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Sotanas golpistas en Paraguay

La destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo, llevada a cabo mediante juicio político, ha desatado la alarma en la región por cuanto el mencionado procedimiento no respetó los plazos ni recaudos de la garantía de defensa en juicio a pesar de estar regulado en la Constitución de ese país.

Esa circunstancia jurídica, sumada al escenario regional y al papel que se le atribuye a los Estados Unidos llevaron a calificar la destitución como un golpe de estado encubierto con el lógico repudio del pueblo latinoamericano y las sanciones de los organismos regionales.
 
Y como siempre sucede en estos pagos conquistados por el imperio español apareció un actor político que cumple el rol de factor de poder y juega al buen alumno “pacificador”: la Iglesia Católica paraguaya en persona de sus obispos y del embajador del Vaticano. En esta oportunidad le pidieron a Lugo que renuncie para evitar derramar sangre y de inmediato se aliaron al nuevo presidente. "Oramos por la paz e invitamos a todas las comunidades eclesiales a una cadena de oración por la patria para que el Señor Todopoderoso en el amor y la misericordia, bendiga al Paraguay". Fariseísmo en su máxima expresión.
 
Que los obispos católicos aparezcan en momentos políticos delicados de una república hermana no es novedad. Buscan denodadamente que permanezca vigente un mito, cual es, el que dice que existen países católicos y no católicos debiendo la Iglesia en los primeros ser la “garante moral” ante los conflictos. La historia dice lo contrario. Dice que el objetivo principal que persigue esa institución es retener sus privilegios, su poder político al lado del gobierno de turno, prostituyéndose, cualquiera sea la forma de gobierno.
 
Como es de rigor, se debe enfocar al colectivo dentro de la institución. Sociológicamente no existe el catolicismo a secas, un único grupo que piensa igual a la oligarquía de sotanas que los gobierna. Existen “catolicismos”, al decir de Mallimaci, grupos varios que reflejan diversos enfoques no sólo teológicos sino políticos. De modo que cuando hablamos de “Iglesia” en el golpe de Paraguay nos referimos a la derecha, tanto laica como clerical y antidemocrática que existe en esa institución en su versión integrista, es decir, no cristianas y contrarias al evangelio del laico Jesús.
 
El prontuario totalitario y antidemocrático de la Iglesia Católica es vasto. Entre sus numerosos galardones puede mencionarse el concordato que en 1933 firmó el Cardenal Eugenio Pacelli –futuro Pío XII– con el régimen nazi de Adolf Hitler.
 
“Para la Iglesia Católica el concordato significaba unirse a un gobierno que no sólo combatía el ateísmo y la inmoralidad, sino que también tenía entre sus objetivos proteger a la Iglesia y la educación cristiana” (1).
 
Pero es sabido que el riesgo que asume quien se prostituye es que el “cliente” no pague o lo haga mal. Y Hitler y el nacionalsocialismo no fueron la excepción. Al poco tiempo de su firma el concordato no fue cumplido por los nazis.
 
Les fue mejor con el régimen fascista de Benito Mussolini. Recordemos que los Estados Pontificios surgieron de un descomunal fraude como fue la “Donatio Constantini” (Donación de Constantino). “Según ésta, urdida en el siglo IV, el papa Silvestre I había sanado de la peste y bautizado el emperador Constantino I, a quien, realmente, nunca vio en su vida. Este le recompensó donándole Roma, Italia, e incluso todo occidente (“… omnes Italiae seu occidentalium regionum provintias, loca et civitates”). Ese fraude sin parangón, con fecha retrotraída a cuatro siglos, provista de la firma del emperador y una anotación del mismo en la que aseguraba haber depositado de propia mano el documento en la tumba de San Pedro, fue, salvo que todo induzca a engaño, perpetrado por la mismísima cancillería papal. La falsificación convertía al Santo Padre en “poseedor legítimo de toda Italia y emperador de occidente, invirtiendo de golpe la situación. El emperador romano, a quien el papa debía antes prestar obediencia, quedaba ahora constitucionalmente subordinado al pontífice” (2).
 
Pero la mentira tiene patas cortas y el fraude fue desenmascarado: desde Guillermo de Ockham, pasando por Lorenzo Valla mediante la filología, hasta la historia moderna. Los Estados Pontificios fueron disueltos gracias a la acción de Víctor Manuel II y de Garibaldi el 20 de septiembre de 1870 unificándose el territorio italiano. Tuvieron que pasar 59 años (11 de febrero de 1929), para “resucitar” el engendro político llamado Vaticano. Pío XI y Benito Mussolini firmaban los Pactos de Letrán, en virtud de los cuales la Iglesia “reconocía” a Italia como estado soberano, y ésta hacía lo propio con la Ciudad del Vaticano, con indemnización incluida.
 
