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Ser creyente y socialista

"Hace tiempo, en España, la religión, utilizando el poder del Estado, les decía a todos, a los creyentes y a los no creyentes, cómo debían vivir. Les decía a los que no se amaban que tenían que seguir juntos y a los que se amaban que no podían vivir juntos". "La religión merece respeto, todo el respeto, pero no puede organizar políticamente la convivencia de la ciudadanía".

He elegido estas palabras, que no son mías, para ilustrar lo que se me pasa por la cabeza cuando hablo con personas que dicen no entender que, siendo creyente, tenga convicciones socialistas y sea firme defensor de una sociedad laica y de que la Iglesia no puede seguir intentando organizar la vida civil (y mucho menos querer organizar y juzgar mi vida sentimental).

El orador a quien escuché esas palabras defendió también que “una sociedad laica no es una sociedad que combate la religión: es la que la pone en su lugar, que es la conciencia de las personas”. Me impactó sobremanera el modo en el que se llevó la mano al pecho a la altura del corazón cuando hizo referencia a la conciencia de las personas. ¡Qué estupenda metáfora la de la conciencia como algo interior, íntimo, sensible, generadora de afectos y desafectos, ….igual que nuestro corazón!.

Una sociedad laica, prosiguió, “respeta profundamente las convicciones religiosas” y un Estado laico “es aquél en el que los poderes públicos no interfieren en la conciencia de las personas, pero también es aquél en el que las religiones no tratan de organizar la convivencia pública de los ciudadanos”.

Yo no he sido capaz nunca, y mira que lo he intentado, de expresarlo mejor. Soy creyente, y jamás lo oculto: me cuento entre los seguidores de un tal Jesús de Nazaret, sí. Incluso he estudiado y buceado de la mano de buenos profesores en las profundidades de la Teología. Eso me ayudó a alcanzar una fe más madura, más profunda, menos ritual y más crítica. Por eso soy partidario de un Estado laico. Porque creo firmemente, como el orador, que la religión, la relación del individuo con la divinidad, sea ésta la que sea, pertenece al ámbito de la conciencia.

Soy partidario de un Estado laico porque desde la conciencia se pueden dictar las normas de comportamiento moral pero no se pueden hacer leyes ni normas que establezcan el marco de la convivencia social.

La Iglesia puede y debe expresar su opinión y su postura sobre cualquier realidad social pero no puede ni debe aspirar a que esa postura sea transcrita a la legislación de un Estado de Derecho.

A lo largo de la Historia, la mayor fuente de podredumbre de la Iglesia ha venido de sus filtreos con el poder terrenal; y en demasiadas ocasiones este poder al que se ha arrimado la Iglesia buscando buena sombra donde cobijarse ha sido un poder dictatorial. En España tenemos experiencia en ello…

Por eso, NO quiero una Iglesia que pontifique sobre temas como el aborto, la eutanasia, el divorcio, la reproducción asistida o la homosexualidad haciéndolo además con una hipocresía y un cinismo descomunales; NO quiero una Iglesia que confunda las aulas de un Colegio PÚBLICO con un salón parroquial para la catequesis. Y mucho menos quiero una Iglesia que haga campaña electoral…

Yo quiero una Iglesia que sea lugar de encuentro de quienes compartimos una misma fe; que sea motor de solidaridad con quienes necesitan ayuda y que recuerde que el Maestro “andaba con prostitutas y publicanos” y sin embargo consideraba “raza de víboras” y “sepulcros blanqueados” a los fariseos…y se aplique el cuento.

Y como creo en lo público; en la justicia social; en la igualdad de oportunidades; en la libertad de pensamiento; en la diversidad sexual; en la no discriminación por ningún tipo de causa; en los derechos sociales y laborales…soy socialista.

Sí, soy creyente y socialista… y no me avergüenzo de ello.

P.D. Quizá much@s lo sepáis: el orador al que me he referido al inicio de esta reflexión es Alfredo Pérez Rubalcaba. Y esas palabras se las escuché en Madrid el 10 de noviembre. Si lo hubiera explicado al principio, algún@s no habríais seguido leyendo….así que he dejado la aclaración para el final.

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