«Yo me cago en Dios y me sobra mierda para cagarme en el dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María. Este país es una vergüenza insoportable. Me puede el asco. Iros a la mierda. Viva el coño insumiso». Decir algo así, para los Abogados Cristianos, cuesta 22 meses de multa. Es lo que piden para Willy Toledo en el juicio que arranca hoy, para el que ya hay convocada una concentración en apoyo al actor y activista a las 11:00 horas de la mañana en la puerta de los Juzgados de lo Penal en Julián Camarillo 11 (Madrid).
No es la primera vez que escribo sobre este asunto, porque hace años que arrancó este homenaje al esperpento de Valle-Inclán. Los Abogados Cristianos nos tienen demasiado acostumbrados a su ridículo. Han perdido tantas causas imposibles que ya ni tenemos agujetas de tanto reír, lo que no quita para que ver el modo en que consumen los limitados recursos de la Justicia sea intolerable.
Pareciera que este grupo ultracatólico quisiera resucitar, por la gracia de Dios, una nueva Inquisición, precisamente, en uno de los momentos más bajos de la Iglesia católica. Su pureza de espíritu y caridad cristianas son directamente proporcionales a los padres nuestros que ha rezado un servidor. ¿Verdad que les hemos visto llenar las redes sociales, incluso las calles, protestando contra el listado de casos de pederastia en el seno de la Iglesia? ¿Verdad que las querellas por este motivo se amontonan?
Si la Fiscalía no ve delito de odio en el hecho de que Rocío Monasterio hable de «manadas de menas» (menores extranjeros no acompañados) y los vincule a la inseguridad en las calles, ¿creen que debería elevarse a la categoría de delito las manifestaciones de Toledo? Es absurdo, tanto como el doble rasero que aplican estos sectores ultracatólicos en los que los Abogados Cristianos quiere ser punta de lanza y, de nuevo a este servidor, no le sirven ni para calzar una mesa coja.
Ilustremos otro hecho que pone de manifiesto cómo en esta España nuestra hay todavía tanta cerrazón mental como hipocresía: Hace unas semanas saltó la polémica en Andalucía porque una profesora de Educación Secundaria de un instituto de Huércal Overa (Almería) impartió un taller de sexualidad que no fue del gusto de algunos padres y madres. Dado que la edad de inicio en el visionado de pornografía en España es de 8 años, la profesora pensó que sería buena idea abordar cómo influye ésta en la sexualidad de l@s jóvenes y explicar la cosificación y la relación no simétrica en las imágenes porno que ven.
¿Qué hizo? Pedir a un chico y una chica que representaran sin tocarse, ni desvertirse ni efectuar gestos obscenos lo que veían en las películas -que a buen seguro los padres y madres que se quejan niegan que vean-. La felación fue la acción representada y para evidenciar la cosificación de la mujer, la profesora pidió que se invirtieran los papeles.
Un puñado de progenitores elevaron sus quejas y comenzó a expandirse que «algunos niños llegaron a casa llorando y humillados». Pues muy bien, en lugar de implantar el PIN parental, como reclaman esos grupúsculos y estos Abogados Cristianos, quizás habría que sentarse con esos hijos a hijas y explicarles lo placentero que es una buena felación o un buen culilingus cuando ambas partes están en sintonía, ya sea entre personas de igual o distinto género. Explicarles que, en el caso de las felaciones no hay que provocar arcadas a quien la practica, que ambas partes han de disfrutar y que nada humillante hay en ello.
Esos sectores ultraconservadores deberían repasar la realidad y contar cómo hay quien todavía recurre a la explotación sexual o «irse de putas», como dicen ellos, para creerse en el derecho de obligar a practicar sexo sin protección porque pagan y realizar prácticas que no se atreven a pedir a sus parejas (como las felaciones). Deberían explicarles también como un buen puñado de esos machos ibéricos que piden PIN parental y despliegan toda suerte de sentimientos homofóbicos terminan recurriendo a foros en internet para disfrutar «con discreción» de encuentros homosexuales a espaldas de sus mujeres y del resto de conocidos.
Los valores morales y religiosos de muchas de las personas que defienden un juicio como el que hoy arranca están tan adulterados que caen por su propio peso. La rectitud impostada, la moralidad a la carta que exhiben y la alergia a la crítica hacen que terminen vomitando su bilis encima de quienes les ponen en evidencia. El juicio que arranca hoy debería ser el enésimo varapalo judicial que se llevan estos Abogados Cristianos, su vía crucis hacia el calvario que ha de meterles en su sesera que ante su dios pueden ocupar la posición que quieran, pero en democracia son lo que son… y no están por encima de nadie.