Y les fue excelente con el dictador español Francisco Franco entre 1939 y 1975 y la imposición del nacionalcatolicismo, régimen totalitario aplaudido por el Vaticano y cuyas notas se encuentran todavía presentes en cierta “prelatura” que no pasa de ser una secta al interior de la Iglesia.
 
El prontuario se extiende a la Argentina donde la Iglesia apoyó todos los golpes cívico-militares contra gobiernos constitucionales. Desde el celebrado de 1930 contra Hipólito Yrigoyen hasta el más cruel de 1976-1983. En este último sus autoridades fueron beneficiadas por “leyes” relativas al sostenimiento económico, avalando la persecución de sus propios cuadros (laicos y religiosos) por “subversivos”, mirando para otro lado ante el plan sistemático de robos de bebés y maquinando junto con los genocidas para defender la “civilización occidental y cristiana”, mientras les daban la comunión a los asesinos porque esos sí eran buenos cristianos. El fracaso de la dictadura cívico-militar-católica fue también el fracaso de la ideología religiosa que la nutrió y del modelo social que quisieron imponer, el mismo por el que pugnan en nuestros días oponiéndose a leyes laicas que no se fundan en sus dogmas y doctrinas.
 
Y en 2009 apoyaron el golpe de estado en Honduras. En esa oportunidad salieron a pavonearse el cardenal Rodríguez Madariaga y la Conferencia Episcopal de ese país también para “pacificar” a la sociedad. El presidente Porfirio Lobo manifestó su intención de aplicar los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, siendo luego recibido y “bendecido” por el Papa Benedicto XVI. Mientras, la violación de derechos de los ciudadanos hondureños y los asesinatos de opositores y periodistas continúan hasta la fecha.
 
Si hay algo que se debe reconocer a la oligarquía clerical católica es su coherencia antidemocrática reflejada en su organización, funcionamiento y pensamiento oficial. No es momento de analizar la estructura autoritaria de la última monarquía absoluta de Europa, ni la violación a derechos humanos que se lleva a cabo en su interior y que se refleja en sus normas.
 
Basta con leer el N° 424 del Compendio de su Doctrina Social como un claro ejemplo del pensamiento antidemocrático vigente en la institución: “La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional », ni tiene tampoco la tarea de valorar los programas políticos, si no es por sus implicaciones religiosas y morales”.
 
Se leyó bien: la Iglesia Católica “… no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional…”; es la prostitución política institucionalizada.
 
El interés principal de la oligarquía clerical se dirige a que los Estados les garanticen sus “derechos adquiridos”, sin importar si se trata de una dictadura o una democracia. Tienen experiencia histórica en el tema; no les importa con quien se acuestan.
 
La constitución paraguaya de 1992 reconoce en su artículo 82 “el protagonismo de la Iglesia Católica en la formación histórica y cultural de la Nación”. Nos preguntamos ¿se hará extensivo ese reconocimiento al protagonismo en los golpes de estado?
 
El pensamiento antidemocrático sigue vigente en el catolicismo romano, sobre todo, en el integrismo que lo gobierna; también en sus acciones y muy a pesar del Concilio Vaticano II. Con su aval al golpe institucional contra la democracia paraguaya la Iglesia vuelve a poner sobre el escenario político encíclicas infames como la Mirari vos (Sobre los errores modernos) de Gregorio XVI, conocida como la encíclica contra la democracia.
 
Es hora que las democracias latinoamericanas dejen de tener un “garante moral” que nadie invitó, insolvente en materia democrática y recordando que, cada que vez que pudo, pisoteó los derechos humanos, las constituciones y los valores republicanos. La salud de los pueblos y la laicidad de las sociedades así lo reclaman.
 
Carlos Lombardi es abogado y profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la UNCuyo.
 
Notas:
1) MALLIMACI, Fortunato y DI STEFANO, Roberto, Religión e imaginario social, Manantial, Buenos Aires, 2001, p. 55.

2) DESCHNER, Karlheinz, La Política de los papas en el siglo XX, Yalde, Zaragoza, 1994, Volumen I, p. 11.

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