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Un pacto con los brujos

Cuando cambia el año florece el interés de muchos por las predicciones sobre el ciclo que comienza. Más en 2012, porque hay que aventar premoniciones agoreras. La mayoría de los que consultan son mujeres y en muchos llega a crear dependencia.

Las librerías y los puestos de diarios lo demuestran: el verano no es lo único que estalla entre fines y principios de cualquier año. Cuando diciembre lanza oficialmente la cuenta regresiva, las predicciones copan la parada con todas sus variantes. Leer las estrellas, interpretar pictogramas mayas, buscar luz en un mazo de cartas, las posibilidades son infinitas aunque las diferencias, dicen los que saben y explican, están en los caminos bastante más que en el fondo. Es claro, sin embargo, dicen esos mismos consultados, que la primacía es clara e indiscutible: en la tan occidental Argentina, el horóscopo chino es rey. En esos espejos editoriales se buscan, o mejor dicho, buscan las formas de sus próximos doce meses, miles de personas, quizá más de las que lo admiten. Así como alguien va a los consultorios para indagar en vivo y en directo (más del 70 por ciento son mujeres, al menos en los despachos de los aquí entrevistados), alguien tiene que comprar todos esos libros que, efectivamente, se venden. Alguna pregunta habrá que se pretende apaciguar en esas consultas voraces de los días de calor.

El pueblo quiere saber

Con la cercanía del cambio de año, “la gente se pone como loca”. Eso dice Jimena La Torre una tarde de verano desde la playa. Sólo la distancia entre el consultorio en la ciudad, que atiende ella misma todo el año, y la arena ayudó a ponerla a salvo de la ansiedad extrema de consultantes capaces de llamar a cualquier hora, en cualquier día. “No es un llamado, eh. Son varios por día. Se desesperan. Hubo gente que me llamó el 27 de diciembre desesperada: quiero saber cómo va a ser mi año. Imaginate. Les digo que estoy de vacaciones, me ven que estoy con el libro, en la tele, todo, y llaman igual. Quieren saber antes de irse ellos de vacaciones.” La intensidad de los fines de año algo acrecienta la demanda. Y eso que a fines de 2011 publicó por primera vez un libro, Predicciones 2012.

Astróloga y tarotista, reconocible por su gorrito colorado y conocida por sus apariciones en programas televisivos, pero también por haber sido quien anunció al aire y carta mediante la maternidad de Florencia de la V bastante antes que la propia interesada (ver aparte), La Torre gusta definirse como “bruja”. Por eso le hace algo de gracia notar que “la gente es muy ella” cuando la consultan, que “no es que vienen y te dicen qué pasará, sino ‘cómo será mi año’. ¡Pero no es ‘tu’ año!”. El calendario, dice, existe, y ella misma presta atención “al solsticio, a Halloween cuando hago seminarios para cerrar el año, y también les digo que el 21 de diciembre es el día para pedir al sol, que está bien alto, los deseos”. Pero el apurón de preguntas de diciembre es otra cosa, y revela en cierto modo una incomprensión fundamental: “El año cambia con tu cumpleaños, en realidad”. Aun así “hay gente que se vuelve un poco dependiente” de lo que pueda surgir en una consulta de astrología o tarot. “Lo ideal es que pasen al menos seis meses entre una consulta y otra, pero hay gente que insiste y quiere venir antes.”

–¿Por qué hay gente que se vuelve dependiente?

–Porque las brujas decimos la verdad. Y creo que el saber nos da tranquilidad. A mí me encanta lo que hago, pero me molesta que la gente sea tan dependiente de esto. Porque no es así, no es esa la función de la bruja, de la astróloga.

–¿Y cuál es la función?

–Dar un toque mágico en tu vida, en tus deseos.

El amor es la pregunta

Cae la tarde sobre la avenida Caseros, y al menos la mitad de la concurrencia en Hierbabuena, uno de los hits del pequeño circuito gastronómico de esta cuadra de San Telmo, espera pacientemente número en mano. El mazo de tarot marsellés descansa sobre una mesita baja blanca. Frente a él, Martín Fernández, discípulo de Alejandro Jodorowsky, explica que va allí a leer las cartas, gratis, a quien quiera, menos por bondad que porque aprende él mismo. Claro que a esta altura del año, con algo más de doce meses de experiencia en el mismo lugar, no tiene dudas de lo que el cambio de año influye sobre la cantidad de consultantes: el último jueves de diciembre llegó a las seis de la tarde; se fue a la una de la madrugada. Consultan porque “el tarot va rápidamente al tema, va al punto. A veces, la gente está cansada de ir veinte años al psicoanalista, de hablar de lo mismo… tu vida sigue”.

