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Santiago Apóstol: la celebración de un bulo histórico · por Iñaki Alrui

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

«Quien mucho peregrina
raramente se santifica»
Tomás de Kempis

Un día como hoy, fiesta nacional por excelencia, es un buen momento para dejar algunos comentarios sobre un santo español, muy español, que ni si quiera se sabe si pisó la península ibérica (la península digo, porque «España» como país no existió hasta muchos, muchos siglos después).

Cuando las respuestas se adentran en el territorio de lo fantástico

El rastro del patrón de nuestro país, cuyos restos, según reza la tradición, se hallan en Compostela, se pierde entre leyendas, mitos y fanatismos diversos.

Santiago Matamoros, cuyo sanguinario apodo se obvia en la actualidad por no ser “políticamente” correcto (se le representa montado a caballo y matando con espada a moros caídos), es una más de las patrañas hiperfabuladas de la corona y la iglesia católica, como el temor de Almanzor a invadir Compostela o la batalla de Clavijo, que nunca existió. A lo que se pueden sumar otros supuestos datos históricos patrios como la batalla de Covadonga, que tampoco existió, o el mito del Cid Campeador, un guerrero mercenario que vendía la fuerza de su tropa al mejor postor, la mayoría de las veces trabajando para señores musulmanes. Dicho sea de paso, la palabra «cid» viene del árabe «sid» o «said», término que significa señor, aunque en el incesante esfuerzo por borrar las trazas árabes de nuestra cultura, es algo que no se suele mencionar.Santiago ex Matamoros mutado en ‘Mataindios’ pues sintetiza perfectamente la importancia que un mito bélico-católico tuvo en la Invasión de las Yndias Occidentales. Santiago Mataindios. Anónimo cusqueño. Circa 1750. Priet-Gaudibert Collection. Estados Unidos.

Hablar de la historia patria es un auténtico charco de gran profundidad, y no solo en el estado español: la historia siempre se utiliza para generar fervor nacional, exaltar la grandeza del terruño y cegar la razón del libre pensamiento. El estado español es un clarísimo ejemplo de ello. Probablemente nuestras lectoras y lectores tienen bastante presente la manipulación de la historia del siglo XX, desde el colonialismo en Marruecos, la dictadura franquista o la falsa transición, pero esto no se limita a la historia reciente: ¡todo lo anterior también está manipulado! La tarea de desmontar bulo tras bulo es ingente, pero no hay que desanimarse: pasito a pasito también se avanza.

Santiago y cierra España

A pesar de estar en 2025, la tradición y la devoción sigue como si estuviéramos en la Edad Media (allá cada cual, respecto a sus creencias, ¡pero que no intenten imponerlas al resto!). Bueno, en Iglesia Católica SA hay mucha Edad Media, y este 25 de julio se volverá a escenificar la “Ofrenda nacional al apóstol”, en el cumplimiento del falso voto presuntamente hecho por el rey Ramiro I en el año 844 al apóstol Santiago, para agradecerle que hubiera luchado junto a sus tropas montado en un famoso caballo blanco para derrotar al ejército musulmán. El voto es falso, la historia es falsa, no es más que una leyenda: esa presunta batalla de Clavijo nunca se libró, pero la fábula se impuso al relato de la Historia y Santiago se convirtió en el celebrado patrón de España, a quien presenta la ofrenda en su festividad, todos los 25 de julio, el Borbón de turno y toda una ristra de personajes y políticos de todos los colores. Y entre todos hacen que la fábula o leyenda se convierta, casi, en realidad incuestionable año tras año.

Una tradición suspendida por las Cortes de Cádiz en 1812 y restablecida por el indeseable borbón Fernando VII, en 1816. Volvió a suprimirse durante la Segunda República y fue restaurada por el genocida Francisco Franco en 1939, quien delegó la primera ofrenda en el General Moscardó… tremendas arengas patrióticas entre el general y el arzobispo de turno, Tomás Muñiz de Pablos, que se pueden consultar en el diario La Vanguardia del 26 de julio de 1939 (me permito recomendar a quienes se decidan a consultarlo un leve y moderado consumo de psicotrópicos antes de leer el diario de la época, con el fin de hacer de la curiosidad un divertimento).

