Los creyentes LGTBI+ se sienten invisibles y “orillados en los márgenes de la pastoral”, echan en falta espacios específicos en las parroquias y comunidades eclesiales. Este es el lamento que una docena de asociaciones de cristianos del colectivo han hecho llegar al Vaticano. Han querido participar en los trabajos del sínodo de la Iglesia española y han visto las puertas cerradas.
Tan cerradas que solo una diócesis de las 70 que forman la Iglesia española les invitó a participar en los debates, impulsados por el Papa Francisco, para soñar la Iglesia del futuro. En otras tres hubo contactos informales, pero la mayoría ni siquiera contestaron.
De hecho, en la síntesis aprobada por la Conferencia Episcopal apenas se alude a la realidad LGTBI+ en la Iglesia, incluyéndola en el paquete de temas tabú y apuntando “la necesidad de que la acogida esté más cuidada en el caso de las personas que necesitan de un mayor acompañamiento en sus circunstancias personales por razón de su situación familiar –se muestra con fuerza la preocupación por las personas divorciadas y vueltas a casar– o de su orientación sexual”.
“Sentimos que, como Iglesia, lejos de quedarnos en colectivos identitarios que difuminan los rostros, hemos de mirar, acoger y acompañar a cada persona en su situación concreta”, sostiene la tesis de la Conferencia Episcopal Española, muy alejada de la realidad de los colectivos LGTBI+.
Las asociaciones LGTBI+ cristianas, no obstante, han hecho su propio trabajo, en forma de ‘Aportación colectiva de la red de asociaciones creyentes LGTBI+ de España al proceso sinodal’, que han enviado tanto al responsable del sínodo en España, Luis Manuel Romero, como a la secretaría general del sínodo de Roma, quienes les han contestado asegurando que incluirán sus peticiones dentro del conjunto de ideas que comenzarán a debatirse, a nivel continental, a partir de octubre, en un debate mundial que cerrará una asamblea en el Vaticano, presidida por Francisco, en octubre de 2023.
Solicitamos un grupo de reflexión de género, cambios en la doctrina actual, un acercamiento a la realidad LGTBI+ creyente y el acceso a todos los sacramentos, como el orden y el matrimonio, en las mismas condiciones que el resto
¿Y qué proponen los colectivos LGTBI+? “Solicitamos al Vaticano un grupo de reflexión de género, cambios en la doctrina actual, un acercamiento a la realidad LGTBI+ creyente y el acceso a todos los sacramentos, como el orden y el matrimonio, en las mismas condiciones que el resto de los miembros de la Iglesia”, señalan sus responsables, que lamentan que los intentos de diálogo, “salvo algunas excepciones”, han sido “excesivamente discretos y con escasa incidencia en la iglesia local española”.
LGTBIfobia en la Iglesia
“Echamos en falta una denuncia profética por parte de la jerarquía, cuando existe una vulneración de los derechos humanos por LGTBIfobia y una petición de perdón por el dolor provocado a las personas LGTBI+”, añaden los firmantes, que aseguran que la Iglesia católica “se encuentra en ‘deuda de escucha’ hacia colectivos alejados como las personas divorciadas, LGTBI+ o el papel de la mujer en la Iglesia”.
En su particular síntesis, los colectivos LGTBI+ cristianos lamentan cómo “a menudo nos encontramos con dificultades e incluso rechazo en nuestra propia comunidad eclesial para poder vivir y expresar lo que somos, sentimos y deseamos, lo que provoca un gran sufrimiento personal, familiar y comunitario”.
Sin embargo, se resisten a que les echen de la Iglesia de Jesús. “Dentro de esta realidad existimos grupos de hombres y mujeres LGTBI+ cristianos que estamos decididos a reivindicar nuestra pertenencia a la Iglesia y, por tanto, convocados al camino de la sinodalidad”.
“No estamos en pecado”
“Se nos dice que estamos en pecado y, por eso, nadie mejor que nosotras y nosotros conocemos lo que es perseverar en el amor del Padre. Se nos insulta y persigue y, por eso, hemos aprendido misericordia y perdón”, recuerdan, insistiendo en que “el camino de la sinodalidad solo es posible si hay escucha recíproca y diálogo sincero”, algo que, lamentablemente, todavía está muy lejos de suceder en la Iglesia española, que se nutre de clichés acerca de este colectivo hasta el punto de llegar a defender las pseudoterapias para curar la homosexualidad, o a impedir que hijos de un matrimonio igualitario puedan ser bautizados, en contra de lo dispuesto por el Papa Francisco, que asegura que “el sacramento no se le puede negar a nadie”. También ven vetado el acceso a la comunión y a sacramentos como la ordenación sacerdotal.
“Las personas con orientación sexual o identidad de género diversas no son fruto de una caprichosa «ideología de género». Su existencia real como parte inherente y propia de la naturaleza humana viene demostrada desde la biología, la psicología, la psiquiatría, la antropología y otras ciencias y no responde a un mero capricho o una autoinducida y perniciosa inmadurez de la personalidad”.