Los consultantes, o quizás habría que decir “las”, habida cuenta de que “el 85 por ciento son mujeres”, suelen tener una inquietud en común: el presente y el futuro amorosos. En el ranking, lejos, siguen las cuestiones económicas. Muy ocasionalmente, la salud. “El gran tema es el amor”, dice Fernández, quien cree que se trata menos de predecir o adivinar que de un “intercambio de energías entre quien consulta y quien lee las cartas”. Por eso, sigue, en algún sentido son encuentros teatrales.

–¿Teatrales?

–Porque es como la tragedia: si tu interlocutor no vive la emoción, no te la puede transmitir. Entonces, si el tarotista no entra en la vida del otro, no puede entender al consultante. Se trata de vivir una experiencia.

En su manera de entender el tarot, dice, está el mazo con su historia, lecturas de Jung y estudios de cábala. Por eso no hay magia, sino “una transferencia entre las personas, por eso vengo a hacerlo. Porque la gente me enseña a mí, su problema es el mío. Las cartas son solamente un soporte energético”. Nada más lejos de la intención predictiva, básicamente porque tal cosa no podría existir. “Es más, uno elige su propia aventura. Claro que hay futuro, pero si una persona no es consciente de lo que vive, mañana le va a pasar lo mismo que ayer. De eso se trata. Pero no estoy para cambiarles la vida, es una charla.”

Contra la inercia

“Estamos buscando esperanza. Todos, eh. Yo también, yo me compro el libro de Ludovica (Squirru). Por supuesto. Hay que aprender de los maestros”, teoriza y comparte Gabriel Rugiero, más conocido, particularmente en el mundo televisivo, como El Brujito Maya. Autor él mismo de un libro de predicciones, Rugiero confirma que “a fin de año se vende mucho más”, no sólo por esa “búsqueda de esperanza”, sino también por cansancio. “Me doy cuenta de que mucha gente está cansada o hastiada de la rutina, de que todo sea igual. Creo que lo que busca, a través del horóscopo, es una pista de cómo hacer su vida más creativa, más mágica.” Claro que cuando es conocida la cara de la persona que puede vincular con ese mundo mágico, la demanda puede desbordar. “No sabés lo que es ir por el súper eligiendo latas de tomate y que te pregunten por Tauro. O que la cajera te diga ‘son trece con cuarenta’ y enseguida te pregunte cómo va a estar Géminis. ¡A veces es como llevar la cruz escarlata! Igual, yo amo, eh…”

–¿Por qué se busca eso?

–Es algo que puede darte un chispazo de creatividad, sacarte de la inercia de todos los días y proponer algo cada año. La esperanza de algo nuevo, que te cambie la vida. Necesitamos siempre un espejo para mirarnos. También buscamos eso cuando vamos a terapia para charlar. En realidad el psicólogo no nos dice nada, es escuchándonos a nosotros mismos como vamos descubriendo qué nos pasa. Es lo mismo: el horóscopo es un espejo donde mirarse.

En su variedad maya, este año el espejo arrasa: entre las versiones de fin del mundo y las relativamente más tranquilizadoras sobre cambios profundos del globo tal como lo conocemos, 2012 es el momento clave. Lo dicen películas, libros, profecías, reinterpretaciones de profecías. Por las dudas, Rugiero se anticipa: el 21 de diciembre de este año no está previsto que termine nuestro mundo. En realidad, de acuerdo con los pictogramas mayas, lo que sucederá en esa fecha es que “terminan los años del ciclo de 5200 de la cuenta larga, y empieza un nuevo ciclo”. Aun así, su libro, Predicciones 2012. El año de la profecía, “este año está haciendo furor”, también “un poco porque lo que dicen los mayas está pasando”.

–¿Qué es eso que dicen los mayas?

–Los mayas no dejaron palabra escrita, sino que son pictogramas en monumentos, pirámides, también códices. Sobre 2012 y las profecías hablan en la estela número 10, que fue encontrada en Guatemala. Hablan mucho en metáfora. Por ejemplo, no hablan de mercados porque en ese momento no había moneda, pero sí de hambruna o prosperidad. Para estos años, en las profecías se veía algo auspicioso en las tierras del Sur. Se habla del nacimiento de una gran nación al sur de la Tierra.

–¡Brasil!

–¡No, Argentina! Seguro que es Argentina.

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