Los yihadistas de Ripoll eran “soldados” del Estado Islámico, cuyo epicentro europeo estaba en Bélgica, y tras las masacres de Barcelona planeaban otra en París, pero el plan criminal varió tras perder los explosivos
Cuando está a punto de cumplirse el quinto aniversario de la matanza yihadista en Barcelona y Cambrils —los días 17 y 18 de agosto de 2017— uno de los investigadores del terrorismo islamista más reputado de Europa, Fernando Reinares, en coautoría con Carolina García Calvo, ambos investigadores del Real Instituto Elcano en el programa que analiza la radicalización violenta y el terrorismo global, han publicado este viernes un nuevo y esclarecedor informe según el cual la cédula de Ripoll que asesinó a 16 personas, hirió a 40 y afectó psíquicamente a más de dos centenares, pretendía una serie de atentados “más ambiciosos” y más “letales” a ejecutar en las proximidades del templo de la Sagrada Familia y en las cercanías del estadio de Barça, siempre que hubieran aglomeraciones de gente.
Luego, planeaban trasladarse a París para atentar en las zonas de acceso a la Torre Eiffel, habitualmente congestionadas de turistas. Idearon cargar una furgoneta con explosivos y viajar por carretera a la capital de Francia tras haber observado la posibilidad de aparcarla a una distancia letal para los visitantes del monumento parisino.
Sin explosivos se frustran los atentados “más letales”
Según Reinares y García Calvo, “estos individuos se había preparado para utilizar tres o cuatro furgonetas con grandes cantidades de triperóxido de triacetona (TATP) en su interior y cargadas con gas inflamable” . También, según estos investigadores, “iban a hacer uso de cantidades menores de TATP introducidas en cilindros adosados a cinturones explosivos y en tubos para confeccionar granadas de mano”. La fecha prevista por el comando para los atentados era el 20 de agosto, día en el que se jugaba el Barça-Betis en la capital de Cataluña. En la mañana de ese día, atentaría en el templo diseñado por Gaudí, el monumento mas visitado de Barcelona, y por la tarde en el Camp Nou.
Sin embargo, mientras preparaban el material criminal en una casa deshabitada en Alcanar (Tarragona), explosionó accidentalmente. El imprevisto se produjo la noche del 16 de agosto. Murieron en al acto el líder de la célula, el imán Abdelkabi Es Satty, y otro terrorista, y un tercer miembro de la célula resultó herido, fue llevado al hospital de Tortosa y detenido. El resto de los terroristas perteneciente a la célula —seis más— fueron abatidos por los Mossos d’Escuadra tras improvisar precipitadamente el atentado en Las Ramblas.
Las Ramblas alternativa para perpetrar una la masacre
Sin explosivos y demediados por la muerte de dos miembros del comando, optaron por arremeter salvajemente contra los transeúntes de la calle emblemática de Barcelona causando, además de victimas mortales, heridos y una convulsión de pánico en la ciudad. Aunque Las Ramblas barcelonesas no fueron el objetivo inicial de los terroristas, siempre fue un espacio urbano en su punto de mira por su habitual concentración de turistas y paseantes.
Los dos académicos del Real Instituto Elcano, en un informe del pasado día 3 de agosto, relatan también cómo se produjo “la formación de la célula de Ripoll, la radicalización de sus miembros y la preparación de unos actos terroristas a gran escala”, llegando a la conclusión de que “en los años que precedieron al de los atentados en Barcelona y Cambrils, en pleno ciclo de movilización yihadista promovido en Europa Occidental, sobre todo por las actividades del Estado Islámico (EI), Cataluña se había convertido en uno de los principales escenarios de radicalización y reclutamiento de España”.
Esta apreciación se fundamenta en el hecho de que un tercio de los lugares de culto islámico en aquella comunidad autónoma estaba controlado por los salafistas, una rama de origen magrebí del radicalismo yihadista. Y añaden que los terroristas siguieron varios pasos con mucha antelación hasta la comisión de los atentados del 17 y 18 de agosto de 2017.
