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Una mirada laicista sobre el nuevo gobierno en Chile

Para iniciar este artículo de manera positiva, debo reconocer, aplaudir y felicitar públicamente a todos los involucrados en el proceso electoral que mantiene a Chile en el más alto de los sitiales respecto a buena ejecución, eficiencia y eficacia en los procesos electorales que nos ha tocado vivir tras la vuelta a la democracia. Vara que pareciera ponerse cada vez más alta, pues en esta segunda vuelta tuvimos resultados parciales, pero suficientemente significativos, a menos de una hora del cierre de las primeras mesas. Sólo nos quedaría como país implementar el voto electrónico que permita a las personas sufragar, incluso desde celulares, desde la comodidad de sus casas, y que puedan mejorar la tasa de abstención que aún empaña estos procesos, no solo en nuestro país, sino en el mundo. Las elucubraciones sobre las causales y detalles de ese tema, pueden ser revisados en variados artículos y estudios al respecto.

Pese a lo prístino del proceso electoral, sus resultados, desde el punto de vista del laicismo, no lo son tanto y me permito inferir, acorde a lo experimentado en la campaña de la segunda vuelta, que viene un período tenso y, basado en las expresiones iniciales de partidarios y cercanos del actual presidente electo, con altas probabilidades de que se abra una etapa negra para la corriente del librepensamiento y para los pocos avances logrados hasta el día de hoy.

Uno de los principales factores de riesgo está dado por la presencia, campaña y potencial participación que pueda tener en el nuevo gobierno el ex-candidato de la extrema derecha chilena, José Antonio Kast, y toda su comitiva y sectores sociales que le apoyan. Ya durante su campaña en primarias, dio a conocer sin tapujos, lo cual al menos se agradece, sus ideas respecto a la participación de los credos en el gobierno y la estrecha relación entre sus postulados y los de algunos dogmas que se disputan el grupo de los creyentes. Algunas de las frases para el bronce que se pueden mencionar al respecto:

A los chilenos les hace falta Dios y el Estado debe promover la religión en colegios.

En nuestro gobierno, todas las escuelas y liceos públicos de Chile deberán contar en forma permanente con un profesor de religión a fin de que la opción de tomar la asignatura sea real y efectiva para todos los estudiantes

Respecto a la aprobación de la ley de aborto en 3 causales, dijo: Asesinar, matar, no es cristiano (…). Carolina Goic, presidenta de la Democracia Cristiana, firmó un documento donde decía que no iba a legislar nunca en contra de la vida del que está por nacer y tampoco en contra del que está en el término de la vida, sin embargo ha borrado con el codo lo que firmó con su mano. No es demócrata ni es cristiana, de donde se desprende que su rechazo a la ley no tiene tintes técnicos, médicos ni sociales, sino netamente religiosos.

En un acto político en su campaña de primarias con el partido recién creado “Unidos por la fe” (si, tal como lee, un partido político con nombre y trasfondo religioso), formado principalmente por una denominación del credo cristiano evangélico, Kast señaló que el mundo cristiano evangélico debe tomar un rol activo en las políticas públicas, que se debe pasar de la oración a la acción.

Y las invocaciones a deidades locales no son exclusivas del ex candidato perdedor en primarias, sino también del presidente electo, quien durante la campaña indicó en distintas ocasiones que “Después de Dios, lo más importante es la familia”. U otra: “La responsabilidad política la determinan los ciudadanos que van a tener que votar, y la responsabilidad moral la determina cada uno en su conciencia y ante Dios”. Si bien no vino directamente ni de Kast ni de Piñera, cabe recordar una carta enviada por un conocido devoto, el historiador y católico conservador Julio Retamal Favereau, que decía: “Dentro de la alegría del triunfo, deseo agradecer al presidente electo por acordarse de un participante mayor en el proceso. Me refiero, por supuesto, a Dios. Es un hecho importantísimo para muchos de sus votantes la alusión directa y explícita que hizo el señor Piñera a Dios, llevando así el acto eleccionario a una categoría más elevada y trascendente. Es también una garantía de que el nuevo gobierno deberá proceder de acuerdo con los preceptos que nos han dejado las enseñanzas divinas”. Las expresiones de Retamal Favereau fluyen como si el o los dioses tuviesen preferencia por uno u otro candidato o, como señala al final de la carta, como si los “preceptos que nos han dejado las enseñanzas divinas”, tuviesen cabida en la regulación y leyes de un país. Nada más alejado de la sana realidad y del deber ser. Tan pueril como elevar peticiones a deidades para sacarse un 7 en una prueba, conseguir un trabajo u otras súplicas, de donde se podría desprender que ese dios tiene participación en la discriminación de un postulante por sobre otro, o en los conocimientos que alguien pudiese acopiar previo a un examen.

