La idea más importante que ha aportado el debate sobre multiculturalismo de los últimos años es esta: la necesidad de reconocimiento jurídico-político de culturas diferentes a aquella que ha sido históricamente (o es en el presente) hegemónica en un estado.
Por culturas diferentes se entiende en este contexto tanto las culturas minoritarias existentes en una sociedad como las culturas que, siendo a veces mayoritarias en un determinado territorio, han sido excluidas, minorizadas (despreciadas, oprimidas, ninguneadas) a lo largo de la historia y todavía lo son en la actualidad.
Por reconocimiento jurídico-político de las otras culturas hay que entender algo más que el mero reconocimiento de las diferencias étnicas, lingüísticas, religiosas, etc. en el ámbito privado, en el foro de la conciencia de los individuos o en las relaciones interpersonales. Y algo más también que lo que llamamos tolerancia respecto de las otras culturas o respeto debido a las mismas. O sea que por reconocimiento jurídico-político entenderemos alguna forma de articular la esfera pública tal que estas diferencias culturales queden convenientemente recogidas en el texto constitucional y textos legales afines.
Para concretar en qué ha de consistir este reconocimiento jurídico-político de las culturas diferentes a la que ha sido (o es) la cultura hegemónica en un estado o en un territorio hay que aclarar bien, previamente, de qué culturas hablamos cuando hablamos de multiculturalismo. Esto puede parecer una obviedad, pero, a estos efectos, no es lo mismo estar hablando de culturas históricas (o sea, de culturas con una historia igual de prolongada o incluso anterior a la cultura hegemónica) en un determinado marco pluricultural que referirse a culturas que, debido a procesos migratorios en curso, se han instalado recientemente en un país o territorio que ya era previamente multicultural.
Esta aclaración tiene importancia para evitar los equívocos que habitualmente se producen en el debate por el traslado o asimilación, sin más distinciones, del término multiculturalismo, tal como ha sido empleado desde la década de ochenta en los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá, a realidades históricas sustancialmente diferentes, como es el caso de varios países de la Europa occidental y de América central y del sur.
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