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¿Un concordato secreto?

Preocupa la forma secreta como se han llevado las negociaciones con el Vaticano

Junto con varias personas que me merecen el mayor respeto, firmé una carta que este lunes se entregó al Dr José Enrique Castillo B., ministro de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica, en la cual manifestamos nuestra preocupación por la eventual firma de un concordato entre el Estado costarricense y el Vaticano. Nos preocupa, no solo la firma en sí, que podría traer consecuencias graves para el país, sino también la forma casi secreta como se han llevado a cabo las negociaciones.

Cualquier contrato o acuerdo que se firme, en el cual se comprometa al país, casi siempre se lleva a cabo con un amplio debate, informando al público todos sus puntos para que su aprobación no tome por sorpresa a nadie, ni se pueda alegar luego ignorancia del acuerdo. Si esto se hace con contratos que afectan a solo una parte de la población, con mayor razón se debe hacer cuando está en juego una decisión que afectará a todos los costarricenses.

Los concordatos en general han sido siempre sumamente ventajosos para el Vaticano y perjudiciales para el país firmante. Esto incluye el que se firmó para la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano entre la Santa Sede, representada por el cardenal Pietro Gasparri e Italia, representada por el dictador criminal Benito Mussolini. En ese pacto se reconocieron la independencia y la soberanía de la religión católica, se definieron las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno italiano y se acordó una jugosa compensación económica al Vaticano. En estos acuerdos existe casi siempre una cláusula en la que se fija una suma económica, generalmente muy alta, que recibe la entidad religiosa. Como lo muestra la obra de teatro “La controversia de Valladolid”, el papa Alejandro VI donó a los Reyes Católicos de España todas las tierras, incluyendo sus habitantes, que habían descubierto los españoles en el continente americano “y las que descubrieran en el futuro”. Este gran regalo no fue gratis, ya que las autoridades eclesiásticas recibieron a cambio una cantidad enorme de oro extraído de las tierras obsequiadas.

Debemos recordar también el concordato que firmó el cardenal Pacelli (luego nombrado papa Pío XII) en representación del papa Pío XI con la Alemana bajo un régimen que ya iniciaba Hitler. El Papa dijo entonces que “se alegraba mucho de que el Gobierno alemán estuviera ahora bajo la dirección de un hombre que se opone inflexiblemente al comunismo”. En este concordato se indica (artículo 30): “En los domingos y en las fiestas de precepto en las iglesias, catedrales, como también en las parroquiales' se recitará al final del servicio religioso'una oración por la prosperidad del Reich' Se indicaba, además, que (artículo 16) “los obispos, antes de tomar posesión de sus diócesis, prestarán en manos del presidente del Reich un juramento de fidelidad' delante de Dios y sobre los Santos Evangelios juro y prometo, como corresponde a un obispo, fidelidad al Reich alemán”.

Con todos estos antecedentes se debe tener mucho cuidado con lo que se firme en nombre de Costa Rica, sobre todo si, como en este caso, un concordato con el Vaticano debe ponernos sobre aviso ya que, como dicen nuestros campesinos, “no sacan pelo sin sangre”.

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