antonio Mochón Sánchez./Granada.

 

Sr. Director de IDEAL: Con ese título de 'Vírgenes' se publicaba en IDEAL, el pasado día 26 de mayo, un artículo de alguien que se autodenomina profesor de la Universidad de Granada.

Es conveniente empezar diciendo que el insigne filósofo, Santo Tomás de Aquino, da la siguiente definición de la fe: «Acto del intelecto por el que se asiente a una verdad divina por impulso de la propia voluntad, siendo la voluntad, a su vez, movida por la gracia de Dios».

Algunas verdades de Fe, aunque no repugnan a la razón humana, para ser comprendidas, precisan de la luz de esa Fe; pues bien, si no se procura ese acto de asentimiento del intelecto -al que se refiere el aquinatense- si no se tiene el deseo de impulsarlo, ni se pide ayuda a Dios para ello, es difícil que el hombre -animal a fin y al cabo, aunque racional- pueda comprender y admitir determinadas verdades. Así se explica el contenido del artículo periodístico precitado y se empieza a comprender cómo una persona, que dice ser profesor de Universidad, se permita no respetar las creencias de una inmensa mayoría de lectores, sobre verdades de fe, enseñadas por la Iglesia, tales como la Virginidad de María Santísima, la existencia de los Ángeles, el valor de la Religión, el de la entrega de personas a Dios, el del celibato, etc. Y, además, confunda aconfesionalidad con laicismo radical. Claro, que con el contenido de este artículo se confirma, una vez más, el gran sentido que tiene una de las consideraciones espirituales de San Josemaría: « por donde pasa Jesucristo nadie queda indiferente, o se le ama o se le odia». También el artículo corrobora un acertado refrán español: «Sólo se tiran piedras al árbol cargado de fruto». Quedo muy agradecido por la publicación.

P.S. Mi felicitación al periódico IDEAL por su reciente publicación, resumen de los 75 años de andadura; tan pronto lo recibí, tras leerlo, lo envié a un pariente granadino, que reside en Bilbao, a quien sé le hará evocar muy gratos recuerdos.

 

Ideal, 29-5-07

 

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Vírgenes

José Antonio Mochón Sánchez./Granada.

 

Sr. Director de IDEAL: Con ese título de 'Vírgenes' se publicaba en IDEAL, el pasado día 26 de mayo, un artículo de alguien que se autodenomina profesor de la Universidad de Granada.

Es conveniente empezar diciendo que el insigne filósofo, Santo Tomás de Aquino, da la siguiente definición de la fe: «Acto del intelecto por el que se asiente a una verdad divina por impulso de la propia voluntad, siendo la voluntad, a su vez, movida por la gracia de Dios».

Algunas verdades de Fe, aunque no repugnan a la razón humana, para ser comprendidas, precisan de la luz de esa Fe; pues bien, si no se procura ese acto de asentimiento del intelecto -al que se refiere el aquinatense- si no se tiene el deseo de impulsarlo, ni se pide ayuda a Dios para ello, es difícil que el hombre -animal a fin y al cabo, aunque racional- pueda comprender y admitir determinadas verdades. Así se explica el contenido del artículo periodístico precitado y se empieza a comprender cómo una persona, que dice ser profesor de Universidad, se permita no respetar las creencias de una inmensa mayoría de lectores, sobre verdades de fe, enseñadas por la Iglesia, tales como la Virginidad de María Santísima, la existencia de los Ángeles, el valor de la Religión, el de la entrega de personas a Dios, el del celibato, etc. Y, además, confunda aconfesionalidad con laicismo radical. Claro, que con el contenido de este artículo se confirma, una vez más, el gran sentido que tiene una de las consideraciones espirituales de San Josemaría: « por donde pasa Jesucristo nadie queda indiferente, o se le ama o se le odia». También el artículo corrobora un acertado refrán español: «Sólo se tiran piedras al árbol cargado de fruto». Quedo muy agradecido por la publicación.

P.S. Mi felicitación al periódico IDEAL por su reciente publicación, resumen de los 75 años de andadura; tan pronto lo recibí, tras leerlo, lo envié a un pariente granadino, que reside en Bilbao, a quien sé le hará evocar muy gratos recuerdos.

 

Ideal, 29-5-07

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Las vírgenes y la Virgen

 

Jesús Blanco Zuloaga

 

En la Abadía del Sacromonte, el próximo jueves día 7 de junio, a las nueve y media de la tarde, la Compañía Mira de Amescua representará el auto sacramental ‘Tu prójimo como a ti’, de Calderón de la Barca. La entrada es libre. Invito a mis lectoras y lectores. Pasarán un rato muy agradable.

