El papa mantiene un perfil más bajo que su antecesor Francisco, recibe críticas por la gestión del genocidio en Gaza y trata de mantener los equilibrios internos ante el gran reto: evitar «cismas» en la Iglesia.
Para Llum Quiñonero, de Europa Laica, «la Iglesia católica sigue gozando de unos privilegios enraizados en las prebendas que el Estado franquista proporcionó a otro Estado, el Vaticano, al convertirlo en columna vertebral del nacionalcatolicismo».
Seis meses después de la elección de un nuevo papa, Robert Prevost/León XIV, que ha marcado ya un estilo, unas maneras de ejercer diferentes de las de su antecesor Francisco, organizaciones laicistas y expertos consultados por Público consideran que es necesario que España se plantee de una vez la reconsideración de los acuerdos de 1979.
Estos, según plantean, se han quedado «claramente desfasados» y, en algunos puntos esenciales, como el de la autofinanciación de la Iglesia, no se cumplen. También creen que un «revulsivo», como poner sobre la mesa una ley de libertad de conciencia, podría «ser necesario» ante el hecho de que el asunto está en estos momentos fuera de la agenda.
Para Alejandro Torres, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad pública de Navarra, «sería conveniente recordar al papa el viejo compromiso de autofinanciación asumido por la Iglesia católica en el artículo 2.5 del Acuerdo de Asuntos Económicos de 1979, cuando declaró su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades».
Para Llum Quiñonero, de Europa Laica, «la Iglesia católica sigue gozando de unos privilegios enraizados en las prebendas que el Estado franquista proporcionó a otro Estado, el Vaticano, al convertirlo en columna vertebral del nacionalcatolicismo. La católica España ya no es tan católica, ni por obligación ni por devoción. Es hora de derogar los acuerdos de 1953 y su reforma cosmética de 1979, de liberar a la democracia española del lastre de una iglesia cuya estructura mantiene».
Quiñonero pone sobre la mesa también el asunto de la discriminación de las mujeres, que el papa León XIV tampoco ha acometido: «El Vaticano se define por ser teocrático y patriarcal, las antípodas de un estado laico. Le van dando vueltas al asunto de la igualdad porque viven en este mundo en el que las mujeres han conseguido grandes transformaciones pero no está en su naturaleza aceptarla porque los propios centros de decisión carecen de presencia de mujeres. Y no casualmente».
«¿Alguien se imagina que les quepa en la cabeza la idea de una mujer al frente de la Santa Sede? ¡Si no pueden aceptarla ni como párroca! Su concepción del mundo, incluso de la trascendencia que predican, está imbuida de la discriminación, de la segregación, de la división del trabajo, de la negación de la sexualidad», lanza Quiñonero.
«Los acercamientos a ciertos cambios, ciertas presencias femeninas son meramente anecdóticas. Sin olvidar que es precisamente la Iglesia católica y sus asociaciones adheridas quienes de forma más activa combaten las conquistas del feminismo. ¿Quién puede creer que van a dar pasos en el camino de la igualdad?», se pregunta la portavoz de Europa Laica.
«No, Prevost, el papa de Chicago, no va a cambiar nada»
«No olvidemos —agrega Quiñonero— el papel fundamental de la Iglesia española en el control y sometimiento de las mujeres durante la dictadura, sin ir más lejos, a través del Patronato de Protección de la Mujer, que sometió e internó a decenas de miles de jovenes por considerarlas descarriadas. No, Prevost, el papa de Chicago, no va a cambiar nada. No está en la naturaleza de su cargo».
Cómo ser Prevost
Mientras tanto, el actual papa pilota desde el Vaticano una nave que boga en aguas turbulentas y agitadas. Según analiza el historiador Diego Alejandro Mauro, coautor, junto a Vicente Jesús Díaz Burillo, del libro La invención del papado contemporáneo (Catarata), el gran reto que afronta León XIV es «evitar que las tensiones internas produzcan rupturas, enfrentamientos incontrolables y finalmente cismas«.
«Ser papa después de Francisco no es sencillo»
«Ser papa después de Francisco no es sencillo. Como, por cierto, tampoco lo fue suceder a Juan Pablo II. Ambos, aunque con posiciones diferentes en muchos aspectos, fueron probablemente los papas más populares del último siglo. Además, por lo que hemos visto en estos meses, Prevost tiene características personales muy diferentes», expone Mauro a Público.
«Es un norteamericano, hijo de emigrantes, —de [ascendencia] española, por cierto—, que tomó la nacionalidad peruana. Ha sido párroco y maestro… Eso le da una perspectiva de la realidad de la Iglesia más a pie de calle para mirar desde los balcones de San Pedro», asume Quiñonero.