Pero siguiendo con el tema: el voto hecho por el rey Ramiro I en el año 844 se debe a que unos 25 años antes el obispo Teodomiro encontró unos huesos que se atribuyeron a Santiago. ¿Por qué hasta el año 813 no se le ocurrió a Iglesia Católica SA, favorecer el descubrimiento de la tumba de Santiago, perdida y olvidada desde hacía tantos siglos? Se tiene por verídico que Santiago fue decapitado en Jerusalén, en el año 44 por orden de Herodes Agripa I. Resumiendo: estamos ante un descubrimiento en el siglo IX de la tumba un señor que fue decapitado a unos 4.000 kilómetros de distancia, y más o menos 800 años antes…

Lo de que su cuerpo incorrupto llego en una barca de piedra (sí, de piedra) y solo tardó siete días desde Jerusalén hasta Iria Flavia (el actual Padrón) es otra historia para que los lectores gocen leyéndola en la intimidad, busquen e interpreten.

“Roma locuta, causa finita”

Siguiendo las tradiciones de peregrinaje a tierras santas, póngase los lectores en la Edad Media, donde el miedo que infunden los clérigos con sus prédicas es todo un ejemplo de férreo control. ¡Condena eterna para los incrédulos! Quienes peregrinasen a Roma, sede de la Santa Madre Iglesia y residencia papal, o a Jerusalén, ciudad de las cruzadas y de Jesucristo, se ganaban la indulgencia plenaria. ¡El perdón!

Con el ánimo de diversificar las fuentes de acceso a la indulgencia divina, el papa Calixto II sumó en 1122 la ciudad de Compostela al peregrinaje de tierras santas, los datos son de peso: el descubrimiento del cadáver decapitado de Santiago, ejecutado en Jerusalén (Año 44) y transportado prodigiosamente a la Fisterra gallega (Recuerden, la barca de piedra…). Y así se implanta la moda de los viajes misericordiosos a Compostela (tal vez el inicio de la turistificación), de tal manera que la ciudad fue creciendo al igual que las supersticiones y cuentos (y de paso también la hostelería y el comercio).
Protestantes europeos como Erasmo de Rotterdam o Martín Lutero condenarían las indulgencias, que favorecían las peregrinaciones, consideradas por el teólogo alemán como una muestra de la superstición y de la ignorancia religiosa de los hombres de su tiempo.

Avancemos en el tiempo: en 1879, durante unas obras en la catedral, al perforar la bóveda apareció una urna que contenía varios huesos humanos. El cardenal Miguel Payá encargó a tres catedráticos de la Universidad de Santiago que los examinaran y estos, desde la simple observación, dictaminaron que pertenecían a Santiago. ¡Toma ya! Se supone que llevaban ocultos desde mayo de 1589, cuando el corsario británico Drake invadió la ciudad y el arzobispo de guardia, Juan San Clemente, ordenó que las presuntas sagradas reliquias (recuerden llegadas en la barca de piedra y tal…) fueran ocultadas en lugar seguro, a fin de evitar su profanación por los pérfidos anglicanos. La noticia del hallazgo corrió como el rayo, y desde Roma enviaron al cardenal Caprara a certificar el asunto, el cual en su informe ratificó la pertenencia de los huesos a Santiago. Los poderes de observación de los clérigos de la época debían de ser sobrenaturales o divinos.

El 1 de noviembre de 1884 se promulga la bula Deus omnipotens, por el papa León XIII, en ella se asegura que aquellos huesos pertenecen a los esqueletos de Santiago y discípulos, es ya palabra de papa, es decir indiscutible: “Roma locuta, causa finita”.

