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El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
Desde hace días, los medios televisivos tanto españoles como extranjeros han incluído, entre las pocas noticias que suelen contar cotidianamente, el supuesto racismo de España por los insultos proferidos contra el futbolista brasileño Vinícius.
La dimension de tal escándalo ha llamado mi atención por varios motivos.
El primero es la hipocresía. El presidente de Brasil. Inácio Lula da Silva, ha aprovechado la oportunidad para llamar a España un país de racistas. El mismo señor que hace unos años dijo, medio en broma, que Pelotas, ciudad meridional de Brasil, era un polo exportador de gays. (https://www.youtube.com/watch?v=fVgtZY5oLGY).
Ningún medio o político español a acusado a Brasil de ser un país de violadores después de la prisión previsional del jugador brasileño Dani Alves por presunta violación. Tampoco ha habido manifestaciones delante de alguna embajada brasileña para denunciar tal presunto crimen de género.
Ni hablemos del tono de los cánticos en los estadios brasileños, donde los prejuicios homofóbicos y racistas se han incrementado un 40% en los últimos años, según comenta el principal grupo mediático del gigante sudamericano (https://g1.globo.com/bom-dia-brasil/noticia/2023/05/23/casos-de-preconceito-contra-atletas-cresceram-40percent-nos-estadios-brasileiros-em-2022.ghtml).
El segundo es la víctima. Vinícius Júnior es negro y brasileño, pero también un hombre – entendido como ser humano de sexo masculino – que gana la friolera de más de 20 millones de euros al año por jugar estupendamente bien al balón.
Un sueldo más de cien veces superior al de un médico cirujano español, que alcanza en el mejor de los casos los 150.000 euros anuales (https://www.elperiodico.com/es/economia/20211117/cuanto-gana-cirujano-espana-dv-12864088). Las enfermeras y otro personal médico, expuesto a sobrecargas de trabajo y mal pagados durante la crisis del Covid, apenas pueden soñar con tal remuneración. Ya vemos como el personal judicial pide aumentos de sueldos sin haber pasado por tal nivel de estrés. La solidariedad entre sindicatos no se estila mucho.
Si fuera mujer, Vinícius sólo podría aspirar a un sueldo de medio millón de euros al año en el mejor de los casos. O para hacerse una idea, menos de un 3% de su sueldo actual (https://as.com/futbol/femenino/quienes-son-las-futbolistas-mejor-pagadas-del-mundo-n/).
En tercer lugar, el racismo. Vinícius ha sido claramente insultado y ridiculizado en reiteradas ocasiones con epítetos racistas, un hecho claramente condenable y bastante usual, desgraciadamente, en el fútbol profesional masculino. Ya se han visto casos de insultos racistas cruzados entre Lukaku e Ibrahimovic hace dos años, el segundo llamando al belgo-africano de mono y el primero al bosnio-sueco de zorra, con amenazas de follárselo a él y a su madre https://www.larazon.es/deportes/20210128/6ldgebw5pzbl5lh3ytnlsibfoe.html. No por mucho repertirse es menos grave, aunque lo juzgue menos grave que delitos sexuales en los que han estado o están presuntamente involucradas ciertas estrellas del fútbol masculino, como Benzema, Ribéry, Jack Diamond, Achraf Hakimi o Dani Alves.
La relación con el laicismo reside en la ideología liberal que lo ha venido acompañando desde hace más de un siglo. ¿Por qué los derechos a la imagen o reputación tienen tanto o más peso que la integridad física o la posición económica o social de individuos? Un insulto a la condición física de un hombre tiene el mismo peso o más para la opinión pública que la discriminación económica o las agresiones físicas y sexuales a las mujeres. Ni hablemos de la destrucción de la naturaleza.
Según John Gray, profesor de pensamiento europeo en la London School of Economics, y de ciencia política en la Universidad de Oxford, tanto el comunismo como el neo-liberalismo son obsesivamente laicos. Sin embargo, ambas ideologías son neo-cristianas puesto que han adoptado la doctrina cristiana de la providencia o salvación a través de la historia de la humanidad.
