El gran frío diplomático entre el Vaticano y Francia por el caso del placet, negado hasta ahora con un largo silencio que dura cuatro meses, de la propuesta gala de nombrar al embajador gay Laurent Stefanini, se hizo glacial después de que un tribunal de Rennes ordenó remover una estatua de san Juan Pablo II de una plaza en Bretaña con el filoso argumento de que es “contraria a las normas sobre la laicidad”.
Hace unos días una “fuente autorizada”, o sea un vocero vaticano refugiado en el “off the record”, dijo a la agencia noticiosa italiana ANSA: “De nuestra parte seguirá el silencio y el gobierno francés debería comprender que no cambiaremos de opinión”.
La tensión sigue in crescendo”y ayer el diario italiano La Repubblica dijo que al “elocuente silencio” que usa el Vaticano para decir “no” al nombramiento, la presidencia francesa responde: “Tampoco nosotros cambiamos de opinión”. Y argumenta: “El embajador Stefanini es un diplomático de grandes cualidades, que fue número dos durante cuatro años de la embajada en Roma ante la Santa Sede”.
El mismo Papa ha rechazado dar el placet y aquí los problemas se hacen serios. Porque Stefanini es homosexual, aunque nunca ha hecho proclamaciones ni se le conocen convivencias. Además, las versiones señalaron que en un encuentro hace tres semanas del frustrado embajador con el propio Papa en la Casa de Santa Marta, Jorge Bergoglio le habría dicho que no había con él cuestiones personales.
El Papa ha quedado involucrado de lleno en el conflicto porque la decisión final de aceptar o no al embajador gay es de Francisco. Y todos recuerdan que en julio de 2013 dijo que si un homosexual busca a Dios “quién soy yo para juzgarlo”. Esta declaración fue entendida como un gran cambio en el tema de los gays, pues la Iglesia considera un pecado el ejercicio de la homosexualidad, que es “un desorden objetivo”.
Otra versión señala que Stefanini apoyó la ley de “matrimonio para todos” aprobada en Francia, que equivale al casamiento igualitario sancionado en Argentina en 2010, en un episodio en el que el Papa apareció derrotado por el gobierno y la mayoría parlamentaria.
Ayer otras fuentes dijeron que tampoco ese era el problema. Los cortocircuitos entre Francia y la diplomacia del Papa tendrían que ver con la actitud laicista del gobierno de París y el anuncio del nombramiento de Stefanini sin esperar el “placet” del Vaticano. Pero los cardenales y obispos franceses se pronunciaron ante el Papa, sin hacerlo público, en favor de Stefanini.
Ahora la crisis, que podría dejar vacío “ad infinitum” la sede de la “hija favorita de la Iglesia”, como la Santa Sede llama a Francia, se agrava por la decisión del tribunal administrativo de Rennes de remover la estatua de bronce en honor de Juan Pablo II, instalada en 2006 en una plaza de Ploermel, en Bretaña. En el monumento hay una incisión de la célebre frase “no tengan miedo” del Papa polaco, que reinó casi 27 años y murió en 2005. La estatua está debajo de un arco en cuya cima hay una gran cruz. Son ocho metros de altura y estas dimensiones tienen, según los jueces galos, “un carácter de ostentación”.
Francia ha sido siempre rígida en defender la Constitución que subraya el carácter laico de la República y la ley de 1905 de separación de la Iglesia y el Estado. El alcalde de Ploermel anunció que apelará al Consejo de Estado francés contra la medida.