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Terror supremacista nacional-religioso en Occidente y en Oriente

Los ataques terroristas del 15 de marzo a una mezquita y un instituto en Christchurch, Nueva Zelanda, que dejó 50 muertos (entre ellos varios niños), y decenas de heridos, es uno de los resultados de la persistente campaña “antiinmigrante musulmán”, lanzada por los políticos derechistas de Europa y EEUU y la normalización del odio hacia este colectivo por los medios de comunicación de masa. Es, también, una continuidad de los ataques militares de sus gobiernos a los pueblos de los países estratégicos como Afganistán, Irak, Libia, Yemen, Siria o Sudan. Cerca de cuatro décadas de propaganda diaria de demonización de las naciones propietarias de inmensos recursos naturales, que por casualidad son “musulmanes”, crea esta clase de monstruos que mata a personas que ni siquiera conoce. Una masacre parecida tuvo lugar en 1994 en una mezquita de Hebrón cuando el sionista Baruch Goldstein abrió fuego sobre una multitud de palestinos que rezaba, matando a 29 personas, y dejando heridas a otras 125.

Preguntas:

  1. ¿Pretendían los terroristas provocar una respuesta por parte de los islamistas? La organización terrorista ISIS, vinculada al Pentágono, que ha matado a decenas de miles de “musulmanes”, ha pedido venganza. Ya sabemos que detrás de los atentados terroristas “islámicos” están ciertos estados, pero, ¿quiénes son los autores intelectuales de los ataques terroristas a los musulmanes en el Occidente “cristiano”?
  2. ¿Deberían los gobiernos de Siria, Irak y Afganistán, de donde eran oriundas las víctimas, bombardear Nueva Zelanda, como suelen hacer EEUU y Europa tras sufrir un atentado terrorista “islámico”? Recuerden el extraño atentado del 2015 de Paris y la amenaza militar contra Yemen, y también el del 11S en EEUU, que a pesar de que los atacantes eran saudíes, fue Afganistán el país atacado y destruido.
  3. ¿Por qué estos ataques son considerados aislados y realizados por “psicópatas”, pero los perpetrados por los islamistas son tachados de “guerra contra los valores de la civilización occidental”?

El regreso del “Choque de Civilizaciones”

La seudo doctrina elaborada por Samuel Huntington no era más que una coartada para las fuerzas más belicistas en Occidente y en Oriente, quienes consideran a otros,  seres inferiores, bárbaros. Sin embargo, si bien el “Orientalismo” de Edward Said desveló los entresijos de fabricación del retrato del inexistente “mundo musulmán”, hace falta un estudio sobre el “Occidentalismo” y la “occidentofobia” por el bando contrario que invoca el regreso al medievo, tergiversa la realidad del Occidente y le ataca para protegerse del progreso y la modernidad: los sindicatos obreros, las organizaciones feministas, la libertad sexual y el de vestimenta son presentados como agentes del pecado, elementos que perturban el orden cósmico y corrompen la moral de los creyentes, incitándoles a desmontar las milenarias verdades absolutas.

Ambas fobias convierten al otro en peligroso, enemigo, e incluso subhumano; sólo así consiguen que millones de personas “normales” se conviertan en cómplices de horrendos crímenes: es el mismo mecanismo que nos hace capaces de subyugar, torturar y matar a los animales no humanos, seres con los que compartimos la misma categoría biológica.

En este tenebroso panorama, el papel de la religión (que no es lo mismo que espiritualidad de cada uno) es de lo más relevante: Si el propio Dios ha decidido que unos seres humanos (hombres, ricos y devotos) sean superiores a otros, sus representantes en la tierra también tendrán la legitimidad de someter a las criaturas “inferiores” en el nombre de Jesús, Yahvé, Alá, o Vishnu, y otras divinidades.

Otros supremacismos

Ya que el delirio de la superioridad del Occidente-blanco-cristiano es bien conocido, veamos los rasgos de otras doctrinas de extremaderecha:

Supremacismo judío-blanco: antes de la creación del estado de Israel, los judíos afirmaban ser el “pueblo santo para el Dios“ y por ende, superior al resto de la humanidad; pero, después de su fundación por los Asquenazí (judíos blancos europeos), éstos además de ejercer el poder sobre los palestinos despojados de su tierra, también mostraron menosprecio hacia los judíos de Oriente Próximo, por ser pobres o por la forma de practicar su credo, el mismo sentimiento que mostraron hacia sus hermanos africanos, a éstos además por el color de su piel. Aun así, la instauración de la República judía de Israel en 2018 otorgaba al país, que antes presumía de ser democracia, un estatus de teocracia étnica, convirtiendo a la población no judía oficialmente en personas de segunda. Según el rabino Yaacov Perrin: “Un millón de árabes no valen una uña judía“. Israel junto con la República Islámica de Pakistán son los dos únicos estados modernos creados – por Gran Bretaña y en los mismos años-, sobre una base religiosa que no étnica.

