Con la insignia de la Orden de Isabel la Católica que recibió hace una década en la solapa, Avner Azulay (Tánger, 1936) juró ayer en Herziliya, en las afueras de Tel Aviv, lealtad al Rey y la Constitución, el trámite final antes de recibir en las próximas semanas el pasaporte español. Azulay, excoronel del Ejército israelí, antiguo alto cargo en el Mosad (servicios secretos) y oficial de enlace de inteligencia en Madrid en plena transición del franquismo a la democracia, encabezó la sencilla ceremonia en la residencia del embajador de España en Israel, Fernando Carderera, en la que una decena de judíos de origen español —procedentes del Magreb, del antiguo Imperio Otomano e incluso de países latinoamericanos como Venezuela— simbolizaron el reencuentro de la diáspora con Sefarad (el nombre hebreo bíblico de España) tras la aprobación de la ley de concesión de la nacionalidad a los descendientes de los expulsados en 1492.
“Mis amigos me criticaban por haber aceptado una condecoración que lleva el nombre de una reina que forzó la salida de su patria, o la conversión obligatoria, de nuestros antepasados”, ironizó Azulay en su intervención al término de la ceremonia de juramento, “pero la acepté porque simbolizaba una nueva España, igual que este acto simboliza un reencuentro de los sefardíes con nuestros orígenes”. Asegura que nunca había dejado de sentirse español desde que hablaba el idioma con su madre en la ciudad internacional de Tánger. Su paso por España hace 40 años, en las primeras etapas de relaciones a nivel ministerial con el Gobierno de Madrid, marcó también su acercamiento a sus orígenes sefardíes. En la actualidad ejerce como cónsul honorario español en la ciudad israelí de Beersheva (sur del país).
Lo mismo opinaba, a su lado, el presidente del Consejo de la Comunidad Sefardí de Jerusalén, Abraham Haim, quien acaba de solicitar la nacionalidad al amparo de la nueva ley, que entró en vigor el pasado 1 de octubre. Los que prestaron ayer juramento ante Felipe VI, el actual vástago de los Reyes Católicos en el trono, figuran entre los 4.300 sefardíes que obtuvieron la nacionalidad mediante carta de naturaleza por un decreto ley aprobado por el Gobierno español el 2 de octubre, la mayoría de los cuales habían iniciado ya hacía años los trámites para la concesión del pasaporte español. Con la nueva normativa en vigor ya no deberán renunciar a su nacionalidad anterior ni trasladar su residencia a España. Un muchacho de 16 años fue el más joven en prestar juramento ayer ante el embajador en Israel, y un hombre de 85, el de mayor edad.
Entre los judíos españoles que alzaron anoche su copa tras la ceremonia en la residencia del embajador se encontraba José Benarroch, director de la ONG israelí Unión Sefardí Mundial. Él se crió en Madrid y estudió en la Universidad Complutense antes de emigrar a Israel al comienzo de los años sesenta del siglo pasado. Ahora colabora con su organización en el proceso de concesión de la nacionalidad a los judíos de origen español. “Tenemos una base de datos en la que manejamos miles de apellidos que pueden servir para determinar los antecedentes de una familia en Sefarad”, precisa. “Puede haber hasta medio millón de personas que puedan considerarse sefardíes en el mundo, pero parece que menos de 100.000 acabarán solicitando finalmente el pasaporte español”.
La Embajada de España en Israel ha aprovechado los actos de celebración del 30º aniversario del establecimiento de relaciones entre ambos países parasimbolizar con esta ceremonia el reencuentro de Sefarad con los descendientes de los judíos expulsados. “En un día histórico como hoy, recupero las palabras del rey Felipe VI para decir: ‘Cuánto os hemos echado de menos’. Ahora volvéis a ser españoles con patria”, cerró su intervención el diplomático Carderera, quien elogió antes del brindis a los ancestros de la comunidad sefardí “por haber mantenido durante siglos su cultura, su idioma y su nostalgia por España”.