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Saramago arremete contra el dios «injusto» de la Biblia en «Caín»

El Premio Nobel de Literatura asegura que con sus libros no pretende «salvar a la humanidad» sino, tan sólo, «desasosegar profundamente al lector»

José Saramago no intenta "salvar a la humanidad" con sus libros, sino que tan sólo busca "desasosegar profundamente" al lector, y esa reacción es la que pretende conseguir con su nueva novela, Caín, en la que el autor arremete contra el dios "injusto, envidioso y orgulloso" de la Biblia.

Saramago presentó ayer su novela en la Casa de América, en una multitudinaria rueda de prensa en la que el Premio Nobel de Literatura 1998 se refirió a la gran polémica que Caín ha suscitado en su país, Portugal, donde ha sido criticado con dureza por la Iglesia Católica y "por la extrema derecha política".

Por supuesto que el escritor esperaba que, por la lectura que él hace de la Biblia en la novela, "la Iglesia tuviera algo que decir", pero no "con la impiedad, la falta de misericordia y la falta de caridad" con que lo ha hecho, y, además, "sin haberse leído el libro", aseguraba Saramago.

En Portugal llueve sobre mojado, ya que la reacción que desató en 1991 El Evangelio según Jesucristo llevó a Saramago a abandonar su país para venirse a vivir a España. Pero la polémica no ha evitado que la nueva novela haya tenido "un éxito sin precedentes", como dijo el editor portugués Zeferino Coelho, que acompañó al escritor durante la presentación, junto con Pilar del Río, esposa y traductora de Saramago, y con Pilar Reyes, directora de Alfaguara, el sello que ha distribuido el libro en España e Hispanoamérica.

La novela se puso a la venta hace quince días en Portugal (también en España) y, en la primera semana, se vendieron 30.000 ejemplares y ya se han distribuido otros 120.000 más. Para los países hispanohablantes se hizo una primera tirada de 130.000 ejemplares y hay 30.000 más en reimpresión.

Saramago no sabe cuál será la reacción que su novela suscitará en la iglesia española. "Algo ocurrirá seguramente, aunque no con la dimensión y la furia de Portugal", confió

A la Iglesia católica, añadió el escritor, no le gusta que "la saquen de su tranquilidad milenaria y, cuando se le toca en las partes sensibles, como es hacer una interpretación de la Biblia, inmediatamente salta", dijo el escritor.

Lúcido, con buen humor y con muchas ganas de hablar, Saramago dejó claro desde el principio los motivos por los que escribe: "Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar", aseguró el autor de Memorial del convento, La caverna y Ensayo sobre la ceguera, entre otras novelas.

Y también escribe para combatir ese "cierto aborregamiento que hay en la sociedad actual, en Portugal y en otros muchos países, como en Italia, donde el aborregamiento llega a extremos inconcebibles, porque ¿cómo se puede aguantar que Silvio Berlusconi siga siendo primer ministro?", se preguntaba.

La iglesia portuguesa le ha echado en cara a Saramago que haya realizado "una lectura literal de la Biblia", en vez de leerla "de forma simbólica". Pero a él le interesa "la letra del texto bíblico", y ahí queda claro que "la Biblia es un manual de malas costumbres" y que hay en ella "crueldad infinita, incestos y carnicerías".

Es fácil contar los innumerables muertos que la acción de Dios o la del hombre causan en la Biblia, ya sea en la destrucción de Sodoma y Gomorra, en la falda del monte Sinaí, en la conquista de Jericó o en el diluvio universal. Hay un científico italiano que se ha entretenido en contarlos y la cifra asciende a 1.700.000 muertos, según le apuntó Pilar del Río a su marido.

"Los dioses deberían cargar con todos los crímenes cometidos en su nombre o por su causa", escribe Saramago en Caín. "Dios no es de fiar", apostillaba ayer el escritor, que no soporta que, al destruir Sodoma, Dios matara también a los niños inocentes que había en la ciudad. El escritor no absuelve a Caín del fratricidio que cometió, pero en cierto modo entiende que matara a su hermano cuando Dios aceptó el sacrificio de Abel y "rechazó, con una crueldad que sólo él puede tener, el de Caín". "¿Qué diablos de Dios es éste que para enaltecer a Abel desprecia a Caín?". El novelista tiene claro que el ser humano "es tan cruel como Dios", y le dio la vuelta a la frase canónica para asegurar: "Nosotros hemos inventado a Dios a nuestra imagen y semejanza, y por eso Dios es tan cruel", concluyó.

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