Se ha abierto la veda. Una y otra vez; un siglo tras otro; revolución tras revolución; derrota tras derrota, la Iglesia católica, española y romana no renuncia a la revancha. Desde que el humanismo renacentista afirmó la soberanía del ser humano frente a dios, la razón frente a la revelación, la libertad contra el dogma y la ciencia contra la fe escolástica no dan batalla por perdida, y eso que acaban perdiéndolas todas. Y así que tienen ocasión, cuando se sienten apoyados por los Estados gobernados por la derecha, pasan a la confrontación tratando de imponernos por mandato imperativo católico, la doctrina cristiana. Si te gusta como si no. Y a eso le llaman libertad religiosa, confundiéndola con la libertad clerical, que es inconstitucional.
En los años treinta se llamaban propagandistas de la Acción Católica, pero mucho antes se llamaron tradicionalistas defensores de la monarquía tradicional contra la democracia y la declaración de derechos. Sus autores fueron Jaime Balmes, el de la “Filosofía fundamental”, Donoso Cortés, ese que en su “Discurso sobre Europa” pronunciado en el Congreso de 1850, decía: “¿Se quiere combatir el socialismo? Al socialismo no se le combate;…si se quiere combatir al socialismo es preciso acudir a aquélla religión que enseña la caridad a los ricos, a los pobres la paciencia…El remedio radical contra la revolución y el socialismo no es más que el catolicismo, única doctrina que es su contradicción absoluta”. Su “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo” es el fundamental libro español que influyó en el pensamiento reaccionario y contrarrevolucionario de Europa.
Sobre este par de pilares se fue construyendo el pensamiento reaccionario. Les siguieron otros propagandistas de la fe: Rubio y Ors, Aguiló, José María Cuadrado, Gabino Tejado, Mateos Gago, Villoslada, autor del artículo “El hombre que se necesita”…donde escribió: “Yo a la Iglesia le daré libertad y protegeré su independencia…yo renunciaré mis privilegios a favor de la Iglesia de quien los he recibido; yo capitalizaré las asignaciones concordadas con la Santa Sede y se las entregaré a la Iglesia en títulos de la Deuda…Yo daré libertad y protección a la propiedad y a los pobres el pan del orden, de las economías y del trabajo que es su verdadera libertad”.
Otros muy significados propagandistas fueron: Nocedal, Sardá y Salvany, autor de “El liberalismo es pecado”, publicado en el tomo 6 de Propaganda católica, el obispo Urquinaona, Marcelino Menéndez y Pelayo, quien en su monumental obra “Los heterodoxos españoles”, condenó a los infiernos a todos los pensadores, ilustrados y jansenistas españoles que rechazaron el clero romano y el dogma católico, y “anhelaba el reflorecimiento de nuestros estudios teológicos como base de nuestra futura grandeza”. Ignoraba, absolutamente, la revolución que está ocurriendo en Europa: el positivismo, el darwinismo, el liberalismo, el marxismo, el anarquismo, el pensamiento científico…antiescolástico. A quienes siguieron otros muchos propagandistas.
Estas aportaciones fueron recogidas por el papa León XIII y desarrolladas en sus encíclicas “Cum multa”, Diuturnum illud”, “Intergravissimas”, “Au millie de solitudes”, “Intercatólicos Hispaniae”, “Nobilissima gens gallorum” “Quod apostolici muneris”, “Rerum novarum”…y posteriormente reproducidas por sus sucesores, hasta llegar, más recientemente a las encíclicas de Juan Pablo II, Centessimus annus”, “Veritatis Splendor” y Razón y Fe”. Estos propagandistas se guiaban por dos lemas: “la dócil obediencia a la jerarquía católica”, según Villoslada y, como afirmó Maura en 1914, para “implantar en la vida política española el “programa mínimo” del tradicionalismo (conocidos como tesis e hipótesis) sin derrocar la dinastía y hacer que el régimen liberal se fuese transformando paulatinamente en un régimen perfectamente católico.” Justamente esto es lo que trató de realizar Gil Robles con la CEDA, una organización impulsada por el Vaticano y que actualmente está poniendo en práctica el “hombre que la Iglesia necesita” Rajoy y su gobierno del Opus dei o el catolicismo político.