El laicismo no ha dejado atrás el pensamiento religioso, sino que ha remplazado un paquete de mitos por otro.
La historia tiene un sentido, una utopía de salvación a través de la política y la ciencia. La idea de progreso es similar a las ideas milenaristas y utópicas de la edad media, aunque la historia reciente muestre que la razón y la ciencia no son capaces de cambiar la naturaleza humana, y que los avances científicos suelen ser acaparados y financiados por individuos interesados en la promoción de conflictos, tanto contra otros grupos de personas como contra la naturaleza.
La ciencia y la tecnología, en ambos casos, llevarán a una sociedad en la cual las máquinas liberarán a la humanidad de las cargas más pesadas y le concederán libertades y posibilidades tales como la modificación de la naturaleza humana.
El comunismo real ha mostrado rápidamente que tal milenarismo científico no ha dado los resultados previstos, provocando hambrunas, el secado de mares internos y otras calamidades ecológicas y humanas. La concentración de recursos y de la producción industrial para fines militares y la creación de una clase privilegiada han hecho saltar por el aire todos sus sueños utopistas.
El liberalismo también se basa en la fe ciega en el progreso científico y en teorías económicas elevadas a verdades religiosas. El progreso y el estilo de vida de las clases privilegiadas no es capaz de superar los límites naturales. Los nuevos mecanismos de control de capitales terminan provocando crisis financieras de alcance global y favorecen la concentración de la riqueza en pocas manos. Las libertades individuales son ganadas y perdidas en las luchas por mayor transparencia y a la vez por respeto a la privacidad y a borrar el propio pasado.
La alternativa islámica, de origen tan medieval y a la vez tan moderno como el propio liberalismo o el comunismo, comparte con éstas características como la fe en el progreso, la finalidad mesiánica, el derecho de seres y conceptos inmateriales por encima del bienestar real y la idea de la naturaleza al servicio de la especie humana. De hecho, todas estas ideologías consideran que llamar a alguien de animal es un insulto. Perro, mono, zorra, rata, víbora. Salvo que sea un gran depredador, como un león o una tigresa.
La nueva doctrina de género es un subproducto de tales ideologías. La ciencia y la tecnología están al servicio del hombre y pueden ayudarle a escapar de los límites que le ha impuesto la naturaleza, incluyendo su sexo. La naturaleza está supeditada a la especie humana, siguiendo la doctrina cristiana de la naturaleza al servicio del Hombre, única especie creada a imagen de Dios. Hasta las doctrinas islámicas apoyan el cambio de sexo, como elección preferible al suicidio, de la misma manera en que permiten saltarse el ayuno de ramadán si implica un riesgo para la salud. En el caso del Islam, también se observa la supeditación de esta ideología religiosa a intereses conflictivos, desde la violencia contra todo el que no siga determinadas reglas, generalmente mujeres y no musulmanes, al mayor consumo energético per cápita.
John Gray sostiene, no sin buenos argumentos, que la historia ha siempre probado que la política o la tecnología no pueden cambiar la naturaleza humana y no humana para mejor.
La verdad florece sobre la duda, pero lo que vemos es una constante afirmación de certezas.
Ningún partido o ideología trabaja para frenar o revertir la globalización, ni la carrera militar, ni el crecimiento demográfico como arma política o como remedio a la crisis de los fondos de pensiones. A medida que más individuos adoptan un estilo de vida de alto consumo energético centrado en realidades virtuales (series, redes sociales, videojuegos) y el crecimiento demográfico se acelera, aumenta también la destrucción del medio ambiente que nos sustenta, con los conflictos y guerras que lo acompañan.
No hay zona tropical amenazada que no sea foco de violencia estructural, desde Colombia a Myanmar pasando por las franjas desertificadas desde el Sahel, México y Oriente medio hasta Afganistán y más allá. Conflictos que los telediarios cubren de vez en cuando, entre un escándalo futbolístico y el parte meteorológico.