El supremacismo hindú: rechaza el secularismo constitucional y propone una país sólo de los indios hinduistas; se trata de los neonazis y los extremistas religiosos, que un día colaboraron con el Tercer Reich para construir un país con la identidad racial aria “la madre de otras civilizaciones”. Grupos como Hindu Sena (Ejército de Hindúes), que celebran el cumpleaños de Trump como “el único capaz de salvar a la humanidad”, o el “Templo Ghosh” que ha propuesto a la ONU “controlar la tasa de natalidad de los musulmanes” por ser todos propensos a ser yihadistas, exigen privilegios especiales para sí mismos en detrimento de la población cristiana, musulmana, budista, atea y otras. Desde el ascenso de la extremaderecha hinduista dirigida por el Primer Ministro Narendra Modi en 2014, cientos de musulmanes, cristianos e hindúes de casta baja han sido agredidos y asesinados.

El supremacismo islámico-árabe: “La última religión enviado por Dios”, como afirman los musulmanes, significa que los credos nacidos posteriormente son ilegitimas y perseguibles, como el bahaísmo. Incluso los fieles “del Libro” -judíos, cristianos y mazdístas-, para ellos carecerán de los derechos que gozan los musulmanes, aunque no serán perseguidos (como los serán los ateos), siempre que pagan un impuesto. Estos grupos consideran “Yihala” «ignorancia» las civilizaciones anteriores a la aparición del islam, como la sumeria, egipcia, persa, griega, etc., y repulsan a los musulmanes no árabes y sus tradiciones: De allí, la arabización de la vestimenta (como el velo), la imposición de nombres y tradiciones árabes a las naciones islamizadas como Irán, Afganistán, Indonesia, Pakistán, los países de Asia Central o los de África, etc.

El supremacismo turco pretendía, según el ministro turco Şükrü Kaya en 1937, fundar “un país que hable con un solo idioma, piense de la misma manera y comparta los mismos sentimientos“. Tras el genocidio de cerca de 1.500 mil armenios, los gobiernos fascistas intentaron turquificar a los kurdos musulmanes, forzándoles a cambiar de nombre, de vestimenta y de cultura. Al no conseguirlo decidieron aplicarles otra solución final. Línea en la que el sultán pnayurquista-sunnita Tayyab Erdogan sigue trabajando.

El supremacismo negro-islámico: el movimiento de La Nación del Islam dirigido por Malcolm X alegaba que “El hombre negro es el hombre original” de la humanidad, y posee una serie de atributos que le coloca por encima de los blancos, haciendo que el sistema de explotación y opresión blanco fuese antinatural. Con esta mirada racista, los Panteras Negras, se negaron a unir su lucha por la liberación con la de la clase trabajadora blanca, y en vez de reclamar los derechos civiles e igualdad con los blancos, reclamaron un estado propio.

En Occidente, el error común de las fuerzas progresistas, que sólo critican a algunas de las ideologías supremacistas, es caer en la trampa de defender la “religión” de las víctimas de la xenofobia, e incluso llevar a más dioses a las aulas de los colegios en vez de reclamar un mayor laicismo y el respeto a los derechos de los migrantes como personas.

La estrategia de la tensión pretende correr una cortina de humo sobre el principal problema de la humanidad: el negocio de hambre de las élites mundiales que mata cada día a cerca de 100.000. No es de extrañar que el terrorista de este atentado afirma no odiar a todos los musulmanes, sino a los que han venido a “invadir nuestras tierras”, o sea a los inmigrantes, los más pobres entre los trabajadores de un país. Su acción se llama Aporofobia. En EEUU, son los migrantes latinoamericanos cristianos que ocupan este lugar y son el objeto de la agresión de los pistoleros xenófobos que van a su “caza” a la frontera.

La libertad religiosa de los estados y las personas debe tener un límite: En un mundo lleno de incertidumbres y parco en respuestas, la irracionalidad tiende a prosperar a la sombra de la pobreza y el desamparo. El auge de los “tribalismos” en las últimas décadas es una de las manifestaciones del retroceso que está sufriendo nuestro mundo.

Nazanín Armanian

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