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Una veintena de iglesias de Valladolid se reinventan con nuevos usos para conservar el patrimonio

Hace cinco siglos que la iglesia de San Juan Bautista forma parte del patrimonio que atesora la población de Portillo. No hay planos de su construcción original ni de las edificaciones que la completaron en posteriores épocas. No hacen falta. Cada uno de los capiteles, bóvedas, arcos y pilares de este antiguo templo están en la cabeza de José María Sanz, el hostelero que desde hace 37 años da de comer a vecinos y visitantes en uno de los restaurantes más singulares de cuantos se encuentran no solo en Valladolid, sino en todo el país. Su comedor se levanta sobre la nave central de esta iglesia ya desacralizada, justo encima del que en su día fuera el altar; la nave lateral es un bar y la antigua sacristía una acogedora cafetería que ha respetado la estructura de esta construcción de diseño gótico–mudéjar. «Aquí he hecho yo horas; días y noches. Aquí –señala el comedor– descubrimos este arco oculto por yeso, después he labrado esta escalera… todo para que luzca lo más aproximado a cómo era», comenta el hostelero mientras recorre las dependencias de este restaurante. «Porque me encanta la restauración, la arqueología, es mi hobby y aquí he visto mi oportunidad. Si no, esto sería inviable».

Hace décadas que esta iglesia quedó desacralizada para engrosar el listado de templos huérfanos de liturgia religiosa. La de Portillo se convirtió en el bar y restaurante ‘Alboroque’ mediante un contrato de arrendamiento. Pero hay más, al menos una veintena, cuyo uso está cedido por la Diócesis a ayuntamientos y particulares para actividades que habitualmente están vinculadas con la cultura y el arte (salas de exposiciones o auditorios), pero donde la metamorfosis de la fe alcanza ejemplos tan curiosos como un hotel (monasterio de Santa María de Valbuena, en San Bernardo), un museo a favor de la vida y contra el aborto (San Juan, en Tordesillas) con unas 750 visitas anuales o incluso una bodega (en San Martín, en Curiel de Duero) donde mecer el vino.

Dormitorio de barricas

A Rafael Ramos, constructor vallisoletano, le apasionaba la historia y la restauración cuando se topó en su camino como bodeguero con la iglesia románica de San Martín, en Curiel de Duero. Sus gruesos muros eran ideales para que el vino que elaboraba desde el año 1993 dormitara en barricas. No se lo pensó y en 1997, tras una importante inversión y una ardua restauración (el templo estaba en ruinas) recuperó la tan preciada iglesia para el pueblo e inauguró su particular dormitorio de barricas. «La idea fue siempre la de recuperar patrimonio, mi padre es un apasionado de la historia, del arte, y aquí vio cumplido un sueño», rememora ahora su hijo, Jesús Ramos.

La familia bodeguera de Castillo de Peñafiel tiene cedido el uso de San Martín por cincuenta años. No se planteó nunca adquirirlo en propiedad, «porque es del pueblo y así lo sienten los vecinos». De hecho, organizan visitas para todo aquél que lo desea, las incluyen para sus turistas alojados en el castillo-posada que regentan en el municipio y ofrecen incluso la posibilidad de celebrar una boda en su interior. «La iglesia estaba saqueada, nosotros consolidamos los muros, levantamos los que estaban caídos, cubrimos el techo y construimos una fosa de tres metros en la sacristía para enterrar los restos de más de trescientos cuerpos que habían sacado a la luz con los expolios. Todo con respeto y siguiendo siempre las normas de patrimonio para mimar este templo». ¿Qué habría ocurrido de no encontrar este uso bodeguero a San Martín? «Probablemente habría seguido en ruinas. Así, al menos, la recuperamos y el pueblo tiene dos de las cuatro iglesias que tuvo».

El listado de iglesias y ermitas cuyo uso está actualmente cedido por parte de la Diócesis alcanza la treintena de templos. Algunos, como es el caso de Casasola, mantiene su tradición religiosa para custodiar a la patrona. Pero la mayoría se han transformado en salas culturales.

La última cesión se firmó hace apenas unos meses en Tordesillas, donde el Ayuntamiento ha transformado la iglesia de Cristo Rey en un auditorio municipal. Similar a lo que ocurre en Olmedo con la de San Pedro, donde se levanta el Centro de Artes Escénicas. Tordehumos, Bolaños o Tudela también custodian edificios religiosos convertidos en centros culturales. Mientras que en Rioseco, por ejemplo, tanto Santa Cruz como San Francisco albergan colecciones de Semana Santa y arte sacro.

No hay, de momento, ninguna pendiente de cesión, aunque el delegado de Patrimonio, Jesús García Gallo, augura que el mantenimiento del patrimonio pasará por dotar de otros usos a algunos de los 325 templos que se conservan en Valladolid y su medio rural. «Nos preocupa el mantenimiento de macro iglesias en los pueblos, que se están despoblando», admite.

Hace ya más de un año que el obispo auxiliar, Luis Argüello, abogó ya por firmar convenios de cesión para dotar de nuevo uso a los inmuebles que quedan vacíos, especialmente monasterios, cuyas congregaciones hace décadas que abandonan en busca de comunidades más grandes. Para ello es necesario que la iglesia esté desacralizada y que el nuevo uso respete la trayectoria identitaria del edificio. Nada que ver, puntualizan en el Arzobispado, con las ventas o alquileres que se rubricaron en otras épocas. «Hoy en día serían impensables algunas ventas que se hicieron».

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