El politólogo francés Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 23 de agosto de 1946), uno de los principales expertos en movimientos migratorios de Europa es entrevistado en ABC. Recogemos parte de la entrevista.
Algunos países han decidido no permitir la entrada de ningún refugiado hasta descartar posibles vínculos yihadistas.
A partir del momento en el que se reconoce el estatuto de refugiado a una persona es normal que el país quiera saber de quién se trata. A mí esto no me parece un problema. Los terroristas no vienen con una etiqueta en la frente. Hay esa amenaza potencial que puede existir en cualquier situación, pero luego utilizar esa duda para no hacer nada… Imagina la situación siguiente. Estamos los dos en un barco y vemos a un refugiado, del que no sabemos nada, que se está hundiendo, ¿dejamos que se ahogue? No podemos culpar a una colectividad global porque haya unos pocos que se comporten mal. Los atentados que ocurrieron, salvo uno, que fue más bien un ataque, no tuvieron que ver con los refugiados. En Francia fueron franceses los que atentaron, en Bélgica, belgas. En París tiraron un pasaporte de un sirio que resultó ser falso. Estamos ante una enorme manipulación. Cada estado tiene derecho a saber quien llega y a quien acoge.
En el libro trata las diferencias entre refugiados e inmigrantes económicos. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha apoyado el «refugees welcome», pero luego persigue a los manteros subsaharianos. ¿Cómo lo ve?
Creo que son problemas diferentes porque, por un lado, se trata de refugiados y por otro de inmigrantes económicos, que en general no tienen el estatuto legal aquí, y en este caso específico llevan a cabo una práctica económica ilegal. Nuestra relación con los refugiados no es de solidaridad ni ética, es de derecho. Por eso, Merkel impulsa la palabra inmigrante en el pacto de la vergüenza con Turquía. Hemos transformado a los sirios en inmigrantes. Ese es el primer problema. Gestionar esto es otro problema.
Según han publicado varios medios, uno de los principales especialistas europeos del islam, Gilles Kepel, cree posible una gran guerra civil en Europa por los musulmanes de 3ª generación. En caso de ser cierta, ¿qué piensa de esta afirmación?
¿Gilles ha dicho eso? Me parece totalmente estúpido. Le conozco muy bien, es muy amigo mío. Si ha dicho eso se lo diré por teléfono que es una idea estúpida. En Francia hay ciudadanos no musulmanes. ¿Quiénes son los musulmanes de tercera generación? ¿De quiénes estamos hablando? ¿De 18 millones de musulmanes? ¿Que significa? ¿Una guerra civil porque no se han integrado? Una gran parte de la población francesa tiene problemas de integración. Me parece surrealista. La estrategia del Daesh consiste en crear un estado de ánimo para quienes se definen como musulmanes en Francia se opongan a toda la sociedad francesa. Pero la inmensa mayoría de los musulmanes está en contra de esto. Cada día hay textos firmados por intelectuales musulmanes oponiéndose a este terrorismo. Si Gilles ha dicho eso, es o porque busca publicidad, que no necesita, es un señor muy respetado por su trabajo, he leído sus libros y lo conozco desde hace treinta años, o, lo más probable, que el titular no se ajuste bien a lo que ha podido decir.
Usted sostiene que si los problemas sociales se plantean en términos identitarios, no hay solución. ¿Francia vive una crisis identitaria? ¿Tiene solución?
Claro que hay solución, lo de Francia no es una crisis identitaria, es una crisis social.
Pero de la crisis de los barrios periféricos, las ‘banlieues’, algunos de sus colegas han asegurado que ha pasado de crisis social a identitaria. Que hay dos Francias.
La diferencia, las dos ciudades en una existen en todas las ciudades, no es algo único de Francia. Insisto en que las banlieues son un problema social no identitario. No han conseguido transformarlo en identitario. El problema identitario es diferente: tiene que ver con la integración del islam en una sociedad laica, antirreligiosa en realidad. No es por casualidad que los principales apoyos al islam vienen de los católicos, también en la construcción de mezquitas, porque los mismos católicos han tenido problemas por el laicismo.
La crisis del burkini mostró una gran división en el seno del Gobierno de Hollande. ¿Viven en un estado de histeria política?
Hay un poco de histeria y demagogia. Existe una manipulación porque al Gobierno francés le interesa este discurso, ven cómo el auge de la extrema derecha puede debilitar a la derecha tradicional y por consiguiente esto favorecer a la izquierda en las elecciones.
En el pasado fue consejero de Gobiernos socialistas en Francia. ¿Se siente culpable de lo que ocurre ahora?
Sí, me siento culpable, pero no totalmente porque dejé rápidamente el Gobierno y me fui al Parlamento europeo.