«No es una persona carismática y cultiva un estilo moderado a la hora de comunicar. Habla más bien poco —abunda Mauro— y es cauto en sus declaraciones. Hasta su postura corporal trasmite mesura, autocontrol… poca espontaneidad. Más allá de los rasgos personales, este cambio refleja también una coyuntura distinta para la Iglesia y la institución papal».
«En 2013, el papado —explica el historiador— estaba sumergido en una crisis profunda. En los medios de comunicación era noticia por los casos de abuso que afloraban en diócesis de todo el mundo, las filtraciones de documentos o las sospechas de corrupción en el Banco Vaticano. Francisco asumió el desafío de reconstruir la autoridad papal y para lograrlo comprendió que era esencial producir gestos de ruptura desde el primer momento».
«Para Francisco era esencial producir gestos de ruptura desde el primer momento»
«Eligió —prosigue Mauro— un nombre como Francisco —es decir no se filió a ningún papa anterior— y buscó apartarse todo lo posible de las tradiciones, modificó su vestimenta, cambió su residencia, pidió rezar por él cuando se asomó al balcón. Su primer viaje fue a Lampedusa para denunciar la situación de los inmigrantes».
«Su éxito —analiza Mauro— fue tan notable en términos comunicacionales que Prevost, doce años después, apeló a la tradición sin que eso fuera un problema: eligió un nombre como León (hubo catorce papas con ese nombre) y retomó muchas de las prácticas ceremoniales que Francisco había dejado de lado”.
Evitar «cismas»
«Su vestimenta tras ser elegido –tercia Mauro— reflejó el giro. Como para que no queden dudas: se puso la estola bordada con hilo dorado y la muceta de terciopelo y usó el crucifijo de oro. Se fue a vivir al Palacio Apostólico y decidió descansar en la residencia de verano, Castel Gandolfo, que Francisco no utilizaba”.
«Mantiene un perfil bajo a la vez que da concesiones de peso a los sectores más conservadores. La autorización de la misa en latín es una de ella y de calado, una vuelta atrás de las ventanas abiertas del Vaticano II a Trento, que no es poca cosa. Por lo demás, nadar y guardar la ropa», analiza Quiñonero.
Para Mauro, todo esto no solo tiene que ver con que León XIV tenga una personalidad distinta a la de Francisco, sino que también se trata de «momentos distintos y coyunturas diferentes en la historia del papado».
«Y esto es lo que quiero subrayar como historiador: el desafío hoy en día para León XIV no es limpiar el nombre de la Iglesia, devolverle prestigio e influencia, o reposicionarla como una voz de peso internacional, algo que logró con creces Francisco, sino evitar que las tensiones internas produzcan rupturas, enfrentamientos incontrolables y finalmente cismas«.
«El desafío para León XIV es evitar que las tensiones internas produzcan rupturas»
«Puertas afueras de la Iglesia, Francisco logró muchísimo, pero el costo —analiza Mauro— fue una creciente resistencia interna de conservadores y tradicionalistas que, en la previa del cónclave, amenazaron abiertamente con abandonar la Iglesia si no se revisaba el rumbo. Creo que León XIV entiende perfectamente este problema y ha intentado apoyarse en algunas tradiciones para limar tensiones«, expone Mauro.
Gaza y la diplomacia vaticana
La postura sobre algunos asuntos que el papa ha mantenido ha generado también preocupación en los sectores laicistas. «El genocidio de Israel contra Gaza, por ejemplo, no lo ha condenado«, expone Quiñonero. «Y tiene claro que no se trata de transformar a la Iglesia en un gobierno democrático, en declaraciones a una periodista vaticanista en Perú ha dejado claro que ‘la democracia no es necesariamente una solución perfecta para todo’, tal vez lo esté diciendo claro».
«Con Donald Trump ha sostenido su postura crítica en lo que se refiere al tema migratorio, aunque apoyó su plan de paz para Gaza. En los últimos días cuestionó el despliegue militar frente a Venezuela y señaló que la violencia no es la solución«. De todos modos, en el plano internacional, en estos meses diría que ha cultivado un perfil más bajo que Francisco. Un poco como hizo Benedicto XV en la primera guerra mundial. Pide paz y lanza algunas iniciativas de ayuda, pero no se ha movido más allá».
«Sobre la situación en Gaza hay muchos católicos del ala progresista, particularmente en América Latina, que ven como demasiado tibias sus intervenciones. Coincido en parte. Creo que el papado podría alzar más la voz, pero también es cierto que es un poco temprano para evaluar su política en este aspecto. La diplomacia tiene sus tiempos, y Prevost va a cumplir seis meses en la silla de Pedro. Habrá que ver», agrega Mauro.