“Nuestro camino en la Iglesia es un camino acompañado de otros colectivos marginados, por ello, no podemos olvidarnos del papel de la mujer en la Iglesia. Las personas LGTBI+ vamos haciendo camino junto a ellas”, recalca el documento, que sostiene la existencia de “preferencias, derechos negados y exclusiones manifiestas”.
“La imagen que se ofrece es la de un camino del que se apropiaron quienes marcan la doctrina y la tradición; y orillaron a los diversos senderos paralelos por los que discurre el resto del pueblo de Dios, sin apenas ocasión para sentirse parte de la Iglesia”.
Invisibles para la Iglesia
“A veces tenemos la sensación de que las personas LGTBI+ en la acción pastoral somos invisibles. Da la impresión de que no existimos ni en las homilías ni en ninguna manifestación pastoral, salvo en contados casos que no suelen ser precisamente positivos”, denuncian, señalando la “doble vara de medir” que sufre el colectivo. “Hemos vivido presiones de diverso tipo: pastoral, laboral, familiar, para abandonar un encargo, un trabajo e incluso una misión pastoral por causa de nuestra condición”. Algo que sigue sucediendo, hoy, en pleno siglo XXI, en plena Iglesia pastoreada por Francisco.
Da la impresión de que no existimos ni en las homilías ni en ninguna manifestación pastoral, salvo en contados casos que no suelen ser precisamente positivos
“Nuestra realidad está dejada al margen expresamente y, de hecho, estamos habituadas a situarnos en las fronteras de la Iglesia. El colectivo LGTBI+, las personas divorciadas o las personas consagradas que dejaron su ministerio para casarse, y por supuesto la mujer, apartada por la tradición del sacramento del orden por lo que su capacidad de decisión en la Iglesia se sitúa por debajo de la del hombre”, insisten.
“Esta experiencia de rechazo ha provocado en el colectivo LGTBI+ –y en otras realidades alejadas– el abandono de la Iglesia e incluso en la apostasía de muchos”, evidencia el texto, que lamenta los “planteamientos intransigentes” de muchos documentos doctrinales del Vaticano, especialmente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y del propio catecismo, que en la práctica expulsan a los gays de la institución.
Junto a ello, una petición expresa: “Las personas LGTBI+ deben tener acceso a todos los sacramentos en las mismas condiciones que el resto de los miembros de la Iglesia, muy especialmente los sacramentos de misión o servicio: el orden y el matrimonio”, algo absolutamente vedado en la actualidad. Un gay no puede ser sacerdote, pero tampoco casarse por la Iglesia ni ser enviado como misionero o catequista. Hoy, en pleno siglo XXI, en plena Iglesia de Bergoglio.
Protección de menores
Al tiempo, solicitan que sean las parroquias y las comunidades las que impulsen “actividades de sensibilización de la comunidad, que permita la integración dentro de la vida comunitaria”, especialmente en el caso de niños y adolescentes LGTBI+, para los que “solicitamos garantía de protección y acompañamiento, de manera que puedan crecer en la fe, también en un entorno seguro como el resto de menores”.
Finalmente, reclaman un cambio en la dimensión educativa de la Iglesia, para “incorporar la reflexión sobre la realidad LGTBI+ dentro de los programas formativos, con una perspectiva de aceptación y acogida incondicional”.
Debemos pedir perdón de manera pública, desde el ámbito de la Iglesia Universal a la particular y desde cada parroquia, por el daño ocasionado a tantas personas amadas por Dios de un modo diferente, pero rechazadas por su Iglesia
“Proponemos, además, a los colegios católicos la posibilidad de declararse entornos seguros, manifestando de manera clara y pública su rechazo a cualquier tipo de delito de odio, entre los que se encuentra la LGBTIfobia”. De igual modo, apuntan a la posibilidad de implementar programas de educación afectivo-emocional en los seminarios y noviciados. “Tener ministros equilibrados en este campo será fundamental para hacer un proceso de camino conjunto y de aceptación”.
“Tenemos que facilitar la ‘visibilidad’, para que sean acogidas con su realidad, puedan transformar sus comunidades por dentro y faciliten la acogida de los que decidieron o se vieron obligadas a quedarse fuera”, concluye el texto, que reclama una “petición de perdón” por parte de la Iglesia que debe hacer un camino de “reconocimiento de años de rechazo y discriminación, con terribles consecuencias de dolor y ruptura interior para las personas LGTBI+ que estaban integradas dentro del seno de la Iglesia”.
“Debemos pedir perdón de manera pública, desde el ámbito de la Iglesia Universal a la particular y desde cada parroquia, por el daño ocasionado a tantas personas amadas por Dios de un modo diferente, pero rechazadas por su Iglesia”, finaliza el texto.