Se dijo en el escrito anterior que las elecciones de 2018 sucedieron en un sustrato político, inestable, rancio, confuso, en el cual la mayoría de la población sufre un proceso de empobrecimiento sostenido, el cual supera en mucho aquel relacionado con la sociedad socialdemócrata, anterior al neoliberalismo. Esto es el resultado del uso indebido y desmedido de las normas del Estado mínimo y de la economía de libre mercado: cuya consecuencia inmediata es la desregulación del mercado y de las funciones del Estado por medio de sus instituciones situación que destruye las defensas de la economía y de la sociedad entera. Se inicia un tormentoso procese de corrupción.
Este empobrecimiento arranca de las manos de la mayoría de los costarricenses las posibilidades de resolver las necesidades básicas de subsistencia y la hacen perder las esperanzas de alcanzar un bienestar social digno para un ser humano. Por el contrario, genera desesperanza y odio hacia la organización social democrática estando a punto, cada quien, de abandonarse a su suerte en el barrial político-económico neoliberal y seguir en las garras de políticos sin valores y sectas religiosas que solo los llevan por el mismo camino. Un buen número de costarricenses en lugar de optar por ese abandono optan por adherirse a una de las iglesias que le han tendido la mano.
Esa posición social extrema que sufre gran parte de la población reproducida por la organización político-económica neoliberal, el estado mínimo y el libre mercado, abre la puerta a posibilidades de aprovechamiento de algunos actores sociales para crear relaciones perversas con relación a la pobreza y por medio del ofrecimiento de dádivas, alimentos, ropas y otros prometen su solución y posterior prosperidad. En el caso que nos ocupa también se ofrece la salvación eterna inmediata por medio de argumentos religiosos de autoridad y miedo. Falsas promesas y estas se convierten en el hilo conductor entre religiosos y políticos.
El tema ha tomado importancia en la sociedad ya que en Costa Rica se observa el avance de partidos políticos confesionales de teología evangélica neopentecostal, de afiliación política neoliberal extrema, con una presencia importante en el sistema político y una representación institucional en aumento. Estos partidos tienen su matriz ideológica en las mega iglesias pentecostales-neoliberales de los Estados Unidos de América, con grandes y fuertes ramificaciones en otros países como Brasil, Venezuela, Colombia, Guatemala, Nicaragua y Panamá entre otros.
Podemos decir que este fenómeno neopentecostal surge con fuerza con la «Nueva Reforma Apostólica (NAR), el cual obtuvo una gran influencia entre las iglesias pentecostales y carismáticas en todo el mundo, a partir de finales de los años 90. Las personas que forman parte de este movimiento neopentecostal floreciente siguen a los apóstoles y profetas en el movimiento y solo los profetas (no hay en Costa Rica) y los apóstoles tienen la facultad de realizar decretos y «Dirigir la iglesia, dar nueva revelación divina que es necesaria para establecer el reino de Dios en la tierra», esto significa instaurar un Estado teocrático en la sociedad costarricense dirigido por Profetas y Apóstoles, y pastores neopentecostales sustituyendo al Estado mínimo neoliberal dejando en alto riesgo el régimen democrático costarricense.
En la década de los 80¨s se dispararon los grupos pentecostales y neopentecostales, al cambiar drásticamente el contexto social y económico del país. Aumentó la concentración de la riqueza y el empobrecimiento de la población. Aunque, también hay que decir que hubo influencia de una política de Estados Unidos para incentivar la penetración de ciertas iglesias en la región, principalmente las iglesias neopentecostales pertenecientes a la Nueva Reforma Apostólica (NAR). Como decir, son “ordas” divinas que bajan la teología de la prosperidad mezclada con la ideología neoliberal y con recursos monetarios del Norte hacia el Sur, al cual quieren imponerle sus propias condiciones de organización social (su política, su economía, y sus leyes).
La crisis económica que sobrevino en los 80¨s arruinó a los productores; la pobreza aumentó a un 50% en el país, disminuyeron los puestos de trabajo, crecieron los precarios en las ciudades, y mucha gente quedó excluida del crecimiento y la riqueza económica. La crisis aumentó la desigualdad social y aumentó la exclusión económica, muchos campesinos perdieron su identidad de labriegos y un sentimiento de inseguridad y desarraigo se extendió en esos núcleos marginados, para los cuales la nueva oferta religiosa que llegaba les daba un sentido de pertenencia y seguridad dentro de una congregación, donde la gente se sentía acompañada y ayudada por el pastor en sus dificultades y tribulaciones diarias. Para estos sectores empobrecidos fue como un soplo de viento fresco la llegada de esa ayuda “divina”
Incidiendo en el riesgo en que está la democracia costarricense por los factores mencionados, la ideología neoliberal deteriora los mecanismos de distribución de riqueza y de bienestar social, las normas del trabajo y de las relaciones laborales ven iniciarse un proceso sostenido de deterioro y eliminación, desbalanceando el equilibrio entre el capital y el trabajo sustentado en el Código del trabajo y otras leyes laborales nacionales e internacionales. Tenemos entonces que al alto riesgo en que esta situación pone a la democracia hay que agregarle al alto riesgo de alterar la paz social sustentada en el mencionado equilibrio entre el capital y el trabajo. Riesgo que ya ha caminado un largo trecho y casi tiene en total indefensión al trabajo y su salario.
Este complejo sustrato político-económico descrito desprestigió y deterioró el régimen democrático y sus instituciones, sobre todo el Estado Social Democrático de Derecho contenido en la Constitución Política de la República, lo cual ha llevado a la población a sufrir frustraciones surgidas de promesas políticas incumplidas de los políticos nacionales para mejorar la situación, perdiendo cada vez más las esperanzas de mejorar las condiciones de vida y de tener oportunidades de construir un futuro mejor para su familia. En contraposición, con promesas más pequeñas, de menor duración pero de cumplimiento más seguro aquellas que hacen a la población los predicadores, pastores, y apóstoles neopentecostales. Esto da un grado de confianza suficiente a las personas necesitadas para acercarse y sentirse bien en esas iglesias, de manera forzada por necesidad al principio, aceptando luego con lealtad sus directrices y sus cultos. La iglesia católica hace muy poco para neutralizar esta influencia neopentecostal en la población, demostrando displicencia y frialdad a las consecuencias que traerá el posterior enfrentamiento religioso.
En otro escrito, sobre la estrategia neopentecostal quedarán claras esas consecuencias.
Eduardo Delgado Soto es Licenciado en Ciencias Políticas