En la agenda no está avanzar en un Estado laico
En España, el papa Prevost ha nombrado como nuncio, su representante en el país, al italiano Piero Poppo, alguien que en ciertos sectores no ha caído bien. Las fuentes consultadas por Público consideran que se trata de un hombre «muy conservador». En su biografía oficial, se recoge que estuvo hasta el año 2006 en la sección para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.
En esos años, el secretario de Estado era Ángelo Sodano, hoy fallecido, una figura muy oscura, acusado de encubrir abusos sexuales y de proteger al sacerdote pederasta Marcial Maciel, además de ser también cercano al dictador chileno Augusto Pinochet. También pasó por el Instituto para las Obras de Religión, el conocido como Banco Vaticano, una institución que también ha estado en el centro de diversas polémicas. Hasta la fecha, empero, en España, Poppo ha mantenido un perfil bajo.
El presidente Pedro Sánchez habló con el nuevo papa por primera vez el pasado 11 de junio. Según expuso Sánchez en su cuenta de X, los temas de la conversación fueron «los retos a los que se enfrenta la comunidad internacional». «España y el Vaticano seguirán trabajando en la defensa de los derechos humanos, en la lucha contra el cambio climático y contra las desigualdades. Coincidimos en que en el centro de nuestra acción debe estar la búsqueda de la paz y la dignidad humana«, afirmó el presidente en su cuenta de X tras conversar con León XIV.
En la agenda, pues, al menos en esa conversación, no estuvo avanzar en un Estado laico. La ley de libertad de conciencia y la revisión de los acuerdos con la Santa Sede son una vieja reivindicación que el PSOE ha estudiado en varios momentos, pero nunca ha cuajado.
Sánchez y León XIV hablaron de poner en el centro «la búsqueda de la paz y la dignidad humana»
«El PSOE presentó un primer borrador [hace años]. Y en la legislatura de 2019 en el acuerdo de gobierno se firmó que presentarían la ley. Nosotros volvimos a presentar una propuesta adaptada y redactada y había un compromiso de hacer unas Jornadas en el Parlamento. Ahí se quedó», afirman en Europa Laica.
«Nadie se acuerda ya de ello, máxime en periodo preelectoral, en el que la movilización del voto católico puede decantar el resultado de las elecciones», afirma el catedrático Torres.
«La necesidad —prosigue Torres— de optar por un modelo de legislación de derecho común, es decir, igual para todas las confesiones, es cada vez necesario. ¿Cómo justificar la privilegiada financiación de la Iglesia católica, en un país en que no cabe la discriminación por motivos religiosos, conforme al artículo 14 de la Constitución y en que ninguna confesión tendrá carácter estatal, según dispone el artículo 16 de la Carta Magna?»
Torres explica que los acuerdos con la Santa Sede «se han ido quedando desfasados». «En unos casos —expone—, como el acuerdo de asuntos económicos por el propio incumplimiento de la Iglesia de su compromiso de autofinanciación, una cara factura de más de 382 millones de euros en 2024, y en otros, porque ya nacieron con fundadas sospechas de inconstitucionalidad».
Así «ocurre —analiza el catedrático Torres— con el acuerdo de enseñanza y asuntos culturales, cuyo artículo II contempla la enseñanza de la religión en los niveles de Educación Preescolar, de Educación General Básica y de Bachillerato Unificado Polivalente y Grados de Formación Profesional correspondientes en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales. ¿Equiparables? ¿Es acaso una función del Estado el adoctrinamiento religioso de los menores escolares?«
«¿Es acaso una función del Estado el adoctrinamiento religioso de los menores escolares?»
«O lo que ocurre —agrega Torres— con el acuerdo de asistencia religiosa en centros públicos, que prevé en su artículo 3 que la provisión del Vicariato General Castrense [un eclesiástico para los ejércitos] se hará mediante la propuesta de una terna de nombres, formada de común acuerdo entre la Nunciatura Apostólica y el Ministerio de Asuntos Exteriores y sometida a la aprobación de la Santa Sede, correspondiendo al Jefe del Estado, el Rey, la presentación en el término de quince días, uno de ellos para su nombramiento por el Romano Pontífice«.
Para Torres, estos procedimientos «son mas propios de un Estado regalista que de uno laico, en que ninguna confesión tendrá carácter estatal». «Pocas cosas han cambiado en este campo, y sería necesario un revulsivo, que podría ser una Ley de Libertad de Conciencia, que actuara como tal», remacha el catedrático.
El sodalicio, enemigos poderosos
Entre los asuntos que han perseguido a Prevost está el del Sodalicio en Perú. Así resume el historiador Diego Alejandro Mauro el asunto y sus consecuencias. «Como sabemos, Francisco disolvió el Sodalicio poco antes de morir. Fue un proceso largo y Prevost tuvo un rol clave en él, dando información a Francisco».