En primer lugar obtuvieron financiación, tarea a la que se dedicaron desde 2016. Después tuvieron que asegurar y proteger el proceso de preparación de los atentados, a continuación seleccionaron el tipo de explosivo y el lugar para fabricarlo, lo que exigía conseguir los materiales y las sustancias para producir TATP, así como definir las modalidades de atentados posibles con ese explosivo y, finalmente, determinar los blancos contra los que atentar, no solo en Barcelona sino también en París, una ciudad a la que pensaban trasladarse después de perpetrar las masacres de Barcelona y explosionar una furgoneta-bomba en los pilares de la Torre Eiffel de la capital francesa a la que, previamente, habían viajado.
La célula de Ripoll siempre fue tributaria del Estado Islámico y, tanto por las investigaciones de Reinares y García Calvo como por la instrucción del sumario en la Audiencia Nacional que concluyó en sentencia condenatoria para tres implicados en 2021, se conoce que recibía instrucciones desde el epicentro del yihadismo en Europa que los expertos sitúan en Bélgica, donde se desplazaron miembros del comando.
EEUU avisa de la posibilidad de atentado
La sospecha, probabilística, de atentados yihadistas en Cataluña se trasladó en un boletín urgente del Centro Nacional Contra el Terrorismo de Estados Unidos, el 25 de mayo de 2017, que se compartió por la policía catalana, la Policía Nacional y la Guardia Civil, y que decía literalmente lo siguiente:
“Información no corroborada de veracidad desconocida de finales de mayo indicaba que el Estado Islámico de Irak y ash-Sham (ISIS) estaba planeando llevar a cabo ataques terroristas durante el verano contra zonas turísticas muy concurridas en Barcelona, España, específicamente en la calle La Rambla”.
Fernando Reinares, en conversación con El Confidencial, y como refleja su informe, contrastó esta información con dos expertos que “cuentan con décadas de conocimiento intenso sobre terrorismo yihadista” y, aunque pide reserva sobre los nombres de los consultados, uno de ellos fue un alto cargo norteamericano encargado de delicadas tareas de seguridad. Ambos le indicaron que esa posibilidad de un atentado en Cataluña se extrajo de la interceptación de comunicaciones cuyo origen estaría “fuera de Europa”, tesis que abona la dependencia de la célula de Ripoll del Estado Islámico (EI).
La conclusión de Reinares y García Calvo es que “en los años que precedieron al de los atentados en Barcelona y Cambrils, en pleno ciclo de movilización yihadista promovido en Europa Occidental, sobre todo por las actividades del Estado Islámico, Cataluña se había convertido en uno de los principales escenarios de radicalización y reclutamiento dentro de España“.
Añaden los autores que “no fue algo fortuito que los atentados yihadistas más letales ocurridos en España desde los del 11 de marzo de 2004 en Madrid tuviesen lugar en Cataluña. Tampoco fue algo azaroso que los miembros de la célula de Ripoll fuesen de origen marroquí, nueve de ellos adolescentes y jóvenes nacidos o crecidos en la propia Cataluña (…) En el mismo sentido, no fue una coincidencia que, aparte del líder —que contaba con una larga trayectoria yihadista— la movilización de los demás miembros de la célula resultara contingente respecto de los factores de asociación diferencial (…). Por añadidura, no podría considerarse una sorpresa que detrás tanto de los fallidos planes para ejecutar atentados altamente letales en Barcelona como de los actos de terrorismo finalmente ejecutados en esa ciudad y en Cambrils estuviesen los miembros de una célula de notable tamaño enlazada con el EI (Estado Islámico)”.