Podría citar cientos de frases, cartas, discursos donde aparecen una y otra vez invocaciones a autoridades religiosas, que poco o nada tienen que ver con política o con los cursos de acción que pueda tomar o no un Estado, un gobierno y, por supuesto, quien encabezará el poder ejecutivo. Lo importante, lo sano, lo correcto es justamente separar definitivamente el Estado, la política y la legislación de toda creencia, superstición o tema sobrenatural que no compete a la totalidad (y aún si así lo fuere) de la población. El que un poder del Estado favorezca o tome partido por cualquiera de las entidades que se disputan el origen de la vida y lo sobrenatural, perjudica inmediatamente al resto, los cuales, dentro de cada país, tienen exactamente el mismo derecho a que se respete la creencia o no creencia abrigada en su inviolable fuero interno.

La importancia del laicismo recae justamente en eso, a diferencia de lo que explícitamente piensa José Antonio Kast, quien en una entrevista en el semanario The Clinic, señaló: “¡Chile es un país laico, pero no laicisista (sic)!”. Asumiendo que el diputado quiso decir laicista, lo cual es definido por la RAE como: “Independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”, es que defendemos con energía esa independencia tan necesaria en estos días. La antítesis de un Estado laico, cuyo significado según RAE es casi el mismo: “Independiente de cualquier organización o confesión religiosa”, y laicista, son las teocracias y Estados confesionales, lo que se viene intentado evitar en el mundo por décadas, y cuyos vestigios de existencia recaen sobre siete países, entre alguna vertiente cristiana, islámicos y un budista, de un total de 194. Es decir, menos del 4%, y entre los cuales se debe contar al Estado Vaticano, con la consideración especial que hay que tomar, pues es un país sin nacionalidad por “nacimiento”, ni opera como el común de los países. De manera que ese 3,6% podría bajar a 3,1%, pues entre ellos se considera a Argentina, en la teoría, pues en la práctica no implica una teocracia, pero aún presenta una alusión al dios cristiano en su Constitución y, por tanto, cae en ese grupo. Costa Rica también es un Estado confesional, aunque su población últimamente ha abogado por cambiar esa condición, por no corresponder a la de una “nación de Occidente en desarrollo”.

El laicismo es una filosofía que, en cuanto a tolerancia y respeto, va más allá incluso que una democracia, pues cada individuo es considerado de la misma manera, pertenezca o no a un grupo determinado, o que sea de minoría o mayoría, al punto que pueda desarrollarse espiritualmente en un ambiente donde no sienta menoscabo ni privilegio por su adscripción o pensamiento. ¿Podrían imaginar a la actual Presidenta, con mandato hasta marzo, que en su condición agnóstica, enviara ahora al Congreso un proyecto de ley, obligando a los alumnos de la educación pública a una asignatura evaluada de ateísmo? Sería objeto, y con razón, de una vorágine de reacciones contrarias a la medida. El mismo ejemplo aplica para uno similar, ya fuere de índole islámico o cualquier otra religión, si alguna vez ejerciera uno de ellos y obligase a la sociedad a seguir esos preceptos. Hilaridad más o menos, si en los años posteriores asumiera un presidente de la religión del MEV y dictara una norma que obligara a andar con un colador en la cabeza, uno podría esperar un rechazo generalizado.

Independiente del tangencial toque a la figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se expresa, el asunto es considerablemente serio, pues su violación constituye pérdida de rigor y seriedad en las políticas públicas del país y daño a la imagen que se transmite al resto del mundo civilizado. El laicismo constituye uno de los factores más importantes, de entre varios, que permiten el producto tolerancia y respeto al prójimo, a la diversidad y a la sociedad en su conjunto. Afectar a la baja su magnitud, al igual que en la operación matemática, produce un efecto negativo en los valores resultantes y ello implica un retroceso en la convivencia nacional y perjudica el sano ejercicio de la espiritualidad global. Es por ello que se debe tener especial cuidado y lucidez al momento de modificar la legislación o el comportamiento de un país alrededor de ese tema.

A menudo, en las múltiples charlas, debates y exposiciones que realiza el biólogo darwinista inglés Richard Dawkins, una de las mentes más lúcidas de este siglo, deja expuesta la pregunta que, paradójicamente, responde lo anterior y que dice relación con el porqué es posible realizar críticas a todo tipo de opiniones, de instituciones políticas y sociales, etc. pero que, cuando se pretende criticar o emitir opinión respecto a determinados credos, no se logra el mismo eco en los medios de comunicación ni en la sociedad, llegándose muchas veces a la distorsión o la censura.

Se vienen tiempos cargados de incertidumbre respecto a si el actual presidente electo, Sebastián Piñera, incorporará o no las ideas fundamentalistas del excandidato que representó a la ultraderecha y grupos religiosos conservadores del país, si le entregará algún cargo desde donde pueda intentar imprimir un retroceso en una sociedad que muestra una clara tendencia a la secularización. Cualquiera fuera la situación que se aproxime, el mundo librepensador, luchador incansable de la tolerancia y defensor del derecho a la privacidad y sensibilidad de lo extranatural en el seno de la conciencia individual, debe estar alerta y en constante revisión de los brotes, por pequeños que sean, de transgresiones al Estado laico y laicista que debe ser Chile, hoy inédito cobijo de una sociedad multinacional con tanta diversidad de pueblos, culturas como de creencias.

Eduardo Quiroz

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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