El jueves pasado, el papa Benedicto XVI clausuró el Foro Católico Musulmán, instituido por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y por representantes de los 138 dirigentes musulmanes firmantes de la carta abierta dirigida a los líderes cristianos el 13 de octubre del 2007. El discurso papal estuvo lleno de buenas palabras, buenos augurios y de algún reproche. Calificó el encuentro como una muestra de la estimación recíproca de ambos credos y del deseo de escucharse unos a otros, haciendo énfasis en la colaboración para lograr el respeto auténtico de la dignidad de la persona. Insistió también en la necesidad de que las reflexiones de este diálogo no se limiten a un grupo restringido de expertos y eruditos, sino que se transmitan como un precioso legado y sean puestas al servicio y al alcance de todo el mundo.
En otras ocasiones, el Papa ya se había manifestado a favor de un verdadero diálogo entre católicos y musulmanes, pero añadiendo que "los valores del matrimonio monógamo y de la dignidad de la mujer mostraban indiscutiblemente la superioridad de la cultura judeocristiana".
Cabe recordar que el judaísmo admite el divorcio y, en lo referente a la debida consideración de la mujer –cuestión manifiestamente no lograda en muchos ámbitos del islam–, la Iglesia no puede dar muchas lecciones: además de negarles el sacerdocio, entre los cerca de 400 padres sinodales, expertos, auditores e invitados especiales asistentes al Sínodo de la Palabra celebrado del 5 al 26 de octubre de este año, solo había 19 mujeres. Esta fue la respuesta dada por una de las expertas que participaron en la pregunta de Josep Cuní en Els matins del lunes, sobre si todavía había quién consideraba a las mujeres "como mayordomas de los curas".
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