Hoy día el pensamiento tradicionalista, integrista y reaccionario, fiel a estos padres de la patria y a la “jerarquía católica”, ante la cual se presentan de rodillas humillados y obedientes porque de ella son casi todos los medios de comunicación en los que trabajan, la COPE, la TV13 y otros muchos medios, financiados o no por la Iglesia con los recursos del Estado, como vanguardias de esta ofensiva clerical contra todas las libertades, siguiendo a Villoslada y su tesis/hipótesis, lo difunden otros propagandistas.
Estos propagandistas del pensamiento reaccionario tienen otros nombres: Marhuenda, Carlos Herrera, Carmen Tomás, Antonio Jiménez, Isabel Durán, Urdaci, María Vico…Acompañados de una pléyade de periodistas algunos de los cuales hasta fueron, según dicen, de izquierdas y de otros como Leguina y otros socialistas gallegos y ex ministros de Felipe. Estos, como el neoconverso, son aún más agudos en la brutal descalificación de las “otras ideologías”. Para todo ellos la única verdad es la divina. Todas las demás son falsas y todos los que creemos en ellas somos unos imbéciles.
Todos han creído que la democracia liberal y progresista es un estado de sitio, hasta que se transforme en una democracia católica. Y desde sus plataformas mediáticas se dedican no a razonar y argumentar, que esto no saben hacerlo ni recurriendo, desesperadamente, a la metodología escolástica, sino a transformar el espacio democrático de convivencia en una charca. Una auténtica charca en la que se encuentran felices. En ningún otro medio de comunicación, como en los de la Iglesia católica, se manipula y descalifica con tanta brutalidad, agresividad, odio y naturalidad. En ningún otro medio se utilizan las palabras solamente para insultar, descalificar, humillar, degradar, las ideologías de los otros.
Se arrojan como comandos cruzados, jiyhadistas de la Cruz, sobre todo aquel que piense por sí mismo porque se niega a someter su voluntad a la voluntad del clero y a la doctrina cristiana. La tropa de periodistas y economistas que propagan, junto con el odio, las encíclicas papales, incluso las que hablan de economía favorable al mercado y al neoliberalismo, también se han asociado y promocionado, gracias a su servilismo hacia el clero. En la encíclica “Centessimus annus”, el papa Juan Pablo II, como ya hizo Pío XI contra la República española, exige a los católicos la lucha sin cuartel contra las libertades de conciencia, de pensamiento, de palabra, de imprenta, sexuales, aborto, matrimonio homosexuales, feminismo, lesbianismo, anticonceptivos… al mismo tiempo que defiende la globalización y neoliberalismo. Delicioso este papa.
Y en ello están sus propagandistas, al servicio sumiso y servil de la Jerarquía española, tan rancia, anacrónica, integrista, arrogante, soberbia y codiciosa, como han demostrado sus eminentes obispos: Rouco, para quien la dignidad se mide en metros cuadrados en el centro de Madrid, Cañizares, quien iracundo contra una decisión jerárquica papal, transformó la humildad en soberbia rodeándose con una capa de seis metros, como Reig Plá, para quien ser homosexual es una perversión, mientras que vivir en castidad no lo entiende como una automutilación patológica y una fobia antisexual…etc. Una tribu de obispos franquistas y tridentinos de la que los obispos católicos de Alemania, Estados Unidos, Holanda, Inglaterra…sienten vergüenza ajena. Y mientras… la sociedad va a su bola, pero ellos no se dan por enterados aunque por eso están enrabietados. No saben guardar ni las formas.