            Pero hoy quiero fijarme en el artículo titulado ‘Vírgenes’ que, el pasado día 26, publicó en IDEAL el profesor Aguilera Mochón. Me han dicho que es un buen profesor, afable y querido por sus alumnos. Por eso me extraña más su artículo. Este comentario no va contra él: sólo pienso en mis lectores que, seguramente, esperan algunas aclaraciones por mi parte.

            Al articulista le resulta chocante que se discuta el celibato de los curas y no el de las monjas. Sin embargo, es algo muy lógico: a quien elige el sacerdocio (en el rito latino, no en los orientales) se le impone el celibato de forma obligatoria; pero quien elige vivir la virginidad y los consejos evangélicos (caso de las monjas y de los religiosos no sacerdotes) la eligen libremente. ¿Qué vamos a discutir? ¿su derecho a ser libres? Después, en el artículo, con ironía hiriente, se dice que el sexo de las monjas se descubre “para violarlo, a veces por hombres que también han hecho juramento de castidad”. Es una frase que parece escrita, no desde la razón, sino desde el resentimiento; y es de mal gusto; por eso no merece la pena comentarla.

            Continúa el artículo dando por supuesto que quienes deciden ‘meterse a monjas’ ya han asumido la necesidad de reprimir el sexo. Este señor parece no concebir la posibilidad de que alguien pueda vivir en virginidad. Por eso, una monjilla simpática, de treinta y pocos años, malagueña por más señas, me comentó: “No sé si ese señor estará reprimido, pero yo desde luego que no; pero igual que yo no me meto con él, deseo que él me deje en paz para vivir libremente la vida que a mí me hace feliz”. Y así piensan infinitas monjas: el profesor Aguilera no dispone de una estadística seria. Pero, en cambio, debe saber que el propio Freíd nos enseñó que los sentimientos no siempre hay que reprimirlos, sino que pueden ‘sublimarse’. Esa sublimación es la que viven las monjas con absoluta normalidad. Y por eso son felices.

            Y no sólo las monjas: el articulista piensa que casi todas las mujeres cristianas viven una “peor vida” por causa de la castidad. Y asegura que casi todos tenemos ejemplos de ellos “entre las mujeres próximas, empezando por la familia: madre, tías, abuelas”. Pero no se debe generalizar: yo no sé lo reprimidas e infelices que sean las mujeres que él conoce; pero desde luego no son así ni mi madre, ni mis hermanas, ni mis cuñadas, ni mis sobrinas. El domingo pasado estuve con tres de mis sobrinas y, al preguntarles sobre este tema, se divirtieron de lo lindo: “¡Sí, tito!, ¿no nos ves? Dile a ese señor que estamos reprimidísimas, que somos infelicísimas y desgraciadísimas, que nos vamos a suicidar un día de estos”. Es decir, que habrá mujeres de todo tipo y circunstancias, pero las verdaderas cristianas son felices. Por eso, cuando el señor Aguilera dice que “mi alegato contra las vírgenes no es producto de una antipatía irracional sino fruto de una defensa apasionada de los derechos humanos”, creo que debería pensar que el primer derecho que ellas tienen es el de la libertad para elegir las creencias y el tipo de vida que quieran, con absoluta libertad. Con el derecho a ser respetadas, sin que nadie las ridiculice.

            Lo más triste es lo que dice de la Virgen María. Fundamentalmente estas dos cosas: “Sabemos que no era virgen” y añade que “las personas con cierta cultura científica lo saben” (que no era virgen). Y decía la monja antes citada: “¿Cómo la sabe? ¿estaba él allí el día de la Encarnación?”. Y yo me pregunto si, para ‘saber’ cómo quedó embarazada la Virgen, se podrá estudiar el ADN de San José y, sobre todo, del Espíritu Santo. En cuanto a lo de ‘cierta cultura’, me pregunto: ¿Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Descartes, Pascal, Calderón de la Barca y los otros innumerables cristianos teólogos, filósofos, científicos, literatos etcétera que creían la fe de la Iglesia, tendrían una ‘cierta cultura’? Yo creo que tendrían la suficiente para que yo no me considere tonto al creer lo que ellos creían. Lo que pasa es que –ya lo decía Benedicto XVI en Ratisbona- muchos estudiosos modernos reducen la razón a lo puramente positivista, a lo que se puede experimentar en una probeta; y así no es fácil el diálogo entre fe y razón.

