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Una historia circular

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Salman Rushdie es Salman Rushdie gracias a Averroes

La historia rememora a Averroes a lomos de una mula camino de Córdoba. Su cuerpo inerte ocupaba una alforja. En la otra, se alojaban sus libros. El filósofo cordobés que anticipó la modernidad unos cuantos siglos había dado órdenes de que, a su muerte, sus restos fueran devueltos a la ciudad que lo vio nacer. Falleció en Marraquech en 1198. Allí se recluyó el resto de sus días, víctima de la contumaz persecución del integrismo religioso y la inquina de la oligarquía local.

Ya antes había sido deportado a Lucena por un decreto del califa Al Mansur, su principal protector, que acabó cediendo a las presiones de los ulemas. Sus libros fueron quemados y su filosofía proscrita. Ibn Rushd cometió el más imperdonable de los pecados: pensar. Fue el gran exégeta de Aristóteles y pionero en la formulación del racionalismo en Europa.

En la «perla de Sefarad», capital de los judíos, habitó una casa humilde de ventanas diminutas, que apenas dejaban filtrar la luz. Tres años después, fue rehabilitado por el califa almohade y regresó a Córdoba. Ya era demasiado tarde. El 11 de diciembre de ese mismo año su corazón dejó de latir. Sus restos descansan, con toda probabilidad, a pocos metros de la muralla almohade del Marrubial, donde siglos más tarde, paradójicamente, la Inquisición calcinaba a los herejes.

Casi un milenio después, un joven de 24 años llamado Hadi Matar se abalanzó sobre un escritor de origen angloindio poco antes de dar una conferencia en Nueva York. Le asestó diez puñaladas y el novelista tuvo que ser evacuado en helicóptero ante la gravedad de sus heridas. El escritor nacido en Bombay atiende al nombre de Salman Rushdie. Su padre, Anis Ahmed Rushdie, renunció al apellido familiar para adoptar el del filósofo cordobés, en reconocimiento a su colosal contribución al pensamiento crítico.

Salman Rushdie es Salman Rushdie gracias a Averroes. Los dos fueron víctimas del dogmatismo religioso, que se atribuye la propiedad de las vidas y el dominio de las almas. Los dos fueron sentenciados por una fatua. El día que Salman muera su cuerpo regresará a Córdoba a un lado de la alforja. Al otro, viajarán sus libros como luz inextinguible.

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