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Solsticio de invierno y utopía

Según diversos estudios y oráculos astronómicos, hoy, 21 de diciembre de 2012, no sólo cambiaremos de ciclo solsticial, ese que todos los años supone el paso de la oscuridad otoñal al inicio del regreso progresivo de la luz del sol, cuya celebración ancestral, por cierto, el cristianismo hizo suya muy astutamente con su “nativitatis”, sino, además, según algunas fuentes de lo esotérico, la humanidad iniciará la llamada New Age, o Era de Acuario; una nueva era astrológica, relacionada con la alineación del eje de la tierra con respecto al resto de los astros del Sistema Solar. Se trata de una “creencia” astrológica que defiende que este fenómeno produce grandes ciclos cósmicos, cuya asociación con un determinado signo astrológico afecta al destino de la humanidad.

Estas ideas carecen de sustento científico, por lo que no pertenecen al campo de la astronomía, sino al de la astrología y la teosofía. Sin embargo, tenemos que admitir que el conocimiento científico humano sobre el cosmos es muy limitado, y que, sin duda, sea por las causas que sea, el influjo ideológico de la esperada Nueva Era empezó ya a notarse a nivel global desde mediados del siglo XX, con los movimientos Hippy y New Age. Y, aunque en España, en plena dictadura fascista y retrógrada, estos movimientos apenas se dejaron notar, en el resto del mundo supusieron el despertar a una nueva conciencia, regida por el amor, y no por el odio y el miedo, por la apertura, y no por la exclusión y la hostilidad, por la defensa de la naturaleza y de todos los seres que la habitan, por el pacifismo, y no por la guerra; y por la libertad.

Aunque esos movimientos pasaron, dejaron una importante impronta en la conciencia social y humana de Occidente que aún perdura, de manera contundente, en forma de asociacionismo por la defensa de los animales, por la defensa del medio ambiente, por la solidaridad con la humanidad más oprimida, en forma de espiritualidad natural y aconfesional,  y en forma de una conciencia colectiva más fraternal y solidaria.

A día de hoy el mundo está siendo asolado por una tendencia político-económica voraz que hace primar el valor del dinero ignorando a las personas. Un movimiento que allá donde se instala instaura la injusticia, desdibuja las democracias y arrasa con derechos y libertades ciudadanas en la búsqueda insaciable del beneficio económico de unos pocos. Me refiero al neoliberalismo, cuyo brazo político en España es el Partido Popular, y cuyo gobierno está, como vemos día a día, abocando al país hacia la pobreza, la miseria y la cerrazón ideológica propia de épocas muy precedentes, con la ayuda inestimable, por supuesto, de los sectores tiranos y cerriles de siempre.

En tiempos de penurias y de crisis abundan, efectivamente, las profecías catastrofistas, y no faltan los charlatanes y aprovechados esotéricos que, explotando el miedo a lo desconocido, negocian y trafican con la incertidumbre y la ignorancia humanas. No creo, en absoluto, que se avecine ningún fin del mundo, como se oye y se especula por determinados círculos. Pero, dadas las circunstancias, y estando la humanidad en un punto de agotamiento irreversible (tanto ecológico, político, económico como social y anímico), sea o no sea por la llegada de la Era de Acuario, creo que es necesario y urgente un cambio global y profundo de conciencia humana.

Es necesario un nuevo paradigma que nos lleve a  alcanzar una conciencia nueva que contenga unos valores renovados de paz, de solidaridad, de respeto a todas las vidas, de hermanamiento de todos los seres que compartimos el mismo asolado planeta, valores reales de armonía y de amor. Y no hablo de esa paz falsa y ese amor fingido, artero disfraz de los charlatanes que aspiran a dominar el mundo, sino de la moral profunda y universal que nos hace conscientes de que todo y todos los que hemos tenido el privilegio de vivir formamos parte de la misma familia y compartimos un destino común.

Mis mejores deseos para todas las personas de buena voluntad en este nuevo Solsticio de Invierno. Que la vida se haga cómplice de los deseos de los que aspiran a un mundo mejor, y de todos aquellos que sienten asombro y respeto profundo ante la maravilla de la vida, e indignación ante la injusticia y el dolor ajeno. No tengamos miedo a  lo desconocido. Temamos a lo verdaderamente temible, a los paradigmas injustos y perversos que roban la armonía al mundo y a nuestras vidas, por muy conocidos que nos sean. Y sigamos soñando con ese mundo mejor; porque la utopía no sólo es posible, sino, ahora más que nunca, nos es necesaria.

Coral Bravo es Doctora en Filología

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