 

Ideal, 3-6-07

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Sobre ‘Vírgenes’

A modo de ‘carta abierta’ a Juan Antonio Aguilera Mochón

 

Eduardo García Peregrín. Catedrático de la Universidad de Granada

 

Había pensado no comentar el reciente artículo mencionado en el título, pero una profunda tristeza interior me impele a hacerlo, dando por sentado que no quiero levantar más polémica ni estoy dispuesto a que estos pensamientos sirvan para una serie de réplicas y contrarréplicas con su autor. Sólo pretendo manifestar que en estos días me he sentido profundamente ofendido y profundamente dolido con los comentarios del hoy mi compañero del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular. Y puesto que la ‘ofensa’ ha sido pública, considero que la ‘queja’ también debe serlo. En numerosas ocasiones hemos confrontado nuestras ideas sobre diversos temas divinos y humanos, sin llegar nunca a rebasar los límites debidos al respeto que nos debemos las personas humanas. Pero esta vez, creo que se ha traspasado ese límite.

            Durante los años en que fuiste alumno de varias asignaturas de tu licenciatura, doctorando bajo mi dirección y miembro del grupo de investigación que he dirigido, nunca había sentido una sensación de fracaso tan grande. Y digo de fracaso, porque lo que he pretendido durante ellos ha sido enseñarte a ti y a tus compañeros –como hizo conmigo mi maestro- no sólo la “química de la vida” sino un “modo de vida” basado en la libertad y en el respeto mutuo, donde cada uno podía expresar sus opiniones pero sin herir a los demás. ¿Cómo ha sido posible llegar hoy a semejantes términos? Me encuentro ante un profundo dilema: o bien no eras consciente de la gravedad de las palabras escritas –en cuyo caso me has demostrado muy poca capacidad de consciencia- o bien era plenamente consciente de lo que hacías, en cuyo caso me has dado pábulo a sentirme, como muchos creyentes, gratuitamente ofendido, porque cuando se ofende a quien cada uno considera su madre o su Madre, se está ofendiendo gravemente a la propia persona. ¿O tú no lo estarías en semejante situación? ¿Cómo puedo no sentirme herido cuando llamas a la que yo considero mi Madre como un mito o un símbolo de la represión sexual femenina?

            Permíteme que te diga que en tus comentarios destilas una especie de resentimiento hacia todo lo que representa una idea de Dios que no llego a entender, por mucho que me lo cuestiono. ¿Qué mal te hemos hecho los creyentes para que seamos ‘blanco’ de tu ironía o de tu desagrado? ¿Qué mal te han hecho esas monjas a las que consideras sólo como objeto de represión sexual, silenciando y olvidando otras múltiples facetas de su actividad asistencial o de otro tipo que llenan de sentido sus vidas?

            Respeto tus ideas sobre la religión o lo religioso, pero con la misma fuerza te exijo que respetes las de los demás. ¿O no consideras que el respeto mutuo sea uno de los pilares sobre los que basar la autonomía personal y la propia percepción de la realidad? Nunca he intentado imponer criterios personales sobre temas como los religiosos que podían atentar contra lo más interior de cada persona. Creo que en esta ocasión tú has ido demasiado lejos. Como persona con una cierta cultura científica, quizás para ti demasiado rudimentaria, considero que lo que llamas un mito no me ha hecho ningún daño, ni creo que se lo haya hecho a esos millones de personas a las que te refieres. Siento tener que expresarme de un modo tan drástico, pero me atrevería a recordarte que para tratar de ciertos temas teológicos y hacer las afirmaciones que haces, hay que tener una profunda formación teológica.

            Por otra parte, cualquier científico de altura ha sobrepasado el problema de la existencia de Dios aceptando que, si bien no existen pruebas científicas sobre su existencia, tampoco existen para negarla. Un científico no tiene por qué ser, en cuanto tal, religioso; pero podrá ser creyente si vive su ciencia como un medio para descubrir que Dios está presente en las realidades del mundo y de la creación. La experiencia de la existencia de Dios es algo completamente gratuito, que no se puede exigir, pero que puede dar sentido a muchas vidas y que, en ningún caso, puede servir como ‘blanco’ para unos ataques a quienes así lo perciben. En cualquier caso, es un tema que se merece el más absoluto de los respetos. ¡Qué diferencia respecto al Prof. Severo Ochoa que, habiéndose manifestado públicamente como agnóstico, supo mantener siempre un enorme respeto ante los creyentes, lo que le hizo merecedor de un gran reconocimiento y admiración!

            Por último, quisiera recordarte que el derecho a la libertad ideológica y religiosa es uno de los derechos fundamentales recogidos en el art. 16 de nuestra Constitución, por lo que será quien no lo reconozca y respete de este modo el que estará actuando contra la Constitución y estará vulnerando los derechos fundamentales de los ciudadanos.