«Desde su llegada —continúa Mauro— al Dicasterio para los Obispos en 2023 [Prevost] dio a conocer las investigaciones sobre los casos de abuso físico y sexual y delitos económicos. Además exigió, en nombre de Francisco, la renuncia del arzobispo peruano José Antonio Eguren inmediatamente aceptada por Roma.
«Cuando sonaba como posible papable, y una vez electo, se lo acusó de no elevar denuncias en su tiempo como obispo en la diócesis de Chiclayo, pero en general, quienes siguen el tema, consideran infundadas las acusaciones y las atribuyen precisamente a su postura crítica con el Sodalicio», agrega el historiador.
«Prevost tiene allí muchos enemigos y muy poderosos»
«¿Todo esto le puede afectar? Creo que sí. El Sodalicio se creó a principios de los años setenta con el fin de contrarrestar la teología de la liberación en América Latina. Llegó a tener más de veinte mil integrantes en numerosos países y un patrimonio valorado, para algunos, en alrededor de mil millones de dólares. En 1997 Juan Pablo II le dio reconocimiento oficial y lo protegió, defendiéndolo como un actor clave en su lucha contra la teología de la liberación«.
«Lo que quiero decir con esto —resume Mauro— es que Prevost tiene allí muchos enemigos y muy poderosos, que seguramente, más allá de la reciente disolución, conservan recursos, conexiones y dinero tanto dentro como fuera de la Iglesia como para dificultarle las cosas. Si fuera León XIV seguiría muy de cerca este tema».
La doctrina social de León XIV, en la línea de Francisco; en términos de doctrina moral, más conservador
«En términos de doctrina social, León XIV continúa la línea de Francisco. Su reciente exhortación apostólica Dilexi te es muy potente. Retoma las puntas más filosas del magisterio pontificio: recuerda las causas estructurales de la pobreza y cuestiona la meritocracia, puesto que sin igualdad de oportunidades su apelación sirve para ocultar injusticias inaceptables para un católico», expone a Público el historiador Diego Alejandro Mauro.
«Es un documento que podríamos definir como ciertamente anticapitalista. Hoy en día, si lo miramos en términos ideológicos, qué duda cabe, como de izquierdas puesto que los pobres, señala la exhortación, no son un tema o un asunto para los católicos, sino el centro mismo del Evangelio. Por supuesto, el papa rechazaría la definición de izquierdas, y seguramente con más claridad que Francisco, que solía bromear al respecto, pero en términos ideológicos, Dilexi te se ubica filosófica y geopolíticamente en el cuadrante izquierdo«.
«Al mismo tiempo, sin embargo, León XIV es mucho menos ambiguo, menos comprensivo también, en sus intervenciones sobre aspectos doctrinales. En este plano se presenta como un conservador. Francisco tampoco innovaba sustancialmente en esto, pero su definición de una Iglesia de puertas abiertas lo llevaba a un lugar mucho más flexible», añade Mauro.
«Teológicamente, Francisco entendía al catolicismo como una religión de la misericordia, de hecho definía la misión de la Iglesia con un neologismo: misericordiar. La Iglesia no estaba para juzgar, condenar, enumerar pecados sino para acompañar, mitigar el dolor, la angustia, ayudar a los seres humanos en su vida terrenal. Prevost no abandona esta perspectiva, mantiene además, dicho sea de paso, el proyecto sinodal de Francisco, pero modera el tono y trata de buscar algún punto intermedio», agrega el historiador.
«Si tuviéramos que definirlo en pocas palabras, diría que León XIV en estos seis meses ha mantenido la senda de Francisco en términos de doctrina social, incluso, tal vez, se pueda decir que la ha profundizado, y ha mantenido también la apuesta por la sinodalidad, es decir, la participación desde abajo de todos y todas en la Iglesia. También ha sostenido reformas controvertidas como las que se han aplicado sobre los estatutos del Opus Dei, un tema espinoso«.
«Pero, en términos de doctrina y moral ha virado a posturas más conservadoras. Asimismo, se ha mostrado más comprensivo con los sectores tradicionalistas. De hecho, autorizó nuevamente la llamada misa tridentina. Algo que Francisco había desautorizado. Recientemente incluso el cardenal Raymond Burke, uno de los críticos más furibundos de Francisco, celebró misa con dicho canon en Roma», afirma Mauro.
«En mi opinión, León XIV no comulga con estas ideas, pero quiere contener a estos sectores y, tal vez, evalúa que Francisco exageró un poco en este punto. La decisión, por otro lado, llegó al mismo tiempo en que se conoció Dilexi te sobre la centralidad de los pobres en el Evangelio, como si quisiera —resume el historiador— equilibrar un poco las decisiones que va tomando».





