No existe ni un solo caso verificado de ese tipo de milagro, bastante popular entre los católicos, que consiste en que una estatua de la virgen María o de un santo o un crucifijo “lloren”. En cada ocasión en que alguien se molesta en investigar, se trata de pérdidas de agua, condensación, depósitos de materiales fluidos varios, o simple fraude. Por eso la Iglesia Católica es muy cauta antes de certificar milagros tan obviamente falsos. O al menos eso dicen.
Cuando el reconocido escéptico indio Sanal Edamaruku apareció en la iglesia de Nuestra Señora de Velankanni en Mumbai para investigar un supuesto Cristo que lloraba o goteaba sangre (según las versiones), perturbando seriamente el negocio montado en su torno por el sacerdote local, la cautela de la Iglesia pareció desvanecerse más rápido que el tiempo que toma decir Jesús. Bajo las ridículas leyes vigentes, Edamaruku fue acusado de ofender los sentimientos religiosos de la comunidad. Los miembros de al menos tres organizaciones católicas locales fueron por varias comisarías poniéndole denuncias, todo porque Edamaruku había explicado el fenómeno (simple efecto de la capilaridad) y había afirmado por TV que los líderes eclesiásticos estaban aprovechando para vender un milagro —un pasatiempo históricamente bastante común para los católicos—, incluso repartiendo fotografías del crucifijo donde se hablaba del mismo para atraer a más gente.
Edamaruku fue acosado por la policía y se le anunció que iban a arrestarlo. El arzobispo de Mumbai, cardenal Oswald Gracias, apoyó todo este teatro entusiastamente (las organizaciones católicas no suelen actuar sin aprobación de su obispo local, como es lógico).
Eso fue en abril. La Arquidiócesis de Mumbai desoyó el pedido, repetido por muchas organizaciones racionalistas y escépticas, de solicitar a sus fieles que retiraran las denuncias. Edamaruku, viéndose cercado, salió del país; a fines de julio se supo que estaba en Finlandia.
Pero como la Iglesia es muy cauta, a principios de noviembre el cardenal Gracias emitió un comunicado explicando que el Cristo goteante nunca fue reconocido como un fenómeno sobrenatural (cosa que no les impidió dejar que la gente lo creyera) y que “la denuncia [contra Edamaruku] fue hecha por un grupo de creyentes que se sintieron ofendidos y no por la Iglesia institucional de Bombay [Mumbai] o por el Arzobispo”. El cardenal dice que apenas si sabía del caso, hasta que salió por televisión. Según ACI Prensa,
En el espíritu cristiano de paz y reconciliación, el Cardenal Gracias apela a Sanal Edamarukun, pidiéndole "que presente sus disculpas por herir los sentimientos de la gente", y pide a los cristianos que han presentado la denuncia "que acepten las disculpas y retiren la denuncia".
Uno escribe sobre la malevolencia solapada y viperina de esta clase de gente durante años y años y aún así no deja de sorprenderse cuando su hipocresía sale a la luz tan incontestablemente. ¿Disculparse por decirle a la gente que la están engañando y que quienes la engañan lo hacen desde hace milenios? ¿Disculparse para no ser arrestado? ¿Disculparse ante un grupúsculo de fanáticos desgraciados, matones religiosos, tan aterrorizados de la realidad que meterían preso a todo aquel que les revele las fragilísimas bases de su patética idolatría? ¿Y todo porque un funcionario de la monarquía teocrática más vieja del planeta lo pide, siendo él el responsable de que la situación haya llegado a tal punto que un hombre honesto tenga que huir de su país mientras los proxenetas de lo sobrenatural siguen tan campantes?
Hace unos pocos siglos los ancestros ideológicos del cardenal Gracias les quitaban las últimas monedas a los pobres a cambio de perdonarles pecados inventados por ellos mismos. Hemos avanzado un poco, pero ¡cuánto nos falta!
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