Y ya de paso, León XIII concedió el privilegio al templo de Santiago de Compostela, declarando años santos los que tengan en domingo el 25 de julio, con la santa gracia que esto conlleva, como por ejemplo el perdón de los pecados. Iglesia Católica Sociedad Anónima insiste mucho en estos temas del perdón: primero se pasan la vida intentando hacerte creer que eres culpable de algo, de cualquier cosa, si no has hecho nada solo por haber nacido ya eres culpable del «pecado original», y claro, luego necesitas el perdón. Es lo que en marketing se llama crear una necesidad.

Louis Duchesne, un hombre de ciencia

Louis Marie Olivier Duchesne (1843—1922), ordenado en 1867 como sacerdote de la Iglesia católica (aunque acabó siendo excomulgado, spoiler), fue en su época una de las personalidades científicas más prestigiosas de Francia, filólogo, profesor e historiador del cristianismo y de la liturgia católica y de sus instituciones. Miembro de la Academia Francesa en 1910, director de la École Française de Roma, presidente de la Société des Antiquaires de France, director del Instituto Francés de Arqueología Oriental de El Cairo, fundador del Bulletin Critique de Littérature, d’Histoire et de Théologie, catedrático en varios centros docentes, doctor honoris causa de varias universidades europeas, comendador de la Légion d’Honneur…

También es autor de una extensa bibliografía, traducida a numerosos idiomas, en 1900 publicó en los Annales du Midi, su estudio sobre Saint Jacques en Galiceen, un trabajo valiente basado en el rigor de sus investigaciones in situ. En su estudio, Duchesne desmonta la leyenda sobre los huesos venerados, indicando que ningún escritor, crónica o documento mencionan la existencia del sepulcro compostelano antes del siglo VII, porque el culto comienza en el IX, y la Iglesia mozárabe lo ignoró. En su opinión todo fue un montaje eclesiástico para incitar a los candorosos medievales a la guerra contra los “invasores” mahometanos, y de paso obtener un beneficio económico. Duchesne en este trabajo también expone la teoría de que Santiago el Mayor nunca llegó a predicar en la península ibérica.

Sus teorías tuvieron eco en numerosos intelectuales españoles, como Miguel de Unamuno en sus Andanzas y visiones españolas (1929) o Claudio Sánchez Albornoz. También en otros más allá de los Pirineos como Hippolyte Delehaye, erudito belga perteneciente a la Orden de los Jesuitas, conocido por sus aportaciones a la crítica hagiográfica; o Henry Chadwick, académico, teólogo y sacerdote de la Iglesia de Inglaterra. Exdeán de la Catedral de Christ Church de Oxford —y, como tal, rector de la misma—, también fue rector de Peterhouse, Cambridge.

Por cierto, vale la pena recordar una de las obras de Louis Duchesne, Histoire ancienne de l’Église, publicada en tres volúmenes entre 1907 y 1910, un trabajo de erudición minuciosamente documentado y que fue considerado modernista, lo que le valdría el “honor” de pasar a formar parte del Index librorum prohibitorum, en 1912.
Evidentemente, terminó excomulgado. En el año 1973, Duchesne sería rehabilitado por Pablo VI.

Puedo entender que el siglo IX, en plena guerra, los jerarcas cristianos se inventaran alguna leyenda para espolear la animadversión del pueblo contra «el moro». Es algo que se hace en cualquier guerra, que se hace igual hoy en día (véanse las leyendas inventadas sobre malvados rusos o héroes ucranianos). Lo que no puedo entender es que, mil doscientos años después, sigamos con la tontuna de la ofrenda al monigote.

Bibliografía para quien tenga interés:

As peregrinacións a Compostela
•  La nación inventada: Una historia diferente de Castilla
•  Santiago en el fin del mundo

* Miembro del Colectivo editorial de LoQueSomos.

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