Desarboladas las teorías de conspiración
Tanto la investigación de Reinares y García Calvo como la sentencia de la Audiencia Nacional de 2021 desarbolan las teorías de la conspiración que se esparcieron por el independentismo, que pretendió ver en los atentados del 17 y 18 de agosto nada menos que una maniobra del Estado para frustrar la culminación del proceso soberanista que tuvo dos hitos inmediatos: las leyes de desconexión del Parlamento catalán, aprobadas el 6 y 7 de septiembre siguiente —ambas anuladas por el Tribunal Constitucional—, y el referéndum ilegal del 1 de octubre. No obstante, persisten grupúsculos secesionistas que siguen manteniendo que el atentado fue inducido por el Estado contra el ‘procés’. Uno de los grupos más activos, denominado ‘Exigim responsabilitats’, organiza estos días concentraciones de protesta, aunque el acto central de conmemoración se celebrará en Las Ramblas con presencia de las representantes de las instituciones autonómicas catalanas.
El entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dejó todo el espacio de protagonismo policial a los Mossos d’Escuadra, cuyo jefe, Josep Lluís Trapero, nombrado para el cargo en abril de ese año y destituido ocho meses después con motivo de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, se convirtió en un auténtico “héroe” del secesionismo, aunque luego fuese absuelto por la Audiencia Nacional del delito de sedición en octubre de 2020 y repuesto en el cargo entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021, una vez quedó demostrado que el funcionario llegó a prever la detención del Gobierno de Puigdemont en las azarosas jornadas anteriores a la declaración unilateral de independencia. Trapero desempeña ahora misiones de menor responsabilidad en el Cuerpo policial y se ha evaporado toda su aureola épica en el soberanismo.
Fue también el gran momento del conseller de Interior, Joaquim Forn, luego condenado por el Supremo en octubre de 2019 a diez años de prisión por su comportamiento sedicioso. El Gobierno le indultó de la pena de privación de libertad en junio de 2021, aunque debe cumplir la condena de inhabilitación especial. En el mes de diciembre de 2019, anunció que dejaba la política activa aduciendo que ya había hecho “lo que tenía que hacer”, tanto en el Ayuntamiento de Barcelona como en el Gobierno de la Generalitat.
Los atentados sirvieron así para mostrar uno de los signos de identidad de la Cataluña independentista —Los Mossos d’Escuadra— que se emplearon a fondo en la persecución de los terroristas y los abatieron entre unas inéditas muestras públicas de adhesión de los ciudadanos de Cataluña que, en la actualidad, han remitido. No faltaron críticas por la falta de rapidez policial en detectar la explosión en Alcanar el 16 de agosto y relacionarla con un grupo terrorista de la que ninguna instancia de investigación tenía noticia.
Los atentados no alteraron el calendario del ‘procés’
Los reyes visitaron de inmediato a los heridos el día 19 de agosto en el Hospital del Mar de la Ciudad Condal y Felipe VI se trasladó de nuevo a Barcelona el día 26 para encabezar la manifestación de repulsa a los atentados. El jefe del Estado tuvo oportunidad de departir en privado con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y otros cargos, que le aseguraron que el proceso soberanista no tendría ningún parón por la masacre de las Ramblas.
El monarca regresó a Madrid “muy preocupado” porque, según las fuentes consultadas, observó una “ausencia total del Estado” en las calles de Barcelona, mientras que ministros y altos cargos gubernamentales entendieron la concentración como un acto de afirmación y potencia del independentismo. En aquella manifestación, Carles Puigdemont desfiló a la izquierda de Felipe VI. Hoy, huido de la justicia en Bélgica, está pendiente de que se falle su extradición a España.
Cuando está a punto de cumplirse el quinto aniversario de la matanza yihadista en Barcelona y Cambrils —los días 17 y 18 de agosto de 2017— uno de los investigadores del terrorismo islamista más reputado de Europa, Fernando Reinares, en coautoría con Carolina García Calvo, ambos investigadores del Real Instituto Elcano en el programa que analiza la radicalización violenta y el terrorismo global, han publicado este viernes un nuevo y esclarecedor informe según el cual la cédula de Ripoll que asesinó a 16 personas, hirió a 40 y afectó psíquicamente a más de dos centenares, pretendía una serie de atentados “más ambiciosos” y más “letales” a ejecutar en las proximidades del templo de la Sagrada Familia y en las cercanías del estadio de Barça, siempre que hubieran aglomeraciones de gente.