 

Ideal, 2-6-07

 

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Vírgenes, libertad de conciencia y razones

Juan Antonio Aguilera Mochón

 

Desde la publicación, el 26 de mayo, de mi artículo ‘Vírgenes’, han aparecido en Ideal diversas réplicas en forma de cartas al director y de artículos. Como sería muy larga una respuesta pormenorizada, sólo quiero puntualizar algunas cosas:

1. Las creencias religiosas deben ser objeto de crítica libre tanto como las políticas u otras. Responder a mis críticas a las creencias religiosas en vez de con argumentos y datos, con una dolida declaración de ‘ofensa pública’ está en la línea abierta con las reacciones censoras a las caricaturas de Mahoma, una línea peligrosísima para la democracia y para la convivencia libre.

2. Cuando digo que a las monjas sólo las oímos hablar de repostería… en el contexto del artículo es evidente que me refiero a la descomunal discriminación de las mujeres (en este caso, monjas) en el seno de la Iglesia. No soy yo quien silencio y olvido sus muchas facetas. No respondan a mi acusación tergiversando el sentido de mis palabras. Debe saberse que excepcionalmente algunas monjas –mexicanas por más señas- han reclamado con vigor igualdad de derechos con los sacerdotes, celibato opcional… y han denunciado agresiones sexuales ejercidas por sus ‘superiores’ masculinos.

3. De ninguna manera puedo oponerme a la ‘libertad religiosa’, a que cada persona crea lo que quiera y lo manifieste, aunque les recuerdo que la libertad religiosa es sólo un aspecto de la ‘libertad de conciencia’. De hecho, suscribo lo que Evelyn Beatrice Hall escribió para ilustrar la posición de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Por ejemplo, defiendo rotundamente el derecho a creer en la perenne virginidad de la Virgen, y a proclamarlo, faltaría más; pero añado que esa creencia es anticientífica y antirracional. Quien encuentre esto ofensivo, yo diría que debe quejarse a la ciencia y a la razón. Lo que es inaceptable –y anticonstitucional- es que las autoridades públicas ‘tomen partido’ (¡y de qué forma!) por una o varias creencias. Esto sí es una falta de respeto a la libertad de conciencia de los ciudadanos. Como a menudo se habla de apoyo casi unánime a esas conductas –como si eso justificara el atropello-, y de que, en todo caso, no hay nada malo en la religión, he querido dejar claro que algunos vemos argumentos y datos para pensar lo contrario.

4. Sobre la moral sexual católica representada por la Virgen no tengo mucho que decir mientras sea asumida libremente, por personas adultas. A quienes niegan los efectos dañinos de las acciones de la Iglesia basadas en esa moral les recordaré no ya efectos psicológicos difícilmente objetivables, sino la ‘política’ eclesial sobre las uniones de homosexuales y sobre los condones y la prevención del SIDA. En el último caso, ¿no hay una enorme responsabilidad de la Iglesia ante millones de muertes y de vidas desgraciadas? ¿Les parece esto poco ‘daño’?

5. Opino que adoctrinar a niños con afirmaciones anticientíficas y con una moral en algunos aspectos dañina es, como dice Richard Dawkins (“El espejismo de Dios”), “abuso mental infantil”. Un ataque a la libertad de conciencia de personas especialmente vulnerables.

6. Finalmente, unas palabras sobre las alusiones personales de mi colega y ex-director de investigación Eduardo García Peregrín (“Sobre ‘Vírgenes’”, 2-6-07). No tiene que sentirse fracasado al constatar mi antirreligiosidad; quien haya leído su réplica puede pensar que ejerció sobre mí algún tipo de ‘paternidad espiritual’ a través de discusiones sobre asuntos religiosos: no hubo nada de esto, y es algo que le agradezco. Pero me es muy grato tener la oportunidad de reconocer públicamente su gran categoría moral en el ámbito universitario –que es el que conozco-. Doy por sentada siempre, en cualquier ámbito, su buena fe, también en este caso en que nos enfrentamos. Lamento de verdad que se haya sentido ofendido por mi artículo, pero lo que expongo no son ‘ofensas’ sino argumentos y datos. No puedo ni quiero acallar mi defensa de lo que creo razonable y bueno porque creyentes religiosos como Eduardo se sientan ofendidos; yo, ni a él ni a nadie le “exijo que respete” mis ideas antirreligiosas, no le pido que silencie sus ideas religiosas porque son contrarias a las mías, no me siento ‘ofendido´ por ellas. La libertad de conciencia y el ‘respeto personal’ mutuo es lo que debe estar garantizado.

Ideal, 6-6-07

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