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No encontrarás nada sobre esto en esos libelos vergonzosos que crecen en los buzones llamados “La Voz de CLM” y “La Voz de Albacete”. Vaya por delante nuestro mayor respeto a las personas creyentes. A quienes profesan una religión, o ninguna, o dos, a los que la cambian y a quienes no. A quienes, por pura solidaridad, filantropía, sentirse bien o para ganarse el cielo, dedican tiempo y más cosas en favor de los demás. Y tener que seguir explicando estas cosas a estas alturas del siglo XXI es ya penoso, pero no parece fácil de entender al parecer, y hay quienes insisten en que la vida de tooooooodas las demás personas se rijan por los valores no de cada cual, sino de los de ellos, que para eso son de ellos y por supuesto son los mejores.
La política es el arte que nos concedemos en todo el mundo para poder gobernarnos y organizar nuestras sociedades, sea nivel estatal, regional o local. Y andar mezclando permanentemente el ámbito público de la política, con el ámbito privado de las religiones, no es bueno. Cuando lo vemos en otras religiones, se entiende fácil, y se critica a tal o cual país por vivir marcados por su confesión, pero cuando la viga (el tabique y el rascacielos entero) está en nuestro ojo (por poner un ejemplo al hilo), ya la cosa es otra, que eso de mezclar Matemáticas con Lengua y Religión, mola más que enseñar ésta en el ámbito familiar o el estrictamente religioso .
Religión y política han proporcionado (y proporcionan) en la historia grandes bienes y también grandes catástrofes, y generalmente estas se han desarrollado cuando las religiones han salido fuera de su ámbito privado y las políticas han salido fuera de su ámbito público.
La búsqueda de la separación del Estado (poder político en general) y la religión, viene de lejos. Llevamos siglos queriendo salir de la Edad Media, para luego volver a ella en cualquier momento en cualquier despacho de un mínimo municipio.
Desde la política se legisla y desde las propias religiones se suele pedir, pero nada, no hay caso. Ya Juan XXIII decía en su discurso al inaugurar el Concilio Vaticano II, en 1962: “Los príncipes de este mundo, en más de una ocasión, se proponían ciertamente proteger con toda sinceridad a Ia Iglesia; mas, con mayor frecuencia, sus acciones no se hallaban exentas de daños y peligros espirituales, al dejarse ellos llevar por motivos políticos y de propio interés”.
Lo dijo un Papa sabio, y acertó de lleno, aunque lo mismo no sabía el bueno de Juan XXIII que, como los príncipes, alcaldes y concejales siguen esa estela. Y así, el Ayuntamiento de Albacete ha decidido coger del dinero de todos y todas las ciudadanas y darle más de un millón de euros en forma de solar al obispado de Albacete, siendo seguramente la Iglesia católica, la institución más rica de la ciudad. El dinero de todas y todos, regalado a una institución religiosa porque seguramente se estime que “le corresponde en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico”. Estos príncipes, han decidido, como diría el Papa, por motivos políticos y de propio interés, ganarse un puñado de votos y sacudirse de encima un trabajo social que debieran asumir sus instituciones para proteger a su ciudadanía, sin delegarlo en terceros.
¿No hay carencias en Albacete como para andar regalando más de un millón de euros a manos privadas? Se podría usar para hacer mil cosas necesarias para la gente de la ciudad, y si la Iglesia católica lo quiere, que haga una colecta entre sus feligreses, entre toda esa gente que tan bien lo ve por sus motivos religiosos, es decir, privados.
Sin duda gente justa como la de Europa Laica, pondrá un recurso de reposición, que lo mismo es rechazado por la Junta de Gobierno Local del Ayuntamiento de Albacete, siendo presumible que luego vaya a ser preciso llevarlo a un contencioso administrativo, donde ojalá y primen los auténticos principios políticos ¡y religiosos!, esos de no mezclar churras con merinas.